A finales de octubre de 2024 la comunidad valenciana sufrió el azote de una devastadora gota fría que provocó más de 200 muertos y miles de millones de euros en pérdidas materiales.
Los responsables principales son los políticos, y no el cambio climático, pues hay que recordar que estos tremendos aguaceros se llevan produciendo en el levante desde hace miles de años. Lo que hay que hacer es estar preparados para mitigar su impacto, y esto es lo que ni el PSOE, ni el PP, ni COMPROMÍS han hecho, por incapacidad y por irresponsabilidad, pero también porque han comprado todos ellos la destructiva agenda ecologista del pensamiento único postmarxista, también llamado corrección política.
Estas brutales tempestades son inevitables, haya o no cambio climático. Sin embargo, podríamos mitigar sus consecuencias de forma notable si se hicieran las obras hidráulicas necesarias, si no se destruyeran muchas de las que existen, y si no se aprobaran leyes de protección del medio ambiente radicales que impiden limpiar los montes y los bosques, los barrancos, arroyos y torrenteras.
Sin las obras y medidas preventivas adecuadas, es inevitable que las consecuencias sean muy graves. La mayor parte de los políticos que gobiernan en Occidente han comprado el discurso alarmista, acientífico y radical de los colectivos ecologistas. Las consecuencias de esto son la pérdida de vidas humanas, la desolación y la ruina económica y ecológica. A dichos colectivos no les ha votado nadie y no veo motivo alguno por el que haya que ponerse en sus manos. Este ecologismo de salón radical mata y destruye, y lo hace a conciencia.
Tenemos que proteger el medioambiente, pero no poniendo en peligro a la propia naturaleza, ni mucho menos a las personas y a las poblaciones. Las políticas medioambientales que imperan en la actualidad han encarecido la energía enormemente dañando el empleo industrial y empobreciendo a los consumidores, pero además agravan enormemente los daños causados por los fuegos y las DANAs.
Pues bien, resulta que en California padecen la misma epidemia de ecologismo radical. Los incendios en aquel estado son recurrentes, pero los de estos últimos años, y especialmente el último, han sido devastadores. Los llaman incendios de nueva generación porque es materialmente imposible apagarlos.
Esto es así porque allí también el progresismo representado por el partido demócrata impide limpiar, podar y desbrozar los montes y bosques. Tampoco deja que se construyan las obras hidráulicas necesarias para tener agua abundante y regular el curso de los ríos. También han destruido numerosas infraestructuras al dictado de los ecologistas radicales, como es el caso de cuatro presas en los dos ríos más importantes de la región de LA. Tanto es así que los bomberos se han quedado sin agua para tratar de apagar los incendios.
Sin agua suficiente, sin medios técnicos y humanos bastantes (porque han recortado los presupuestos y plantillas de los bomberos y de la policía), con los montes y bosques sin podar, llenos de maleza seca y de ramas caídas fruto de varios años bastante húmedos, la probabilidad de apagar los fuegos de este año era nula.
Por culpa de la dañina influencia de los ecologistas radicales sobre el partido demócrata de California, también se han perdidos vidas inútilmente en LA, se han quemado cientos o miles de viviendas, miles de hectáreas de bosque y montes se han perdido, así como miles de animales, tanto salvajes como de granja. Ha sido el incendio ocurrido en California que más pérdidas económicas ha causado en su historia.
Lo mismo que ha sucedido en Valencia ha pasado en LA porque la enfermedad es la misma. Si queremos que esto no suceda más es imperativo abandonar todo apoyo político, económico y cultural a los partidos, sindicatos, asociaciones y colectivos que promocionan e impulsan esta agenda ecologista radical y devastadora que destruye y mata.
Es necesario hallar el equilibrio entre la protección de la naturaleza y la de las personas y las poblaciones en zonas de riesgo, sin olvidar la economía que nos da de comer.