LA MIRADA DE ULISAS trata de ser imparcial, aunque es difícil no estar del lado de la verdad o la luz. Esa mirada, que se quiere diáfana y anhela poder analizar todo con claridad, termina por tomar un sesgo bajo el peso del argumento. Por ello, cuando escucha discusiones le encanta ver con cuáles o qué pruebas o testimonios se basan los debates. La mirada para las orejas. Desde el nacimiento de este atisbo, creado en el momento de hacerse columnista del Diario de Madrid, oferta que recibió como un novedoso proyecto y que agradece, se siente dueña de todos los sentidos. El de la escucha es uno que se pone en permanente práctica. Le permite oír tantas opiniones, que para poder decantar le demanda un razonamiento profundo. En ello, quiere basar su columna de hoy al preguntarse: ¿Por qué Israel a pesar de su gran fuerza armamentista no logra ponerle fin a esta guerra? expuesta en varios frentes con la presencia de terroristas vecinos que toman diversos nombres como: Hamás, Isis, Hezbolá etc… Cada país que los acoge los nombra a su manera, pero en el fondo son los mismos guerrilleros armados de odio, regidos por Irán y sus nefastas políticas. Sabemos que el actual régimen iraní corresponde a una dictadura que tiene azotada a su pueblo. Gente maravillosa con diferentes maneras de ser y de pensar en una sociedad plural, subyugada bajo el mandato de una feroz tiranía. Establece políticas de rechazo a Israel en primera instancia y luego contra todo infiel, que pueden ser ellos mismos, vista la complejidad de personas diversas que conforman la población de Irán, mantenida o silenciada bajo el yugo y las violencias que el mundo conoce. ¡Aunque no siempre lo tenga presente! El actual gobierno iraní y sus instituciones difieren de la época de avanzada manejada por el sha de Irán, que le permitió libertades a una sociedad en su momento con el enfoque hacia el desarrollo y el progreso. En nuestros días, resulta una nación manejada por el terror donde se anulan los derechos de la mujer y la del individuo diferente sin la posibilidad de confesar sus tendencias o sus ideas. Prueba de ello es que bajo sus doctrinas rígidas y anticuadas cometen actos de terror y masacres en cualquier lugar para mostrar lo que son y los “ideales”, si es que a eso se les puede llamar ideales, que defienden o imponen. Actitudes y barbaries no siempre aplaudidas por otras vertientes musulmanas abiertas a una sana convivencia con la diversidad. Existen, afortunadamente, esas inclinaciones que dividen al mundo árabe. Más conscientes otros gobernantes opinan que la paz puede coexistir si se logran buenos acuerdos al respetar sus contenidos y sus propuestas, como ya lo han demostrado ciertos estados como los Países del Golfo, los más evolucionados de la región. Innovadores y progresistas le apuestan a la superación y no al retroceso de una sociedad que mantenga sesgos próximos a los valores del Medioevo. Principios enfrentados con los de Occidente y de muchas democracias, que promueven derechos más humanos. Alcanzaron grandes victorias sobre los procesos involutivos que dejan a la mujer sin los mínimos derechos de asumirse como una persona independiente y pensante. Sólo le queda la carga de los deberes en las autocracias musulmanas. Y al homosexual y al individuo antigubernamental les dejan la mera vía de hallar la muerte, como ejemplo que la diferencia no se acepta y se condena.
Pero volviendo a la pregunta inicial: ¿por qué a Israel a pesar de poder poner fin a esta guerra ya de largo alcance, le cuesta hacerlo a pesar de la extenuante duración y pérdidas que ha generado este conflicto?. La respuesta no se hace esperar. Explicación pertinente: para los terroristas musulmanes el territorio es vital y no la vida de su gente. No les importa cuántas muertes acarrea su delirio de guerra, con tal de no perder terreno. En cambio, para Israel es relevante establecer una determinada moral a sus conductas bélicas. Cuando devolvió el 92 % de los territorios ocupados o conquistados hace 30 años lo hizo con la voluntad de lograr la paz. No creo que muchos países hayan devuelto lo que les ha costado sangre conquistar. Sin embargo, Israel lo hizo en pos de una paz que nunca se dio y se traicionó. Luego de devolver los territorios ocupados o conquistados llegó la época de las peores intifadas que haya padecido Israel con terroristas que se explotaban en cafés, discotecas, restaurantes, sitios públicos para sembrar el terror sin consideración hacia la población civil, que esperaban mermar con sus malévolos actos. Tampoco les interesaba salvar su propio pellejo. Esto no se ventila con exactitud, sólo se habla de una ocupación indebida cuando en realidad el conflicto se basa en una declarada guerra de civilizaciones y de valores, como lo he avalado en mis artículos sobre el tema. No pierdo ocasión para hacer un análisis en honduras. ¿Y por qué Israel no invade a Gaza y al Líbano como podría hacerlo? Otra vez por someterse a sus propios objetivos de la no invasión sino a una defensa que le corresponde con sus limitaciones. Y también le guarda respeto a la mirada, no tan bien intencionada de muchos organismos internacionales, que sancionan el hecho de que Israel tenga el legítimo derecho a la defensa, como se le acredita a cualquier patria que precise auto defenderse. Para La Tierra Prometida o la Tierra Santa como también se le nombra a Israel, nunca ha sido su propósito hacerse a terrenos que no le interesan y menos con miras a perpetuar el conflicto, sólo anhela vivir en paz con los márgenes que tiene para defender y darle mayor seguridad a sus fronteras y sus habitantes. Por ello, se quedó con un 8% de lo conquistado, ¡y se habla de ocupación! ¿Acaso ese territorio no les costó vidas y dolor? Eso se olvida. Sin embargo, en aquellos momentos se vivió el sufrimiento del desarraigo. Muchos noticieros cubrieron la información del desalojo de los “colonos” israelíes de sus tierras para devolverlas en son de una paz que nunca se hizo realidad. Lo que tal vez esperan los terroristas de Hamás en su modo de obrar y de pensar para rendirse es que los habiten oficialmente. Esta manera de imponerse responde a la de sus leyes y les generaría vergüenza, pero no las muertes de sus ciudadanos que tienen sin cuidado a sus gobernantes. Al contrario, se torna motivo atractivo y publicitario cuando los exponen como carne de cañón y logran crear una sensiblería sobre fallecimientos que ellos mismos propician con tal de ganar una guerra mediática.
Si Israel proclamara a Gaza como una anexión por el orgullo vejado, los de Hamás se verían obligados a declarar su derrota. Pero Israel jamás lo hará porque en sus planes no está expandirse sino cuidarse de sus enemigos, que no son pocos y con la firme y antigua intención de jamás querer vivir en paz con Israel, su peor enemigo desde la época de Mahoma. Su precepto dicta que matar a un judío es una gloria y que hay que hacerlo con lo que se tenga al alcance: una piedra, un arma o simplemente un cuchillo. Angustiante realidad la que se vive y no se divulga. Vale la pena recordar la ciudad subterránea que crearon al construir infinidad de túneles con fines mortíferos. Salieron a relucir, y no puedo quedar ausente de la honestidad que me propuse al abordar esta beligerancia. Para el judío la apuesta a la vida es esencial, la defiende con garra y pezuña. Cuando entierra a sus héroes caídos en guerras lo hace con dolor, en cambio en la otra tradición se entierra con alegría por ser un nuevo “chaid” a quien esperan 72 o quizás más vírgenes que le darán el placer que le prohíben en la Tierra. El paraíso se les convierte en zona rosa mientras Israel sigue llorando, lamentando y añorando a sus secuestrados y a sus muertos.