El ataque contundente de Israel a Irán está cambiando la correlación de fuerzas en esta región y sus consecuencias políticas y geoestratégicas tendrán un gran alcance en la misma, Incluso podría provocar la caída del régimen teocrático iraní, lo cual sería un duro golpe para Rusia, que perdería uno de sus pocos aliados en la esta parte del mundo.
Asistimos a hechos históricos sin apenas poderlos digerir por la rapidez con que se están produciendo y los cambios profundos que están operando en Oriente Medio. No cabe duda que el ataque del 7 de octubre de 2023 contra Israel, en que fueron asesinados casi 1300 israelíes, significó un antes y un después en esta región y el final de un periodo en que ciertos actores gozaban de un papel protagónico en esta parte del mundo, como era el caso de Irán.
En apenas unos meses, Israel ha descabezado de una forma precisa, certera y rotunda al “eje de la resistencia” liderado por Irán y que incluía, a los hutíes, el régimen sirio, Hamás y Hezbolá. La influencia de Irán, a partir de ahora, será mínima en el Líbano, Siria, Cisjordania, Irak e incluso Gaza, donde Hamás seguirá siendo un actor político pero de escasa relevancia militar.
Por no hablar del mismo Irán, que ha sido atacado en el núcleo duro de su poder político y militar, con numerosas bajas entre los altos mandos policiales, militares y políticos, y que ha sido abandonado en la escena internacional por todos sus supuestos aliados, que más allá de una condena retórica no han movido ni un dedo por el régimen teocrático iraní. Turquía y Rusia, sus principales aliados en la región, se mantienen a la expectativa y actuando con cautela; ambos saben que el presidente norteamericano, Donal Trump, apoya las acciones militares israelíes y no quieren enojarle por lo que les pueda pasar. Además, hay otra razón clara: nadie quiere que Irán tenga armamento nuclear y se alteren los frágiles equilibrios regionales.
Más allá del alcance real que pueda haber tenido el ataque, sobre el que todavía no tenemos elementos fehacientes cuantitativos para juzgar su alcance, el mismo ha tenido un efecto simbólico de un gran peso, pues en el mismo han sido asesinados el jefe de las Fuerzas Armadas de Irán y el jefe del verdadero escudo del régimen, la Guardia Revolucionaria, el general Hossein Salami. También el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha anunciado que estos bombardeos israelíes en suelo iraní han propiciado la muerte del jefe de la sección de Inteligencia de la Guardia Revolucionaria iraní, Mohamad Kazemi, y de su ‘número dos’, Hasán Mohaqeq. Y, en las últimas horas, se ha confirmado la eliminación de uno de los más abyectos personajes del régimen, Ahmadreza Radan, el jefe de la Policía de Teherán, célebre por sus métodos brutales de represión y su fanatismo ideológico. Radan, apodado internacionalmente como “el Carnicero de Teherán”, fue blanco de un ataque preciso en el marco de la Operación “Rising Lion”, la más exitosa ofensiva militar israelí contra la infraestructura represiva y nuclear del régimen iraní en toda la historia del Estado hebreo.
Sea cual sea el resultado final de esta operación militar no concluida, en la que se debe descartar ningún escenario, ya que Trump apoya la misma e incluso podría implicar a los Estados Unidos en las operaciones militares, Irán, noqueada, debilitada y atacada sin apenas capacidad de respuesta, ha perdido su papel protagónico en Oriente Medio y me atrevería que el mundo, donde solamente cuenta con el apoyo de las miserables satrapías latinoamericanas, como Cuba, Venezuela, Colombia y Nicaragua, las cuatro que conforman la punta de lanza del antisionismo en esta región.
Mientras tanto, los ataques continúan, incluso con el lanzamiento de misiles por parte de Irán contra objetivos civiles israelíes, y seguramente continuarán hasta que haya constancia de que el programa nuclear ha sido completamente desactivado. Aparte de los cambios que se están produciendo ya sin remisión en Oriente Medio, crece la inquietud en Moscú. El temor principal es que la escalada bélica desemboque en un cambio de régimen en Irán, lo que pondría en riesgo la estrategia rusa de consolidar una “alianza antioccidental” en la región. Konstantin Zatulin, director del Instituto de la CEI en Moscú, advirtió en Telegram que “la situación se desarrolla en una dirección peligrosa para Rusia”. Rusia perdería un aliado en la región si cae el régimen iraní y el frente occidental en la zona aumentaría sus fuerzas, un golpazo imprevisto para Putin.