Prisma Internacional

Las cartas de Vladimir Putin en esta guerra

Dice el presidente norteamericano, Donald Trump, que el presidente ucraniano, Volídimir Zelenski, no tiene “cartas” para jugar en el gran juego que ha puesto marcha para auspiciar un plan de paz de veintiocho puntos para poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania. Un plan que, en palabras de su Secretario de Estado, Marco Rubio, cumple todos los “deseos rusos” y genera grandes suspicacias en Europa y la misma Ucrania, que nunca estuvieron en las negociaciones previas a la polémica puesta en escena del mismo en la sociedad internacional. 

El plan, en términos generales, cumple todas las expectativas del presidente Putin: la   inclusión futura de Ucrania en la OTAN queda congelada sine die y sin expectativas a la vista; Kiev tendría que ceder el 20% del territorio ocupado -cuatro departamentos ya anexionados por Rusia: Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia-; el ejército ucraniano tendría que reducir sus fuerzas militares; se legitimaría de una forma subyacente  la anexión de la península de Crimea, anexionada en el año 2014 por Rusia, que sería considerada “legal” por los Estados Unidos, aunque no se la cite en el plan; y Ucrania, al ser declarada “neutral” y quedar margen de la OTAN, quedaría en una suerte de limbo geoestratégico y a merced de una hipotética y no descartable nueva agresión rusa. También se levantan todas las sanciones a Rusia y Putin recupera su imagen de gran líder internacional a los ojos del mundo. 

Putin, que ha visto en estos últimos meses como sus fuerzas militares desde la ofensiva del verano han ocupado algo más de 500 kilómetros cuadrados, con un alto coste en vidas humanas y sacrificios no cuantificable, quizá piensa que puede obtener todavía una victoria total y absoluta sobre su enemigo ucraniano y, en sus planes, cuenta con la inestimable ayuda de Trump, que siempre se caracterizó por machacar al débil, en este caso Zelenski, y premiar al fuerte, en este caso el agresor, Rusia. Qué gran juego maestro, camarada Putin. 

De firmarse el plan, algo no descartable dada la debilidad de Ucrania, acuciada por problemas internos por varios sonoros casos de corrupción, un déficit de medios humanos en las fuerzas militares ante la salida de miles de jóvenes ucranianos del país que no quieren sacrificarse en la carnicería y el escaso o nulo protagonismo de Europa en la resolución de esta crisis -la Unión Europea (UE) no ha participado en el plan de paz de Trump-, los “deseos rusos” a los que aludía Rubio se verían satisfechos. 

Malos tiempos para Ucrania 

Pese a la retórica de los líderes europeos, en el sentido de que premiar con ventajas territoriales a Rusia es inmoral e injustificable, el margen de maniobra de Zelenski es muy limitado y no parece que hayas planes alternativos -la contrapropuesta europea al mismo elaborada por Francia, Alemania y el Reino Unido ya ha sido rechazada por Moscú- para salir de la crisis. Aparte de estas consideraciones, en Ucrania reina el cansancio, la decepción y el pesimismo tras años de guerra, muerte y bombardeos, y el plan de paz ni siquiera contempla que los criminales de guerra rusos que han perpetrado numerosas violaciones de los derechos humanos, incluyendo el secuestro de miles de niños ucranianos y torturas terribles a los prisioneros de guerra, vayan a responder por sus crímenes. Es una paz sin justicia, absolutamente putinesca. 

No cabe la menor duda que en este plan subyace que los líderes de Rusia y Estados Unidos se están repartiendo negocios y esferas de influencia al margen de los principios estructurales del derecho internacional contemporáneo, dejando fuera de juego a la UE, Ucrania, las Naciones Unidas y la agónica OSCE. Europa, y mucho menos Ucrania, tienen garantizada su seguridad, ya que el vínculo transatlántico entre Europa y América del Norte está en entredicho mientras Trump siga en la Casa Blanca. (El Artículo 5 de la OTAN  consagra la disposición de defensa colectiva que establece que un ataque armado contra un estado miembro se considera un ataque contra todos, obligando a los demás miembros a ayudar al país atacado con las medidas necesarias, incluso el uso de la fuerza armada). Pero esa solidaridad transatlántica es ya pasado, con Trump ha saltado por los aires. 

Este acuerdo de paz, retocado o no, es una rendición incondicional en toda regla de Ucrania y al presidente Zelenski le resultará muy difícil firmarlo en los actuales términos. Y, de firmarlo, tendrá que aceptar una humillante responsabilidad ante su pueblo y ante la historia de cara a la posteridad. Aparte de la capitulación ucraniana, este plan establece acuerdos bilaterales de cooperación económica entre Rusia y Estados Unidos, el “blanqueo de Putin” y el retorno de Rusia al escenario internacional con el levantamiento de las sanciones. Está claro, que las cartas de Putin en esta guerra eran las mismas que las del presidente Trump desde el principio de la partida.