Navidades es una época que evoca a las puertas giratorias. Los grandes almacenes de nuestra infancia contaban con ese artefacto que para uno, que apenas comenzaba la vida era mágico, porque uno veía como la señora delgada de rojo abrigo entraba por ella y salía un bigotón de camisa azul. Pero los años y las realidades vividas nos llevan a otra puerta giratoria, esta con olor a muerte y desesperanza.
Desde que Chávez ascendió al poder, los presos políticos en Venezuela ocupan las páginas de todos los medios de información de manera diaria. Gente que, por opinar de una manera distinta a cualquiera de los esbirros que mal gobiernan al país desde hace 25 años, es acusado de delitos inverosímiles que acarrean condenas de 25 a 30 años de prisión, dictadas por jueces serviles que además ven cómo semanas después, gracias a visitas de supervisores de Derechos Humanos de la ONU ó del Fiscal de la Corte Penal Internacional, ven entonces esas penas conmutadas a prisión domiciliaria ó libertad y hasta el exilio forzado, hechos que tienen la única finalidad de buscar lavarle la cara al régimen y que a veces, pocas pero importantes, logran su cometido.
Pero mientras se liberan a 10, la dictadura inmediatamente apresa 12 y los acusa de los delitos que perdonó a los 10 anteriores, activando así la puerta giratoria del terror, en donde con la misma frecuencia, se ven familias llorando de la emoción por la liberación del ser querido y justo al lado otra que amargamente ve como su gente ingresa a los salones de tortura de la revolución. Es simplemente espeluznante.
En donde todos, los entrantes y los salientes comparten historias, es en las violaciones, vejámenes, traumas y terrorismo que los acólitos de Nicolás les proveen y que a muchos, cuando tienen extremada suerte, les envía con secuelas que perdurarán una vida a sus hogares, en donde vivirán detenidos provisoriamente, con su alma privada de libertad y sobre todo en los niños y jóvenes detenidos recientemente, sin ese tesoro hermoso de la adolescencia y juventud.
Las puertas giratorias, además, son el preámbulo a muerte. Recientemente un trío de los presos post electorales fallecieron en extrañas circunstancias. La única solución que este oprobioso régimen propone es esconder los cadáveres ó entregarlos cremados a sus familiares ó peor aún, enterrarlos en cementerios públicos sin ceremonia fúnebre de ningún tipo y en camposantos que quedan a 300 kilómetros de la familia del occiso, enterrando los restos en la distancia y el olvido.
Esto de seguro va a terminar, como todas las patrañas de esta dictadura hija de la cubana y sobrina de la nicaragüenses y entonces podremos al fin contabilizar y curar a nuestros presos y muertos y aplicar la justicia contra perpetradores, colaboradores y su comparsa de indignos. El día llegará pronto.