Plano Secuencia

Porrón y cuenta nueva

A Coruña no existe. Les aseguro que no: no como creemos que han de existir las realidades que vivimos. La capital gallega resulta ser solo una inventada geografía sujeta en un muro atlántico por una chincheta gigante llamada Torre de Hércules. A lo mejor, en todo caso, un espejismo de cielo, mar y tierra. Una imaginación que nos han creado brujas, demonios, diaños, meigas y trasnos. Y en esta suposición espacial la verdad no es lo aparente:

-    Mira, gente con paraguas.

-    ¡Pero qué va a estar lloviendo! ¿Tú imaginas, Uxía?

Porque… A ver… En esa ciudad. Un día de agosto. Un paseo por la calle Franja. Un número. 16. Bodega Priorato. Entramos ustedes y yo. Un domingo, por ejemplo. Iluminación de otoño. Sí, luz otoñal en verano. Un interior sin ventanas. Sillas de madera. Mesas de madera. Unos camareros muy veteranos, con muchas tablas. Con tiempo. En nuestro tiempo. Una clientela de edad. De nuestra edad. De otras edades.

-    ¿Qué va a ser?

Y no. Allí nunca pediríamos un «calentador de osos polares de Alaska» al gusto de Buddy Love en El profesor chiflado (Jerry Lewis, 1963). Ya saben ustedes, un Alaskan Polar: un chorro de vodka, un poco de ron, algo de bíter, unas gotas de pinard, una copita de vermú, una copita de gin, un poco de coñac, una corteza de limón, una corteza de naranja, jerez. Y, para finalizar, whisky. Servido en vaso grande. Otra vez, no: Bodega Priorato no forma parte de los sitios del Día de la Tapa, el Festival de la Tapa, la Fiesta de la Tapa, la Jornada de la Tapa, la Ruta de la Tapa o la Tapa Fashion Week in the MIddle of the Way. Allí, vino del Priorato. En porrón o en vaso. Y acompañado de dos pequeños platos a modo de bandejitas para cacahuetes: uno, con maní; otro, para las cáscaras. Todo parece un local de resistencia a lo cool, a lo top, a lo trending topic. Un sitio de otros aires, quizás. Por eso, no son extrañas las palomas que entran volando desde la calle. ¡Ese fruto seco en las mesas o el que puede caer al suelo! Pájaros mensajeros de otros antaños. Momentos en los que se veía natural beber de una pequeña redoma de vidrio y hasta chupar la punta de su pitón para sentir la última gota, como ahora hacen dos viudas.

Hoy en día algunos más de estos históricos rincones brigantinos se mantienen, sí, como Ultramarinos Anxeriz, donde se presenta todo tan bien ordenadito que me siento en casa. «Charcutería, embutidos, fiambre al corte, jamón serrano, pavo, queso en barra, venta de frutas y verduras, manzanas, naranjas, piñas, aguacates, tomates, hortalizas, patatas, zanahorias, panadería, barras artesanas, bollas, chapatas, bollería artesana, croissants, donuts, dulces, snacks, chocolates, conservas variadas. Más de 43 años en el sector (desde 1981)». Otros comercios han muerto para siempre, envidiando al vivo café que se traza en La colmena (por el gallego Camilo José Cela, 1951). «Muchos de los mármoles de los veladores han sido antes lápidas en las Sacraméntales; en algunos que todavía guardan las letras, un ciego podría leer, pasando las yemas de los dedos por debajo de la mesa: “Aquí yacen los restos mortales de la señorita Esperanza Redondo, muerta en la flor de la juventud”, o bien “R. I. P. el Excmo. Sr. D. Ramiro López Puente. Subsecretario de Fomento”». Hay lugares que resucitan con nuevo estilo: Casa Cuenca. En 1947. «Ultramarinos finos, artículos de entrepot y provisionistas de buques, comercio tradicional, lubricantes Shell, servicio a domicilio, productos gallegos, conservas, gran selección de bebidas, vinos, carne de cerdo, etc. Se envasa al vacío». Y en 2024: «Última semana de ventas. Estaremos hasta el sábado 18. Cierre por reforma. Disculpe las molestias causadas. Nos vemos a la vuelta. Gracias». Y, por último, negocios que se reencarnan en diferentes negocios. Hoy, así, nuevas realidades, nuevos tiempos, en los que ante lo viejo, muchas veces, borrón. Porrón y cuenta nueva.