La mirada del centinela

Pepa

Nos hemos acostumbrado a generar polémica por cualquier causa o asunto. La última de esas polémicas apunta a un dibujo animado, Peppa Pig. Hace unos días, la secretaria general de Transporte Terrestre, Marta Serrano, acusaba a Peppa Pig de ser la responsable de que no haya mujeres trabajando en el sector de la conservación de carreteras o la construcción. Dice que, en esas series de animación para infantes, solo se ven obreros grandes y musculosos, lo que genera un estereotipo en los niños y condiciona su percepción del mundo laboral. 

La señora Serrano debería proponer que fuera la propia Peppa Pig quien saliera cavando zanjas en la serie de televisión, que mamá Pig fuera la oficial de primera y papá Pig y George dos peones autónomos con un contrato firmado hasta final de obra. Eso cambiaría los estereotipos de género y todos seríamos felices. Los niños que crecen viendo los dibujos de Peppa Pig serán machistas, esa es la conclusión. En nuestra época, la de Heidi, también echamos de menos que las cabras de la angelical niña de los Alpes no se manifestaran por sus derechos caprinos. ¿Qué es eso de pastar en la montaña sin más? ¿Dónde quedan sus derechos, la justa reivindicación de una vida sin cuernos, sin balidos y sin barbas? Las cabras no se merecen una serie que ningunee sus derechos. 

Cuánto mal está sembrando la aparente bonhomía de Peppa Pig y su familia. Su ejemplo es terrible para las nuevas generaciones. Menos mal que la señora Serrano, ingeniera de Caminos, Canales y Puertos, nos previene de esos males y nos estimula a cambiar de canal y poner películas de acción, donde la violencia impere y no aparezcan cerdas marisabidillas que manipulen las conciencias de los más pequeños de la casa. 

Gracias, señora Serrano, es usted el látigo que necesita la ética de la animación. Cuando yo era niño, Barrio Sésamo era un referente educativo para los niños de entonces. Resulta que, Epi y Blas, son pareja de hecho. Esto lo hemos sabido muchos años después, nadie se planteaba qué tipo de relación mantenían. Sin embargo, a pesar de lo que afirma su creador, no nos formamos ningún estereotipo, no crecimos pensando que, si esos muñecos eran homosexuales, lo lógico y razonable sería que todos los niños fuéramos gais. La maquinación mental de una persona no debe agitar el razonamiento de una comunidad. Si nos ponemos a revisar (censurar) toda la programación que emiten las televisiones no nos quedaría tiempo para construir un mundo mejor. 

En la misma serie de Peppa Pig aparecía una pareja de lesbianas madres de una osita amiga de Peppa. Un hecho que generó polémica en su día. Ni esa pareja de osas ni los musculados operarios crean estereotipos que condicionen las conductas de nuestros hijos. A partir de ahora, la desdichada Peppa ha quedado marcada, ha caído en desgracia, qué será de ella, quizá tenga su futuro en la secretaría general de Transporte Terrestre. Lo veremos en próximos capítulos de su celebrada serie. A veces, los cargos públicos, son el peor dibujo de la sociedad.