LA MIRADA DE ULISAS prefiere decantar las situaciones antes de empezar a escribir sin argumentos válidos o sin la realidad enfrente para sacar sus propias conclusiones y, sobre todo, sin esperar que alguien lo haga por ese atisbo que se quiere alerta y humano.
Lo que nuevamente observó el mundo, ayer octubre 1 del 2024, luego de un ataque similar al ejecutado el 14 abril del mismo año con centenares de misiles lanzados de modo indiscriminado para atacar a la mayor cantidad de población civil sobre el territorio israelí, es que el terrorismo ya sea proveniente de Irán, Siria, del Líbano, de Gaza o del Yemen por sólo nombrar algunos países que se alinean a esa actitud o modalidad, es el verdadero causante de la guerra en el Medio Oriente. Los chiitas, los más extremistas en su manera de pensar y obrar, en ningún momento anhelan establecer nexos de paz. Cultivan el odio para fortalecer sus posiciones y creencias. La paz como concepto sería ir en contra los mandatos del Corán, que desde sus textos propician el odio al judío y al infiel. Los considerados infieles serían todos los demás que no se acoplen a los mandatos de Mahoma, un dios que propicia la muerte para eliminar a toda persona considerada enemiga o ausente de su fe y de sus exigencias. Bien conocidas en el mundo occidental como diversas a todo lo que promueven los derechos humanos, la tolerancia y el respeto; valores universales y bien luchados en un mundo más evolucionado para que todos los individuos desde su diversidad tengan aceptación y admisión en sociedades que se declaran plurales y más humanistas como deben ser las democracias.
Anoche una vez más se pudo constatar a nivel mundial que las armas mortíferas estaban predestinadas a matar a una población desprovista de armas. Aterrorizados individuos o familias resguardados en refugios para evitar víctimas inocentes, como tanto las anhela el Corán y sus disposiciones. Y su lema es: “peguen duro que mientras más muertes se logren, mejor se cumplen las consignas de nuestro terror”, disfrazadas bajo la falsa idea de una defensa territorial. Es claramente una guerra de civilizaciones bajo la mirada de los mismos conceptos de supremacía de una religión, cueste lo que cueste. En esa realidad, la vida ajena poco importa o es motivo de alegría ensartar sus corazones en la muerte.
Y la gran pregunta que la mirada de Ulises se hace es ¿por qué con tanto dinero? que disponen esos gobiernos no han sacado de la miseria a su gente, ¿por qué si se saben en guerra? no les han creado refugios para protegerlos, en cambio han construido tanto en Gaza como en El Líbano túneles para invadir de manera baja (y es el caso de subrayarlo!!! ) a Israel y matar a judíos o a todo aquel que se halle en su territorio, bien pueden ser los musulmanes israelís que gozan de una vida más cómoda y beneficiosa que la de sus hermanos en países vecinos. Resulta una cacería que no cesa y que les produce recompensas, que uno como persona abierta a otra cultura no puede entender y se permite condenar, ya que la vida es un principio que se debe defender a toda costa. Lo que trata de hacer el ejército israelí al alertar e informar a la población civil que busquen refugios y se protejan de sus ataques. Hay que resaltar que tantas veces los individuos, que bien pueden ser niños, mujeres o ancianos, son puestos como carne de cañón para aumentar la sensibilidad del occidental, que padece con cualquier muerte, justamente por los valores adquiridos. En cambio, los terroristas promueven la muerte bajo el dogma: que luego de actuar como los asesinos que son se les promete la llegada a un paraíso donde varias vírgenes esperan al héroe (el tal “chaid” que al matar vilmente puede alcanzar esa “conquista prometida”) y yo desde mi mirada me permito ponerlo en entredichos. ¡Aunque nadie ha regresado para contarnos si están en lo cierto! Pero sin duda alguna, sería una locura contemplar esa creencia como la que deba regir a la humanidad, que de por sí resulta bien cruel y desordenada. Con proposiciones de ese orden, imagínense, queridos lectores, adónde llegaría el hombre con su salvajismo a cuestas, que sólo se controla con leyes impuestas por un Dios que se quiere justo y más compasivo, sin las barbaries que el terrorismo proclama.
El mundo, que debe abrir bien sus ojos, vio por segunda vez cómo el cielo de Israel parecía un juego pirotécnico del horror, mientras los habitantes de todo Israel en pavor se vieron obligados a meterse en una celda de protección. Y sin importar si eran católicos, musulmanes, judíos o sin religión alguna; a todos por igual se les exige esas medidas de protección al diseñar viviendas. Es obligatorio por ley construir el pequeño bunker o el resguardo de la salvación. Son exigencias que hace el gobierno para asegurarse de que su población, tan heterogénea, pueda aspirar a preservar su pellejo y el de los suyos. En vez del mundo aplaudir estas regulaciones, de forma hipócrita atacan a Israel por defenderse de sus agresores, que no son pocos y ubicados en todas las fronteras de Israel. Nación que libra una guerra en varios frentes y que el mundo condena su legítima defensa. Olvida quién fue el agresor. ¡Vaya hipocresía la que estamos viviendo! Ningún gobierno de la tendencia que sea quedaría indiferente ante un ataque como el perpetuado el 7 de octubre, que dentro de pocos días se conmemora como otra calamidad para el pueblo judío. Una insensatez que en el siglo XXI parecería estar lejos de nuestros conceptos e ideales. Se revivió lo abyecto que tiene el hombre en su haber cuando sólo se pretendía festejar la vida y la paz entre los pueblos, bajo la unión y compañía de varias y múltiples nacionalidades en un terreno que propiciaba esos valores. Lamentablemente y con mucho dolor el festejo terminó en un sacrificio humano y una indiscutible destrucción. Un espanto difundido por los mismos violadores y asesinos desde sus propias cámaras para hacerse al autobombo de algo que consideraban como lo propio y pertinente de hacer. Con la triste finalidad de celebrar una victoria, que deja mucho que decir de la condición humana, o por los menos de los principios ajenos al mundo del progreso y de avanzada. Hoy entramos a la celebración del nuevo año judío, que se refiere al año 5785, años de civilización, experiencia, vida y de sufrimientos además de los éxitos que son innegables y puestos a la vista de nuestro hábitat, la TIERRA. Morada que estamos lejos de cuidar y se merece mejor trato, como todo humano, al igual que los secuestrados que aún padecen la infamia. ¿Cómo es posible? que después de un año de cautiverio en condiciones infrahumanas no los regresen a sus hogares, donde realmente pertenecen.
La mirada de Ulisas que soy siente vergüenza de la imagen que en infinidad de televisores se proyectó o difundió sobre un país, como Irán, o de una civilización que hace de la muerte un juego artificial.