La conducta normalizada de las navidades, suele ser juntarse con familia y amigos, celebrar de una forma exagerada con bienes materiales y copiosas comidas y cenas; brindar por el final de un año, y el comienzo de otro, lleno de objetivos y metas que cumplir, de ilusiones y proyectos que visualizar y conquistar. Y de nuevo volver a la normalidad en nuestras vidas.
Sin embargo, como lo único constante en la vida es el cambio, existirán familias que se reunirán siendo uno o dos menos, familias que echarán de menos a esas personas que antes guardaban con una sonrisa su posición en la cabecera de la mesa. También existirán grupos de amigos que brindarán en recuerdo de alguno/a que ya no pueda hacerlo. Y una época que nos inculcan que debe ser de felicidad, no lo es.
No hace falta llegar a los extremos arriba mencionados. Por desgracia, en nuestra sociedad, muchas personas viven una soledad constante y desgarradora que en estas fechas las ahoga aún más. Ancianos que viven solos, migrantes sin arraigo, quienes carecen de recursos o enfrentan enfermedades, personas encarceladas, y un largo etcétera. Hagámonos eco de todas ellas, y reflexionemos como sociedad que podemos hacer para mejorar la calidad de vida de estos colectivos, definidos como vulnerables y que por desgracia, cada vez son más.
Porque la soledad no entiende de etnia, ni de posición social o económica, la soledad es una sensación de vacío abismal, de dolor por querer estar rodeado de alguien querido y no poder, no saber, no ser aceptado para ello, no tener siquiera la opción, la soledad duele, la soledad quita el aire, la soledad entristece hasta puntos inimaginables, la soledad da miedo. Y cada vez más, la sociedad actual se convierte en una sociedad individualista, donde lo que prima es el éxito y el poder, sin importar los medios muchas veces, lo que conlleva a una marginación de aquellos que a priori no nos aportan o no nos acercan a nuestras metas exitosas. Y comenzamos a verlos como obstáculos que entorpecen, ¿quién quiere hacerse cargo de un obstáculo?
Más que nunca y aprovechando estas fechas de aparente alegría, me gustaría aportar mi granito de arena y propiciar una reflexión sobre la importancia del cuidado mutuo en una sociedad compuesta por seres humanos, lo que implica un acercamiento a los más necesitados, un ejercicio empático sobre las necesidades de los demás, ofrecer una ayuda sin prejuicios, así como observar a nuestro alrededor y concluir ¿qué podemos hacer para mejorar aunque sea un mínimo la vida de esta persona que está frente a mí? La respuesta más simple y efectiva suele ser aquello que todos podemos ofrecer: nuestro tiempo, para escuchar, aconsejar o simplemente acompañar.