En el año 1.702, un sacerdote y músico, llamado Francisco Piquer y Rudilla (nacido en Valbona, Teruel en 1.666) introdujo en España la idea de los Montes de Piedad, creada mucho antes en diversos países y estableció el Monte de Piedad de Madrid, a partir de introducir un real en una cajita con el objetivo de proporcionar asistencia económica a los más necesitados.
Los Montes de Piedad, se instauraron en las grandes capitales de España, y fueron los cimientos de las cajas de ahorros que pasaron a llamarse "Caja de Ahorros y Monte de Piedad".
El sentido de su creación, fue institucionalizar el préstamo prendario sin interés, al tiempo que trata de difundir la devoción por las Benditas Ánimas del Purgatorio a través de sufragios en su favor, aceptando una amplia variedad de artículos como garantía del dinero prestado, con la intención de ayudar en aquellos difíciles tiempos de hambre, sufrimiento y esperanza, a los más necesitados.
El Monte de Piedad de Madrid del sacerdote Francisco Piquer, se convirtió en una institución social de caridad y éxito sin ánimo de lucro, ofreciendo a los ciudadanos la oportunidad de obtener préstamos justos a un bajísimo interés, cuyo margen servía exclusivamente para cubrir los gastos que originaba.
Los beneficios obtenidos de las subastas de artículos no reclamados se destinaban a obras benéficas como el apoyo a hospitales, ropa, zapatos y alimentación para los más necesitados.
La Entidad piadosa, aceptaba artículos ofrecidos como garantía para los préstamos. Estos artículos se evaluaban cuidadosamente y se almacenaban hasta que se completase el pago del préstamo. Si el prestatario no podía recuperar su artículo, se le otorgaba una prórroga de condescendencia tras la entrega de alguna cantidad a cuenta de la deuda antes de sacar a subasta la prenda, a la que el prestatario tendría preferencia de puja.
Después de acabada nuestra guerra civil, la labor del Monte de Piedad resultó ser para miles de familias un desahogo o por lo menos una ayuda inconmensurable. Es muy posible que entre los años 1.939 y 1.960, no hubiese ningún madrileño adulto, que no utilizase la facilidad de obtener una ayuda para comer, pagar una deuda o comprar una cama y un colchón.
Las colas de necesitados a veces sumaban 60/80 y más personas cada día. Nadie salía disgustado y todos agradecidos. Algunos, la mayoría, empeñaban medallas con su cadenita de oro, plata o bisutería; pendientes, gemelos, pulseras, brazaletes, pisa corbatas, relojes de muñeca, de pared con péndulo, de caja alta o de caja baja; máquinas de coser, radios, ánforas, soperas de plata; candelabros de plata y bronce; figuras de cerámica, de plata, de bronce; lámparas, mesitas de marquetería; colecciones de libros; marcos de fotos, uniformes, condecoraciones, máquinas de escribir, .., y, mobiliario grande que hacía que se desplazase un tasador.
Los préstamos otorgados mediante el empeño de objetos de valor permitían obtener dinero en efectivo de manera rápida y sin trámites complicados.
La institución disponía de experimentados tasadores que si bien es cierto que a veces se equivocaban, no es menos cierto que cuando lo hacía, generalmente era a favor del necesitado.
El Montes de Piedad fue el primero en otorgar empoderamiento a la mujer, dándole acceso a crédito durante etapas históricas en las que no tenían acceso directo al circuito de financiación, pero.., las joyas formaban parte de su ajuar y tenían la posibilidad de empeñarlas para resolver necesidades de liquidez puntuales.
Las señoras, más allá de empeñar las joyas, muchas de ellas ya estaban incorporadas al mercado de trabajo. Tenían, incluso, la posibilidad de empeñar sus medios de trabajo, como las máquinas de coser, con el derecho a continuar utilizándolas en dependencias específicas en el propio Monte de Piedad.
En aquellos tiempos -muchos chicos se acuerdan hoy día- un señor bien vestido, habitualmente se encontraba en el pasillo de casa para no estar en la puerta dando origen a ser escuchados por un vecino. Era el prestamista. Un usurero para gente muy humilde, que no pudiendo cumplir el plazo de devolución de las cuotas mensuales, triplicaban y quintuplicaban la deuda llegando al 200 y 500% sin otro escrúpulo que no fuese la práctica habitual de todos ellos.
También existieron los Monte Píos, que eran fondos, cajas o depósitos de dinero formados ordinariamente con autorización del Gobierno y previa la aprobación de sus estatutos, con los descuentos que se hacían a los individuos de algún cuerpo o clase o por contribución de los mismos para pensionar a sus viudas o huérfanos y facilitarles auxilio en la vejez y enfermedades.
Fueron creados en distintas épocas, siendo su objeto evitar la mísera situación en la que quedaban reducidas ordinariamente las familias de los servidores del Estado cuando estos fallecían.
El más antiguo de los Montes Píos es el militar, establecido en España el 20 de abril de 1761. Además de los descuentos que pesaban, no solo sobre las clases que tenían opción a las pensiones, sino sobre todos los militares, aunque en ningún caso pudiesen disfrutar de su beneficio. Se aplicaron a este Monte Pío las herencias de los militares y demás individuos que gozaban de él y morían ab intestato, sin tener pariente.
Estaban también los Monte Píos civiles, que daban asistencia a ciudadanos trabajadores de entidades, instituciones y organismos para cubrir aquellas necesidades necesariamente imprescindibles en situaciones precarias o de extrema necesidad.
Estos Monte Píos, daban cobertura benéfica a profesionales titulados y trabajadores sin cualificación pertenecientes a la Entidad que fuese, previa mínima retención en la nómina de los empleados.
Nostalgia de un pasado lleno de dulces recuerdos, que no queremos olvidar, no solo porque forman parte de nuestra vida y vivencias, sino porque gracias a ellos, hemos adquirido una referencia que nos permite contrastar y darnos cuenta de cómo el sentido común y la convivencia solidaria la han ido perdiendo las siguientes generaciones.