Esta semana, la madre de un buen amigo se convierte en centenaria. Después de haber tenido ocho hijos y padecido un pequeño ictus, se encuentra razonablemente bien, bastante mejor que Rafaela Aparicio en la película de Saura. ¿Qué puede informarnos la ciencia sobre el envejecimiento saludable? El único consenso claro es el beneficio del deporte, cierto que la madre de mi amigo nunca lo practicó, aunque siempre tuvo una actividad frenética. La sociedad busca soluciones más sencillas, como tomar un medicamento. Hoy existen dos alternativas muy prometedoras: la metformina y la rapamicina.
La metformina es un viejo antidiabético oral que tiene efectos beneficiosos sobre el metabolismo de la glucosa y ayuda a controlar el peso corporal. Sin embargo, interfiere en la adaptación de nuestro organismo al deporte, lo que supone una contradicción. Estaría solo indicada en pacientes sedentarios, especialmente si padecen el llamado ‘síndrome metabólico’, que es para lo que se utiliza en la práctica. Si este no es el caso, resulta preferible montar en bicicleta practicando ciclismo aeróbico con una ayuda eléctrica, lo que nos permitirá aumentar el consumo de oxígeno (VO2 max), asunto clave para prevenir los síntomas del envejecimiento.
La rapamicina es un inmunosupresor procedente de un microorganismo que se aisló en la isla de Rapa-nui. Se ha utilizado desde hace años para evitar reacciones injerto-huésped en los pacientes trasplantados. Más recientemente se comprobó que actuaba inhibiendo una proteína llamada mTOR, un regulador clave del crecimiento celular y el metabolismo. Dado su efecto inmunosupresor parecía inviable utilizarlo como un medicamento para el envejecimiento, pero se ha investigado en pacientes a bajas dosis comprobando que así actúa modulando la inmunidad. Esto abre una perspectiva positiva para la rapamicina que deberá todavía verificarse en ensayos clínicos.