La mirada de Ulisas

Luz para la sana convivencia entre los humanos

LA MIRADA DE ULISAS con los ojos bien abiertos se paraliza hasta poder reaccionar sobre hechos que la impactan. Los comparte con sus queridos y asiduos lectores para mostrar realidades, que quizá no conozcan o no alcanzan a dimensionar de la misma forma, que una vista que hurga verdades y las siente en profundidad. Los ojos dicen que son el espejo del alma. Y cuando se tiene un espíritu inquieto que se detiene, en actitudes que le importan como el mío, el corazón precisa bucear en la condición humana. Resulta un ejercicio vital para el atisbo de Ulisas que jamás pierdo de vista. Escucho y veo asuntos de gran interés para informar a mi audiencia.

Hace pocas horas cayeron dos misiles sobre Tel Aviv enviados desde el sur de Gaza. donde tienen lugar los combates y siguen detenidos los rehenes, israelíes y de otras nacionalidades, de la espantosa masacre del 7 de octubre en la frontera. Y me pregunto ¿Qué país o nación? permiten exponer a su población civil a los incesantes ataques de una banda donde se alojan terroristas bajo túneles de la muerte, dispuestos a borrar de la faz de la tierra a todo judío o infiel que no se convierta a su religión. Extensos y sofisticados pasadizos bajo tierra construidos para atacar judíos y proteger sólo a los gobernantes de Hamás y sus secuaces. ¡Todo ello facilitado con ayudas internacionales de instituciones que supuestamente condenan el terrorismo. ¡Vaya ironía!

Tantas contradicciones en una guerra que uno no entiende el ¿por qué? no existen límites en la forma de actuar en los conflictos armados, sin tomar en cuenta las gravedades de la maldad y las atrocidades que se dan.

Y justamente, mi mirada ensopada de lágrimas quiere señalar un hecho que me dejó perpleja. Uno de esos terroristas con cara de Lucifer, porque no pueden tener otra cuando se someten a las leyes diabólicas ya que todo en ellos se impregna de una expresión y un sentir satánicos, contaba lo que les voy a narrar enseguida. Me he demorado en llegar al punto que anhelo tratar porque si lo abordo de una, seguramente, tendrán el mismo shock que yo. Dicen que las imágenes son más fuertes que las palabras, y yo como la mirada que no cesa de indagar, me vi frente a una escena que me pareció espeluznante. Un terrorista declaró que primero su padre violó a la joven israelí, luego su hermano y por último él, sin saber si ya habían pasado otros por ese cuerpo frágil de la indefensa muchacha sometida a abusos sexuales. No deseo imaginarme la reacción de los padres de secuestradas que se enteraron de estas revelaciones o deformaciones mentales. Me pongo en el pellejo de esas personas y me digo, prefiero que esté muerta a que cometan semejantes monstruosidades con mi hija, mi familiar, mi amiga, mi compatriota o mi prójima. Desear la muerte de un ser querido para defenderla de perversidades resulta quizá un argumento válido, aunque bien punzante, pero ante tales desmanes y violencias sólo una solución drástica pone fin a tanto padecimiento. Y sabido es que los rehenes han sido sometidos a las peores torturas no sólo físicas sino emocionales. ¡A deducir cuántos siguen con vida! De un modo tan despiadado han sido tratados que la inquietud que viene al caso es: si en esas mentes tan distorsionadas existe el menor sentimiento humano. No puede ser que  habite en ellos tanto aborrecimiento hacia el semejante. ¡Cómo se puede uno llenar de tanto odio! Por un momento, mi mirada se colocó en el corazón de esos padres, y tuve que salir inmediatamente de sus corazones por no poder aguantar el padecimiento que manaba de ellos. Con mi propio malestar ya era suficiente. El corazón de mi mirada estaba partido y en llanto. No dudo que mis lectores y las personas normales perciban este sufrimiento como propio y condenable.

Mi mirada, la de esta Ulisas, que viene a contarles hechos, no resiste tanta crueldad. E implora que abran bien los ojos: porque primero atacan a los judíos, luego vendrán otros, que tal vez sean ustedes. La lista será grande. ¡Despierten por favor! La brutalidad no tiene razón de ser en ninguna sociedad. No aguanta ni tolera la suciedad de almas perdidas en creencias que dañan a las comunidades y a los ciudadanos de bien. Hombres y mujeres que en sus procesos evolutivos y democráticos salieron de la oscuridad en hallazgo de una luz, anfitriona de buenos fundamentos para la sana convivencia entre los humanos, que debemos ser todos.

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