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Luis Mazzantini, el torero italiano

Luís Mazzantini y Eguía, fue el primer torero de origen italiano. Su padre Giuseppe Mazzantini de nacionalidad italiana, su madre Bonifacia Eguía, vascuence (España). Según datos, nació en Elgóibar en el año 1856, pero otra biografía del torero confirma en Pistoya-Toscana (Italia). 

Lo cierto es que su niñez la hizo en tierras vascas, formando parte de una familia acomodada. Sus primeros estudios fueron entre Italia y Francia. Su padre cuando se estableció en España, trabajó en los ferrocarriles vascos, región donde contrajo matrimonio.

En 1877, Luis vuelve a España con la carrera terminada en Artes y empieza la de militar, no sin antes haber aparecido su nombre en carteles taurinos de festejos populares en los Campos Elíseos franceses. Se coloca de secretario particular con un personaje político de la Corte de Amadeo de Saboya. Un año después ingresa de telegrafista en los ferrocarriles del Mediodía. En 1880 lo nombran factor-jefe de estación de Santa Olalla (Toledo).

Pero acuciado en ayudarle a su mujer con la que casó bastante joven, como a sus hermanos para los estudios, se daba cuenta que el empleo que tenía nunca podría darles solución económicamente, optando querer ser torero, frecuentando capeas alrededores de Santa Olalla, con los consiguientes disgustos de sus jefes que, por su afición, abandonaba asiduamente el trabajo de responsabilidad. Al final tuvo que dimitir obligadamente del cargo. 

Con el poco dinero que ahorró, compró su primer traje de luces. A él se le atribuye un dicho: “en este país solo se puede ser torero o cantaor”, por cierto, también hizo sus pinitos como tenor en un coro.

Empezó matando becerros a estoconazo limpio que, con el tiempo serían certeros volapiés. Pronto llegó a codearse con las figuras del momento. Por su primacía en la suerte suprema, hizo patente en el ambiente taurino, hasta el punto que la familia Real asistió a la plaza madrileña para verle estoquear en su debut.

En torno a la figura del primer torero Licenciado en Artes, empezó a crearse una leyenda de un personaje del entorno que se movía, codeándose con las más altas esferas sociales. En realidad, fue precursor de propaganda para hacerse publicidad basada en hechos ajenos a la de torero.

Su elegante corpulencia, y atractivo físico, les sirvieron como virtudes para desenvolverse en el mundo social, entonces la mayoría de los toreros eran de procedencia humilde.

El granadino “Frascuelo”, lo alternativó en Sevilla, 13-4-1884, con el toro “Costurero” del ganadero Adalid, y un mes después, 28 de mayo, confirma la alternativa en Madrid, padrino el cordobés “Lagartijo”, con ganado de Murube.

La gran personalidad adquirida fuera de los ruedos, tan diferente del concepto de hombre, rompe y rasga, causaba indignación entre los viejos aficionados.

Una profesión en la cual la coleta de pelo natural era el signo identificativo de los toreros, no compatible con el frac en las fiestas de alta burguesía. 

Aunque no creara escuela en su tiempo, pero si fue pionero de los métodos publicitarios de imponer una imagen ajena a la actividad taurina que le valió mucho en su vida social.

No pasó de regular su toreo, a diferencia de sus grandes contemporáneos, como; “Lagartijo”, “Frascuelo” o “Guerrita”, pero su decisión y fuerza física, le proporcionaron muchas ventajas para matar los toros a volapié, que contundente les hacía rodar, fruto de ello, el gran éxito de su tauromaquia. Llegó a matar más de 2700 toros, cobrando por corrida seis mil pesetas en el año 1890.

Tuvo mucha vinculación con el Puerto de Santamaría, siendo el primer promotor taurino de allí, lugar donde pasaba largas temporadas, adquirió una extensa finca conocida por “El Recreo de Mazzantini”, tierras donde se enamoró de una bella gitanita, quien alegró más sus estancias portuenses, teniendo un hijo con ella.

A él se le atribuye de imponer el sorteo de los toros en las corridas, hasta entonces eran los ganaderos quienes fijaban el orden de salida de sus reses, para facilitar a las figuras los mejores toros. Pero por exigencia de Mazzantini, empezaría a sortearse en San Sebastián, 15-8-1896, haciéndose oficial en todas las plazas a partir del 1900. De lo cual, le causó dura batalla, pero al final la ganó.

Murió en Madrid, año 1926, pobre y olvidado, el que fuera también empresario de la plaza de toros madrileña y ganadero de reses bravas. Retirado de los ruedos fue concejal del Ayuntamiento de Madrid en 1906, Gobernador Civil de Guadalajara y de Ávila, entre otros cargos políticos.

De él dijo el crítico taurino Corinto y Oro “un Mazzantini se da cada siglo”, o el apodo que le pusieron sus mismos compañeros “el señorito loco”. Pero como italiano de buen gusto, enseñó a los demás diestros vestirse de etiqueta y frac en recepciones, mientras en aquel tiempo los matadores de toros vestían solamente de corto en contadas fiestas sociales.