Durante siglos, la práctica médica estuvo guiada por el humoralismo, esa teoría que atribuía la enfermedad a un desajuste de los fluidos internos —sangre, bilis, flema y atrabilis— y que condujo a terapéuticas más cercanas al tormento que al alivio. El médico, revestido de autoridad casi sacerdotal, se presentaba como un corrector implacable del “humor pecante”. Primero aconsejaba una dieta moderada, pero al menor fracaso recurría a purgas, sangrías, sanguijuelas y escarificaciones. El resultado era una medicina de la violencia, una suerte de martirio sanitario que inspiró a satíricos y dramaturgos como Molière o Quevedo, siempre atentos a señalar el absurdo de prácticas que enfermaban más de lo que curaban
No hablamos de anécdotas aisladas. El propio Areteo de Capadocia, uno de los médicos más célebres de la Antigüedad, recomendaba sangrar ampliamente a los pacientes, colocar ventosas encendidas sobre el pecho y aplicar sustancias irritantes en las heridas abiertas, convencido de que tales suplicios restituirían la salud. La literatura médica está repleta de estas instrucciones, redactadas con una serenidad pasmosa, como si fueran simples recetas de cocina.
El horror continuó hasta tiempos recientes. A mediados del siglo XIX, los tratados de oftalmología describen con detalle tratamientos que hoy nos parecen bárbaros: decenas de sanguijuelas aplicadas alrededor de los ojos inflamados, fricciones con ungüentos mercuriales, purgantes drásticos y cauterizaciones con sales corrosivas. El resultado, más que la curación, era a menudo la ceguera definitiva o la muerte. Y, sin embargo, el médico se creía fiel a la ciencia de su tiempo, ajeno al dolor que provocaba.
El contraste con la literatura de la época es revelador. Montaigne, en sus ensayos, prefería confiar en la naturaleza antes que en los médicos. Molière ridiculizaba la pomposidad de los galenos que, entre latinajos y solemnidades, sometían al enfermo a dietas absurdas y prescripciones crueles. Quevedo, siempre incisivo, retrató al médico como una figura tan temible como la misma peste. La crítica era constante: frente al cuerpo doliente, el médico de antaño aparecía como un verdugo bienintencionado.
Conviene recordar que no existían anestésicos ni antisépticos. Una simple cirugía —la amputación de un miembro, la extracción de una muela, la incisión de un absceso— se convertía en un suplicio indescriptible. El paciente debía ser amordazado y sujetado por familiares o ayudantes, mientras el cirujano, lanceta en mano, practicaba su oficio. La literatura, sensible a este drama, no podía callar: de ahí el eco de estas prácticas en las sátiras, comedias y memorias personales de la época.
Y, sin embargo, la historia no concluye en el espanto. La medicina ha vivido un cambio de paradigma que constituye una de las mayores conquistas de la civilización. A finales del XIX, y ya en el XX, con el descubrimiento de la anestesia, la asepsia y los antibióticos, comenzó una nueva era. El médico dejó de ser visto como verdugo y pasó a ser aliado compasivo. La terapéutica, antes expulsatoria y cruel, dio paso a la búsqueda del alivio, el respeto al paciente y la aspiración, no ya de prolongar la vida a cualquier precio, sino de asegurar que, llegado el final, este pudiera afrontarse sin dolor.
Hoy sabemos que curar no siempre es posible, pero aliviar lo es casi siempre. Frente a la imagen terrible de los antiguos enfermos maniatados y desangrados, la medicina moderna ofrece cuidados paliativos que garantizan dignidad, compañía y ausencia de sufrimiento. La historia nos recuerda lo que fuimos para apreciar mejor lo que somos: herederos de un pasado de tormento, pero también beneficiarios de un progreso que ha hecho de la compasión un principio fundamental de la práctica médica.
Quizá esa sea la lección última: no podemos evitar la muerte, pero sí podemos aspirar a una vida cuidada y a un final sereno. Si antaño la terapéutica fue tortura, hoy la medicina se define por el alivio. Es un triunfo silencioso, pero de enorme trascendencia: la posibilidad de morir, -y parir- incluso, sin dolor.