Desde sus inicios, el expresidente y exsenador de la República Álvaro Uribe Vélez, comenzó a forjarse un nombre dentro de la política colombiana. Después de sus estudios en Derecho de la Universidad de Antioquia, AUC se afilió a las filas del liberalismo.
Uno de sus primeros empleos fue la dirección de la Aeronáutica Civil, durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala. Después de que la DEA lograra identificar que el candidato Turbay Ayala había recibido dineros calientes del narcotráfico, el director de la Aeronáutica civil otorgó más de 200 licencias a aeronaves o pistas de aterrizaje, muchas de ellas en manos de narcotraficantes.
A pesar de las denuncias nacionales e internacionales, AUC siguió vivito y coleando, en su lucha por escalar dentro de la pirámide de la política nacional.
Eran los penosos años de la década del ochenta donde fueron sacrificados por el narcotráfico, el ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo, dirigentes de la Unión Patriótica -UP-, y que culminó en 1989 -el año más cruel- con el asesinato del candidato presidencial, Luis Carlos Galán.
Los años ochenta fue la época de un ‘parte de aguas’ donde vastos sectores del liberalismo, obnubilados por el narcotráfico y los “dineros calientes”, abandonaron las banderas democráticas, y desde el Congreso de la República, le vendieron el alma al diablo.
Fue el momento del auge del narcotráfico, y la creación de los grupos paramilitares. Justamente, el expresidente Uribe Vélez, cuando fue gobernador de Antioquia, creó las Convivir, una de las primeras fuerzas paramilitares que expropiaban tierras a los campesinos, y perseguían a los líderes sociales.
En 2002 Uribe Vélez gana las elecciones presidenciales derrotando al candidato liberal Horacio Serpa. Con su política de “Seguridad democrática” y persecución a a las guerrilla de las FARC, crece el mito de Álvaro Uribe Vélez entre los colombianos.
En 2006, un año antes de la finalización de su periodo presidencial, AUC hace cambiar la Constitución aprobando la reelección presidencial inmediata para sus intereses políticos.
Durante estos ocho intensos debates políticos, el pueblo colombiano recibió la tenebrosa noticia de las ejecuciones extraoficiales (mal llamadas “falsos positivos”), que a la fecha de hoy, alcanzan a 6504 víctimas.
Estos ciudadanos, en su mayoría jóvenes, eran aprehendidos por las fuerzas militares, y tras el engaño de que iban a tener un trabajo, en el lugar del sacrificio los vestían de uniforme guerrillero, y los mataban, para recibir prebendas y ascensos militares.
Fueron las madres de las víctimas que denunciaron este genocidio selectivo, bajo la consigna de “las cuchas tienen la razón”.
Hoy el ‘gran colombiano’ ha recibido una dura condena de doce años de prisión domiciliaria por sus delitos de soborno en actuación penal y fraude procesal.
Es la primera condena que recae sobre un expresidente en Colombia. El mito político ha caído.
La justicia, que está estrechamente unida a la verdad, es independiente de la política y de los medios. Nadie está por fuera de la ley.
Hay que valorar el trabajo valiente de las juezas Sandra Heredia y Carmen Ortiz; y de las fiscales, Luz Adriana Camargo y Marlene Orjuela, que jamás se amilanaron, a pesar de las amenazas de la extrema derecha.
Como dice el refrán popular: “la justicia cojea pero llega”.