La Receta

Kit de supervivencia

La Unión Europea ha descubierto que estamos en peligro. Ayer el mensaje era la amenaza de un cambio climático. Hoy estamos más preocupados por las grandes crisis. Y lo último que se les ha ocurrido, en el marco de una estrategia que parece razonable de preparación ante posibles situaciones de emergencia, es que “debemos pensar a lo grande, porque la amenazas son también mayores”, según dicen las Comisarias de ayuda humanitaria, gestión de crisis y preparación. 

Por eso, en estos días estamos oyendo que hay que prepararse para una situación de emergencia desconocida, de duración indeterminada, con consecuencias imprevisibles, lo que no impide que recibamos recomendaciones muy concretas sobre el contenido de un kit de supervivencia para 72 horas, que nos suena a apocalipsis zombi, y a cuyo albur han surgido desde ayer multitud de anuncios y ofertas en Amazon, Temu, EBay y otras plataformas comerciales. 

Tener dos litros de agua por persona y día está muy bien, aunque otros preferirían que no les falte vino, cerveza o destilados, que en situaciones de emergencia pueden ser una magnífica moneda de cambio para conseguir pilas, cargadores o latas de conserva, o todas las demás minucias del kit recomendado y homologado, que tendrán a mano los miles de personas obedientes a cualquier mandato gubernamental.

La Matanza. Pieter Brueghel, el Viejo 1526/1530
La Matanza. Pieter Brueghel, el Viejo 1526/1530

Nuestros abuelos de esto ya sabían. Algunos recordarán que lo mejor que se puede tener para aguantar una temporada es la matanza, que se puede conservar meses: chorizo, salchichón, lomo de orza, y sobre todo jamón. 

Hay que pensar en los demás: por ejemplo, yo tengo una ahijada que podría mantenerse exclusivamente de jamón ibérico de bellota, siempre que no falten picos y vino Godello, con agua no sería lo mismo. Para otra de mis ahijadas, mucho más pequeña, lo tengo mejor, porque el embutido puede sustituir su dieta, fundamentalmente cárnica y con patatas fritas y algún refresco, cuestión resuelta.

Muy distinto es el problema de los medicamentos. No son lo mismo los medicamentos para enfermedades crónicas que mantener un pequeño depósito para emergencias. Por ejemplo, se puede pasar sin lo que tomamos como preventivo durante bastante tiempo, aunque no sería nada bueno quedarse sin medicamentos que actúan de forma inmediata sobre los factores de riesgo cardiovascular, como los antihipertensivos, anticoagulantes y otros. No digamos la insulina, que además hay que conservar en frío, y que ni las farmacias podrían asegurar en caso de ausencia de corriente eléctrica. Así que cada uno debe dar prioridad a su propia supervivencia, manteniendo un pequeño depósito de los medicamentos que necesita. Además, sería muy útil contar con analgésicos, material de cura, cremas con corticoides y algún ansiolítico, por si los vecinos padecen una crisis nerviosa. Y los padres no pueden quedarse sin Apiretal o Dalsy.

Recuerdo perfectamente que cuando asesinaron a Carrero Blanco el 20 de diciembre de 1973, la gente salió sigilosamente de sus casas para vaciar las estanterías de los supermercados: fundamentalmente legumbres; en el 23 F también hubo rebatiña para llevarse conservas; y en el mes de marzo de 2020, con la pandemia, la urgencia se dirigió al papel higiénico porque los europeos modernos no tienen muy bien orientadas sus prioridades. 

Las emergencias van cambiando usos y costumbres, pero lo que tengo por cierto es que el kit homologado por la UE no valdrá nada al lado de una caña de lomo, jamón ibérico de bellota, o un buen vino. Tampoco será fácil que todos los europeos se pongan de acuerdo en lo que debe llevar el kit. Seguro que, llegado el caso, sobrará de todo lo que indican, y faltarán cosas mucho más imprescindibles para cada uno. 

Europa parece destinada nuevamente a equivocarse con su exceso de regulación. Seamos listos y tomemos nuestras propias decisiones. Nos irá mejor.