Férvido y mucho

Justa Sarna

Del 2004 al 2007, Arcadi Espada (AE) abrió un blog que históricamente se conoce por Nickjournal arcadiano. Siendo AE   periodista que no dejaba a nadie indiferente y habida cuenta de la novedad de un foro digital de nuevo cuño, prácticamente sin competencia, el Nickjournal se convirtió en efervescente ágora de debates, insultos, ligues, afectos, amenazas, elogios, reseñas, sablazos, odios, amores, eventos gastronómico-etílicos, xuntanzas, chismorreos, etc. Todo ello empaquetado con cierta dignidad intelectual en consonancia con el perfil lletraferit mayoritario de los participantes.  El arrojo y genio de AE fue comprender que aquel hervidero, aquella timba de gozosos acuchilladores de la noche (¡va por ti, querido Mercutio!) que se agitaban en todas direcciones y sentidos, sólo tenía gracia si podían expresarse sin censura. A pesar de alguna petición pusilánime de resabiados sectarios woke avant la lettre, AE se mostró firme y mantuvo activo el implícito lema de la casa (creo que de mi autoría): Aquí hay que venir ya llorados. Y, a ser posible, fornifollados.  Quiere decirse, mariconadas y censuras, las mínimas.

Recuerdo algunos nicks mayores, famosos: Marquesdecubaslibres, Kondesa de Toloño, Perroantonio. La Kondesa, de simpar belleza y distinción, falleció años atrás, para nuestro gran pesar. El Marqués –eminente científico, diestro en braguetazos, mecenas, gastrónomo, culto hasta la erudición, prolífico articulista, buen amigo, mejor padre, editor, reputado latin lover, bibliófilo, motero macho… and so on- posee una de las cualidades humanas que más admiro: inteligencia y sentido del humor singulares le permiten reírse de sí mismo con señorío inimitable. En la actualidad, retirado si bien militando en el sereno vivir pilota el blog Embustero y bailarín (Contra la ignorancia y el fanatismo). A Perroantonio, el poeta Josean Blanco (espero verlo pronto transitar estas páginas), no hace falta presentarlo, mantuvo brillantísima columna en El Mundo (Diccionario del Perro). Eso en cuanto a nicks mayores, nicks de fuste. Había asimismo en el Nickjournal nicks ínfimos, sin envergadura intelectual ni moral, alicortados vitalmente, resentidos, escoria humana, enfermos de odio al mundo y especialmente a quienes destacaban, verbigracia, el propio AE, Fernando Savater, Félix d’A, Félix d’O, etc.

Los nicks menores, no puede ser casualidad, eran todos de izquierdas. De esa izquierda cutre, inculta, ahormada, embridada, experta en lisonjas, buscona del halago y el premio, feroz para con el caído, obediente hasta la sumisión. Sobre todo, incapaz de abrir la boca ni opinar si no ha leído el editorial del día de El País. Destacaba un tal Comerciante de ultramarinos (o algo por el estilo) al que pronto los acuchilladores de la noche bautizaron Justa Sarna pues, al parecer, ese nick menor escondía a la plumilla Justo Serna. No lo sé fehacientemente, es lo que decían. De hecho, en mi opinión, de ser Justo Serna el nick Comerciante de ultramarinos no le iba demasiado bien. Mejor, Reina por un día. Al pobre Sarna, como no ligaba (ni con tíos feos, mira que es difícil), le hubiese gustado destacar en cualquier cosa. En lo que fuese. Aunque fuese en el comadreo maledicente.

El pobre Justa Sarna/ Comerciante de ultramarinos, o quien fuese, se hubiese dejado succionar…por el vértigo de aplausos, reconocimiento y prestigio en el entorno con el que interactuaba pagando su precio. Cualquier precio, el de la indignidad y el mamoneo incluido. Ya de aquella, en buen socialista, para mantener entre los suyos la fama sin gran esfuerzo, ameritándose en torerillo perfilero, soltaba cada dos por tres pellizquitos de monja. Jamás condenaba el terrorismo, insultando con la impunidad del silencio a los compañeros de las víctimas. Que éramos, de corazón, todos los que íbamos a las manifas de ¡Basta Ya!, especialmente Savater perenemente en la diana del terrorismo. ¿Cómo decirlo sin llamarle hideputa? Yo, es que le daba así, con toda la mano abierta.

Lo cierto es que la obsesión que resienten algunos personajes mediocres que quieren hacerse famosos interactuando con su medio social, a costa de lo que sea, ha sido clínicamente consignada desde hace mucho tiempo. Eróstrato, pastor de Éfeso, a falta de mayores méritos para pasar a la Historia plantó fuego al templo de Artemisa. En psicología clínica, se denomina síndrome/complejo de Eróstrato al trastorno según el cual el individuo busca sobresalir, distinguirse, ser el centro de atención, lograr la fama a cualquier precio. Justa Sarna está aquejado de erostratismo, sobra decir. Sin embargo, allende la sicopatología, sociológicamente es más interesante enfocar su caso desde La parábola de las comadres al ser chismosa y comadre de manual.

En La parábola de las comadres, Lord Dahrendorf discurre respecto a la aceptación de desigualdades sociales, no forzosamente económicas, legitimadas por jerarquías de prestigio, rango o renombre. Dahrendorf imagina una tertulia de ociosas roídas por el tedio que, sin acuerdo explícito, se entregan al comadreo, la única actividad intelectual que son capaces de practicar. El sistema de interacción que constituyen cristaliza y se orienta hacia un fin determinado: el chismorreo. Poco a poco va surgiendo una atribución tácita de niveles de prestigio en función de la calidad de los chismes que suministra cada una. Resumiendo, el sistema de interacción fraguado por las comadres acaba secretando una escala de prestigio indiciada por la importancia relativa de cada una al funcionamiento del asfixiante microuniverso. Ese es el microuniverso socialista en el que chapotea Justa Sarna esforzándose rutinariamente en mantener el bien ganado prestigio de comadre –y Reina por un día- con palmaditas en el hombro de Pepa Bueno, Jordi Gracia y, señoreando el panorama, la halitosis envolvente del Gran Cabrón. 

Si en lugar de comadres focalizamos nuestra atención en algún grupo socioprofesional que reúna características parecidas aparece como candidato idóneo el colectivo de profesores ambiciosillos y sin talento (lo propio de Sarna) pero con página en El País, aunque sea en la edición valenciana. Hastiados generalmente de un trabajo que detestan, rentistas por el giro que reciben cada mes, dados al muy castizo hábito de las tertulias (ahora digitales y desde casa), interactúan en plan comadres en aras de sobrepasar la jerarquía, el prestigio, proponiendo la melonada más gorda en el blog que regentan. El del susodicho canta precisamente de esta guisa Archivos de Justo Serna (mira tú, casi suena como Justa Sarna). Aunque el pobre hombre se esfuerza (acaba de sacar un libro de innecesaria lectura, el titulo lo dice todo: Fernando Savater. La deriva de un intelectual) no creo que Serna alcance jamás el momento estelar que tuvo aquella poetisa en agraz de su cuerda, en Público, ahora alcohólica confesa, con lo de la cachopolla (sic) de un su novio.  El título del libro de Serna es, de por sí, sintético compendio de sospechosa mediocridad, bajeza y arrastrada naturaleza del autor. Lo importante, en definitiva, es que para alcanzar el prestigio dentro del círculo del comadreo socialista hay que retener la atención por contribuciones negativas, cual grafiteros sin talento, pues las positivas, que aceptaría toda la sociedad, son muy difíciles de alumbrar.

Pero yo recuerdo perfectamente, y no olvidaré mientras viva, cuando escribían en las puertas de las familias de los asesinados por ETA: ¡Jódete, fulanito! En ese tiempo, Sarna equidistaba y miraba para otro lado mientras Savater asistía en hombre entero a los funerales de las víctimas. Otras virtudes aparte, Fer Savater fue, es y será un héroe por los siglos de los siglos ¡Jódete, Sarna!