A principios del siglo XIX, fue una época importante de tener como máximas figuras del toreo a Rafael Gómez “El Gallo” y Ricardo Torres “Bombita”, además de competir fuertemente entre sí en todos los ruedos. Aunque el carácter conformista de Rafael Gómez no sería el más idóneo para las confrontaciones. Pero su hermano José Gómez “Joselito” o “Gallito”, como se llamaba en sus principios, tomó el relevo a dicho hermano para los enfrentamientos con “Bombita”, y pese a los bombistas menospreciaron en sus comienzos al joven rival, pronto comprobaron la valía del pequeño de “Los Gallo”. Esta competencia se mantuvo hasta el mismo día de la retirada de Ricardo Torres, en la que “Joselito” participó.
Retirados “Bombita” y Rafael González “Machaquito”, también este ídolo de entonces, “Joselito” iniciaría otra nueva rivalidad con un imparable joven llamado Juan Belmonte, al que, curiosamente, tantas veces se le había pronosticado la muerte en un coso taurino, dejando constancia eterna de la competencia entre el menor de “Los Gallo” y Belmonte, mejor dicho entre gallistas y belmontistas, que ambas aficiones reavivaron y enloquecieron. La petulancia juvenil de José, de aquel hombre mimado por la fortuna, y el enconado anhelo de triunfo de Juan, fueron cediendo el paso a una entrañable solidaridad de hombres unidos por el riesgo y los esfuerzos comunes.
Pese a que al principio los aficionados mantuvieran reiteradas discusiones en defensa de sus diestros favoritos, las confrontaciones nunca se caracterizaron por la saña, sino más bien por todo lo contrario. Uno y otro eran amigos y complementarios en la plaza. Solo la prematura muerte de “Joselito” dio al traste con la pareja.
En José Gómez “Joselito”, los orígenes familiares taurinos como: “El Cuco”, “El Marinero”, “El Loco”, “Rebujina” y “Agualimpia”, y los destacados triunfos de sus hermanos mayores (Rafael y Fernando), predestinaron al benjamín de la familia para una profesión que la tenía como un juego desde que empezó andar. Con nueve años recibió la primera ovación toreando en una capea, tuvo que demostrarle a un banderillero cómo se debía clavar los rehiletes. Después con trece, vistió por primera vez el traje de luces en Jerez de la Frontera, llorando de rabia cuando el público le impidió matar al segundo toro por considerarlo excesivamente grande para él. A los dos años siguientes, el joven diestro comenzaría su andadura profesional.
Los comienzos de “Joselito”, coinciden con la vertiginosa decadencia de Antonio Fuentes, que junto a “Machaquito” y “Bombita”, dominaban el más puro clasicismo. Pero “Joselito” aunque no viera torear a Rafael Guerra “Guerrita”, escogió el mismo camino que el cordobés ya tenía trazado, que después sería la guía y canon para sus principios, también fue como base indudable la tradición familiar torera, aunque no tuviera la misma concepción del toreo de su padre Fernando Gómez “El Gallo” y de sus dos hermanos referidos, Rafael y Fernando.
Era un torero demasiado ambicioso para resignarse a una interpretación del toreo que no llevase aparejado el poder de la profesión escogida, como también de la fiesta taurina. El joven “Joselito”, necesitaba experimentar el dominio en el mundo de los toros y en la misma vida, no podía conformarse solamente con el culto al arte, característica preponderante o supremacía en los toreros de su estirpe y estilo gitano.
Con sobriedad se consagró a su profesión, creando su propio estilo, ello le propinó el temple, la pureza y la entrega necesaria para conquistar toda clase de públicos. El resultado fue un torero excepcional, largo, dominador, técnico y de grandes facultades físicas, al mismo tiempo alegre y adornado. La alternativa la tomó en Sevilla el 28-9-1912, de manos de sus hermanos Rafael y Fernando Gómez Ortega “Los Gallo”.
Ilusionado un día con la idea de torear en la plaza de Talavera de la Reina (Toledo), la que inaugurara su padre junto al diestro Antonio Arana “Jarana”, 29 de septiembre de 1890, con toros del ganadero Enrique Salamanca, pidió ser incluido en el cartel en un mano a mano con su cuñado Ignacio Sánchez Mejías (el cartel primitivo estaban anunciados su hermano Rafael, Sánchez Mejías y Larita), 16 de mayo de 1920, pero el toro “Bailador”, quinto en suerte, de la ganadería de la viuda de Ortega, le empitonó mortalmente, acabando con la vida del ilusionado torero de 25 años de edad, nacido en el sevillano pueblo de Gelves, calle de la Fuente número 2 (cerca de la huerta El Algarrobo) el día 8 de mayo del 1895, poniendo fin al epílogo de su valor, de su arte implacable y depurado con el que siempre logró la indiscutible austeridad en los ruedos de todas las plazas del mundo taurino. “Le mató un toro, pero no le afligió ninguno”, como dijeron los aficionados de aquella época.
Dejó de existir José “Maravilla” (nombre artístico de como se anunciaba en los carteles cuando empezaba su carrera novilleril) aquella lejana tarde soleada y florida de primavera, eran las siete y diez de la tarde, tras cuarenta minutos de agonía y angustioso sufrimiento. Fue el último canto de “El Gallo”. De esta manera terminó la vida torera del jovencísimo José Gómez Ortega, el que siempre será recordado por la obsesión que sentía por el toro y de sus lances irrepetibles por faroles, sin duda su sello gallista.