Crónicas de nuestro tiempo

Injurias y calumnias

Difamar es algo muy propio de la naturaleza humana, y especialmente de la raza latina.

Ahora y siempre ha ocurrido, que cualquiera puede injuriar y difundir ofensas sobre personajes públicos o privados para destacarse a sí mismo o para hundir el prestigio personal de quien sea, en una sociedad donde la sospecha es más estructural que coyuntural, con aquello tan socorrido para hacer daño de <<Cuando el río suena...>> dicen algunos dispuestos a afianzar el eco temible de la mala intención y el propósito retorcido o intencionado, que hay que acabar con los bulos, pero realmente con quien hay que acabar, es con quienes dicen eso, porque son ellos los productores de ellos.

Precisamente de chisme bien estructurado sobre una pequeña  verdad en mente de un lenguaraz, decía Séneca: "Las afrentas y agravios que vienen del vulgo, no hay que tomarlas en cuenta porque son como las lisonjas y elogios; una forma torticera que busca un fin". El sabio filósofo, despreciaba el sentir popular, y sabía por sapiencia y discernimiento, que solo las personas dotadas de buena información, usan el improperio y el insulto con datos fieles a la verdad, como bandera de reproche.

La calumnia, sirve para extender una sombra deleznable en la reputación de una persona, que con el paso del tiempo, aquella injuria se convierte en una tacha de la que el difamado no vuelve a recuperar su honor en la vida.

La inmundicia de la difamación, muchas veces se hilvana sobre tejido honesto para levantar odio. Y el odio, suele ser el aliado del descrédito para encorsetar un determinado argumento cargado de falsos datos que sirvan para acreditar la acusación.

Si bien es cierto que la luz es el elemento que más rápido viaja, no es menos cierto que la mentira bañada en la fuente de los rumores, resulta ser el bálsamo más rápido que a través de las redes recorre todos los móviles de un país.

Este gobierno que nos oprime, ha descubierto que mintiendo y acusando de lo que ellos hacen.., la deshonra pasa a ser carga de otro. Y aplicando toda una batería de argumentos vacíos de certeza, fraguan los cimientos de una falsa estructura que perdurará en la fama del escogido.

A veces, para hundir a una persona utilizando todas o muchas de las virtudes y méritos para uso propio, el farsante, encierra al escogido dentro de una ciénaga de embustes, injurias, ultrajes y vejaciones, a sabiendas que cuanto mayor sea el descrédito, más difícil será que la ciudadanía valore los aciertos del infamado.

De esta forma, si por ejemplo, el ultrajado, supongamos que ha sido un gobernante, bajito con bigote, justiciero, cazador, pescador, triunfador y con dos pelotas, más gordas que las del difamador, será usado para plagiarle el éxito de haber creado "El Instituto Nacional de la Vivienda" con un resultado inalcanzable y envidiado por el calumniador (.!.) el cual, desacreditará todas las grandes obras del injuriado para encubrir ese "Instituto Nacional de la Vivienda" por el insignificante suyo, y de forma ilegítimamente asquerosa, atribuirse el plagio de una entidad que con recelo y dentera emulará a sabiendas que incapaz de llegar a un resultado de aquella magnitud, habrá conseguido ensuciar, tapar y enterrar, una realidad encomiable mediante una fábula repugnante sobre un personaje más querido y admirado que él.