Aquel hombre que nunca había pisado la India era un budista reconocido. ¿Por quién? Por él dice, pues el reconocimiento no pertenece sino a uno mismo. Entra en el metro, abarrotado. No hay asiento disponible, pero tampoco lo busca. Se mantiene de pie, estable, sin necesidad de sujetarse en el pasamanos. Si alguien tratara de empujarle, estoy seguro de que no lo derribaría. Me mira y solo con la mirada me lanza un mensaje: quiere que le hable o quiere hablarme. El resultado es el mismo.
1ª Verdad noble: incapacidad de satisfacer, descontento, sufrimiento. MALESTAR.
Cuando habla no te mira a los ojos. Digamos que su mirada se pierde en un punto que no puedes encontrar. Tal vez no vea nada o vea todo. Me pregunta por qué sufro. Le contesto que por nada. Ahora sí que me mira. Mentira, dice. El sufrimiento existe. Y es algo que puedes experimentar, por desgracia, si sacas de la cartera un billete y lo arrojas a las vías.
Rebusca en su mente. Fija la mirada en ese punto hacia ninguna parte o hacia todas. ¿Qué anhelas?, pregunta. Estabilidad, respondo. Jamás la alcanzarás, dice. Me cago en la puta, replico. La estabilidad, afirma, es un estado transitorio. Abstracto, cuando menos. Es por ello, continúa, que tendrás que aprender a vivir en este malestar.
2ª Verdad noble: deseos y anhelos. CAUSA DEL MALESTAR.
¿Qué anhelas?, pregunta. Estabilidad. Sé más concreto. Dormir tranquilo. He ahí la causa de tu sufrimiento: el deseo de algo impermanente. ¿A qué te refieres?, pregunto. A que no dependes de ti mismo.
3ª Verdad noble: extinguir la causa. CESE DEL MALESTAR.
¿Cómo podrías lograr dormir tranquilo?, pregunta. Con un Orfidal, respondo. No se ríe. Al igual que no se cae, no se ríe. Si alguien quisiera hacerle reír tendría que afinar sus chistes, pero no surtirán efecto. Simplemente deja pasar el silencio. Ni siquiera lo saluda. Cuando es el momento, prosigue: el sufrimiento se extingue con el abandono del anhelo.
Y qué hago, me pregunto. ¿Abandono la idea de que algún día llegará la tranquilidad? El hombre, que parece leer mentes, me pone su mano en el hombro. Un método para calmar la mente es contemplar la naturaleza que rige la impermanencia de nuestros pensamientos. Cuando seas conscientes de que tus pensamientos surgen y mueren por sí solos, no habrá necesidad de que te gobiernen o te condicionen.
4ª Verdad noble: el sendero que conduce a la extinción. MUERTE DEL MALESTAR.
Entonces hay un camino. Se puede abandonar el malestar. Hago caso al hombre. Aún quedan varias paradas hasta mi destino. Me siento en el suelo del tren y me abandono a esa suerte de meditación. ¿Qué pensamientos recorren mi mente sin ton ni son? ¿Los puedo detener? Encuentro una cierta insatisfacción relacionada con las posiciones sociales que son como las pelotas que lanzan los malabaristas. Suben y caen. Cambian, no permanecen. Un día estás arriba, luego abajo. Encuentro esa necesidad constante de reconocimiento. Un estoy orgulloso que venga de… ¿mí mismo? ¿Y si abandono esa estúpida idea que solo causa dolor y espera? Siento como las personas entran y salen, preocupadas y despreocupadas, pero siempre con prisa. En mi mente: prisa, prisa, prisa. Respiro.
La línea solo circula hasta Laguna. Una voz mecánica se encarga de despertarme de ese sueño en el que me he sumido. Ni rastro del hombre. ¡Qué cojones! Voy a hacerle caso. Voy a arrojar ese billete a las vías. El dinero es impermanente. ¡Que le den! Cuando intento sacar mi cartera del bolsillo compruebo que está vacío. Miento. Hay una nota. Dice: “Primero, aprende a relajar tu cuerpo; la región de tu cabeza y luego el resto. Una vez que estés tranquilo, simplemente recuerda que tu cuerpo está ahí y mantén esa simplicidad".
Cuando salgo de la boca del metro una persona me pide cincuenta céntimos. Le digo que el dinero es impermanente y transitorio. Contesta que lo que es transitorio es el bus que tiene que coger y el último pasa en diez minutos.