Muelle 1
De izquierda a derecha. A. B. C…
arriba
a
abajo.
1.
2.
3…
Muelle 2
Yo, sí, lo reconozco: soy impotente creativo. Autor sentimental… y coruñés, para más señas. E falo galego. Y siguiendo con las confidencias, debo indicarles que tengo dificultades para que se me levanten buenas historias. Y elaborar un sólido artículo cada semana es tarea dura. A veces, hasta no me sale nada. Y si en esas ocasiones alguna mariposa se sube a las teclas del portátil para ayudarme, para guiarme, nada de nada, igualmente. A. Tac. M. Tac. O. Tac. R. Tac. ¡Con señalarles que incluso me cuesta seguir su ritmo lepidóptero! (¿Pero en serio se dice «lepidóptero»?). Y es verdad que en esos momentos críticos me resulta estéril sacar de mí unas palabras. Y créanme que hago todo lo posible para que se presente la inspiración. Y muy seriamente, por cierto: con método, respetando una disciplina diaria. … Porque como Álvaro en El móvil (Javier Cercas, 1987), pienso que «la literatura es un amante excluyente», aunque sé que me engaña con otros. Y eso me causa vértigo. Sí, sentarme parado, desnudo de mí, ante una pantalla en blanco, me provoca un trastorno. Y más al tratar la línea temática por la que soy agraciado con el éxito que me conocen: la teoría de la abstracción amorosa. En cambio, si el arrebato creador viene a mis manos... ¡Dios mío, si me viene…! «Cuando yo me lanzo, cuando me lanzo de verdad, siento lo que… lo que el yóquey montando un caballo de carreras, con toda la velocidad y la potencia bajo sus pies. No puede contener la presión que lo domina, y sabe… sabe cuándo tiene que darle suelta y hasta qué punto. Todo trabaja al mismo tiempo: el ritmo, el tacto… ¡Es algo maravilloso! ¡Es una sensación grande! Ves el objetivo… y ves que lo has conseguido. Y, de pronto, [como aquella mariposa,] siento como alas en el brazo», les manifiesto a ustedes ante esos gloriosos instantes. Lo igualito que Paul Newman en El buscavidas (Robert Rossen, 1961).
Muelle 3
Mi ilusión es declararme con claves de bolero. «Fueron tus ojos o tu boca. / Fueron tus manos o tu voz. / Fue, a lo mejor, la impaciencia / de tanto esperar tu llegada. / Más… no sé. / No sé decirte cómo fue. / No sé explicarme qué pasó, / pero de ti me enamoré», cantaba Benny Moré en 1953. … Pues algo similar. (¿Y por qué no a lo Génesis con «Follow you. Follow me» en 1978?: «Stay with me. / My love, I hope you'll always be / right here, by my side, if ever I need you. / Oh my love, / in your arms / I feel so safe and so secure, / and every day is such a perfect day to spend / alone with you»). ¿Otro sueño?: compartir fantasías. «[…] y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran […]» (Julio Cortázar, Rayuela, 1963). De todas formas, no les oculto que me considero muy torpe en la práctica de la seducción. «Ella me pregunta: Qué es lo que miras tanto. / Y luego dice: No sería mejor que me tocaras en vez de mirarme. / Y sonríe» (Manuel Vilas, Los besos, 2021). Por todo lo anterior, quizás quizás quizás, con mis más de treinta años, continúo sin saber lo que es una relación de pareja. En efecto, no soy efectivo en la realidad de lo afectivo. Hay quien me aconseja que recurra a cualquier medio de contacto (¡sobre todo, con lo que me atrae escribir!). «Nicole. Stop. Depuis que je vous connais je suis un autre homme et cet homme ne peut envisager vivre sans toi. Stop. Je vous aime. Pierre», se lee en un telegrama de La piel suave (Francois Truffaut, 1964), que me han llegado a mencionar como referencia.
Muelle 4
Mi rutina es muy particular. Me despierto a las ocho. Y ante el espejo del cuarto de baño no deseo más que reflejarme como un Patrick Bateman en American Psycho (Mary Harron, 2000). En fin… «Primero, me aplico una crema limpiadora. En la ducha empleo un gel a base de agua y, a continuación, un jabón de almendras y miel… y, en la cara, un gel exfoliante. Después, uso una mascarilla facial de hierbas, que dejo durante diez minutos. Tras afeitarme, siempre utilizo una loción sin alcohol, porque el alcohol reseca la piel del rostro y te hace ver mayor. Luego, un humectante y un bálsamo rejuvenecedor, seguido de una loción humectante protectora». Y, finalmente, preparo mi desayuno de soja chocolateada. Pan de maíz con mermelada de fresa. Y un vaso de zumo de mango. Me visto… y doy un paseo por el parque de Oza. Allí voy con un sencillo bastón de madera, que no sirve más que como adorno personal o para saber indicar direcciones a las mujeres que me solicitan. Arriba. Abajo. Delante. Detrás.
- A ver, hijita. ¿Puedes preguntar a este niño grande dónde está la calle X?
En ese espacio público hay unas escaleras de construcción, que me gustan para practicar algo de ejercicio. Y cuando aparece una joven que pasa por mi lado, no pretendo que se me note el esfuerzo. Subo. Bajo. Subo. Bajo. Muy despacio. Más tarde, me dirijo al puerto, con el propósito de que los nombres de los barcos me traigan sueños, como los que vive Julia en la película Danzón (María Novaro, 1991): «Amor perdido», «L’amour fou», «Lágrimas negras», «Me ves y sufres», «Puras ilusiones». Y, sobre la una, entro en casa. Disfruto de unas vistas espectaculares. Desde allí distingo sin problemas la Torre de Hércules. Es un lujo dejar caer la mirada por ese mar y esa tierra… y alzarla al cielo teniendo a lo lejos ese mítico faro. … Me vuelvo a duchar. Y con un vasito de albariño o barrantes o mencía o ribeiro, suelo comer callos o empanada o lacón con grelos o tortilla de patata sin cebolla o queso con membrillo… y, para terminar, tarta de Santiago y un café bautizado con un chorrito de orujo. Y a las tres sigue lo más importante: mi atención a las letras. Un combate contra el vacío. A las diez de la noche, sin cenar, y si no escribo algo digno, paro y me dedico a jugar a la «batalla naval» por Internet…
Y muelle final
… 7A. Agua.
5B. Agua.
3C. Agua.
1F. Tocado. 1G. Tocado. 1H. Hundido. Y me voy a la cama.