Hoy quiero presentarte un desafío, ¿te animas a pensar en un mundo de aquí a 25 años?
La verdad es que se hace difícil siquiera imaginar un mundo tan cercano y próximo, si pensamos que algunos escritores como Julio Verne que se adelantaron 200 años a lo que escribieron, hoy nos parece increíble ya que cualquier escritor de ciencia ficción es probable que vea en vida aquello que vaticinó.
Es que la voracidad tecnológica lo devora todo, la impronta de la inteligencia artificial nos coloca en una instancia decisiva en nuestras sociedades conocidas. Pensar en la robótica como instalada y corriente en nuestra vida diaria de aquí a 25 años no resulta de una imaginación prominente, sino de una realidad que surge clara en el brevísimo instante de pensarlo.
Ahora bien, sabemos que es inevitable ese desarrollo tecnológico, pero la pregunta más importante es ¿cuál es la posición humana?, y allí sí es donde es necesario comenzar hoy a desarrollar un sentido crítico respecto a nuestro presente y el futuro desarrollo. Una sociedad que crece en individualismo, es probable que con la llegada de las relaciones humano – robóticas, considere innecesaria la presencia de otros humanos para su propio desarrollo personal, el reemplazo de la soledad por máquinas puede ser peligroso, no invento nada al pensar en un mundo donde las depresiones humanas se multipliquen ante la ausencia de trato social humano, donde se ausente la necesidad de la humanidad del otro, donde se reemplacen los anhelos por realidades constantes, posibles.
Una sociedad donde no sea requerido el esfuerzo para ganar el pan de cada día, una sociedad que demuestre a cada instante su pequeñez humana frente a un procesador de datos que camina y que lo hace infinitamente mejor que el ser humano, el hecho de poner al hombre con su finitud frente a la eternidad de aquello que él mismo ha creado, nos coloca al borde de un precipicio que deberíamos tratar de evitar.
¿Es que acaso en esa sociedad “perfecta” donde todo es posible, terminarán las guerras? Me atrevo a dudarlo, el deseo de poder humano no cesa, tal vez quienes vayan al frente de batalla ya no sean humanos, pero sin duda serán humanos quienes perderán sus vidas y sus bienes.
El hombre tiene hoy el desafío de pensar en el sufrimiento, en la injusticia, en el dolor, pero también tiene el gran desafío de pensar en la alegría, en el sacrificio y en el amor, tres características humanas irremplazables.
En 25 años todo podrá ser cuestionado, no sabremos diferenciar sin ayuda lo que es verdad de lo que no lo es, no seremos capaces de entendernos con los demás, ni de llegar a ningún sitio, no tendremos diagnósticos y tratamientos, ni podremos resolver problemas de tres simple, y ni siquiera bebernos un café con un amigo sin la ayuda de la tecnología. En este mundo de las nulidades que estamos fabricando, todos seremos cuestionados, nos enfrascaremos en batallas personales, silenciaremos todo lo que nos moleste, y anularemos aquello que complique de algún modo nuestra existencia.
Ese podría bien ser nuestro futuro en 25 años, pero lejos estoy de comprarme un derrotero de palabras abandónicas y deprimentes, nuestro futuro dentro de 25 años comienza a escribirse hoy, el mío contará ya con más de 80 para ese entonces, si es que llego, pero pretendo hasta el último día, revolucionar mi respiración desordenada con la libertad de pensamiento, esa misma que hoy me lleva a alejarme de lo que todos hablan. ¿O es que acaso la guerra y la muerte de niños ha empezado ayer? No deberíamos haber callado nunca las guerras, ni las muertes de los niños, ni el hambre, ni el dolor, ni la injusticia, sin embargo muchos hicieron silencio siempre sobre ello, no confío en dirigentes autoritarios que pretenden la paz en el mundo, mientras someten a su propio pueblo a regímenes estrictos y de llevar a su propia nación a la injusticia, segregación, y desequilibrio.
Quiero la paz como la queremos todas las personas de buena voluntad.
Prestemos atención, es hora de volver a creer, volver a descubrir quiénes somos y para qué estamos aquí, para no quemarnos en la hoguera de las nulidades.