El perfume del vino

Hacia una filosofía práctica del vino: El vino como obra de arte Wabi-Sabi. (Parte I)

Hacia una filosofía práctica del vino: El vino como obra de arte Wabi-Sabi. (Parte I) La belleza de la imperfección y de la cotidianidad

La enfermedad del desvelamiento del ser del vino - Hosanna Peña y Dr. Ricardo de Arrue
photo_camera La enfermedad del desvelamiento del ser del vino - Hosanna Peña y Dr. Ricardo de Arrue

“En el teatro japonés tradicional, el actor de nò sube a escena con el rostro, el cuello y las manos que le ha dado la naturaleza. En estas condiciones, sus rasgos no tienen más seducción que la suya propia, sin que nuestros ojos estén en modo alguno engañados.” (Junichirò Tanizaki, 1886-1965)

The perfectly imperfect nature of 'Being - there'. The Spirit of Noh in Wine

Es la oscuridad intrínseca del nò y la belleza que genera las que forman un singular universo de sombras que, en nuestros días, sólo se ve en el escenario.

Junichirò Tanizaki, uno de los mayores escritores de la literatura japonesa contemporáneas, nos invita a apreciar con su obra 'El Elogio de la Sombra', escrita en 1933, la belleza “del rostro sometido al silencio de la ausencia de maquillaje”. Es el silencio y la sombra del espacio vacío. Es la penumbra de algo que no se ajusta y que es percibido como un defecto, porque en Occidente la luz ha sido siempre el aliado más poderoso de la belleza. Sin embargo en la estética tradicional japonesa lo bello no es una sustancia en sí sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra y donde lo esencial radica en captar su enigma.

Wabi-Sabi, dos palabras que surgieron durante la dinastía china Song que se extendió desde el año 960 al 1279 y cuyo significado general es, para Wabi la belleza elegante de la simplicidad humilde, y para Sabi el paso del tiempo y el deterioro, ambas, se fundieron en Japón en un solo término para nombrar, de forma aproximada, todo lo que es imperfecto, incompleto, tanto en la naturaleza como en los objetos.

Wabi-Sabi es la unión de la sabiduría y del arte a la hora de acoger aquello que es asimétrico, irregular, y que forma parte de la belleza, abarcando todo aquello que es transitorio, que envejece o que ya desde su origen muestra y es imperfección. Es la belleza de la imperfección, la belleza de lo incompleto, la belleza del deterioro y lo cotidiano. En Japón, cuando se rompe una taza no la descartan sino que la reconstruyen y la conservan, eso es Wabi-Sabi. Asimismo son Wabi-Sabi una pared de piedra erosionada, un adorno floral que no guarda el perfecto alineamiento de los tallos o los colores.

Nuestra existencia está impregnada de una variedad infinita de aromas: algunos intensos, otros suaves; algunos dulces, florales o cítricos; algunos agradables, otros desagradables; y algunos persistentes mientras que otros son efímeros. Y así podríamos seguir indefinidamente.

Y sin embargo a menudo pasamos por alto la imperfecta cotidianidad aromática. Una cotidianidad que suele escapar a la atención del "Ser-ahí" (Dasein). Son sombras de un patrimonio olfativo que rara vez se percibe como algo extraordinario, ya que no cumple con los estándares exigidos por el ideal de perfección, como es el caso de los acordes olfativos en el mundo de la perfumería.

De forma similar el Ser de los aromas del vino se desvela de manera incompleta en forma de sombras de límites desdibujados que sugieren, pero no revelan, los olores de la cotidianidad. Son sombras sin las cuales la belleza pierde su esencia.

Estas sombras no solamente surgen ante la naturaleza evasiva y enigmática de la realidad sino que, a raíz de las limitaciones inherentes del lenguaje, son el resultado de un conocimiento doblemente tácito por cuanto a que es un lenguaje incapaz de formalizar de manera explícita, más allá de la palabra, la riqueza fenomenológica obtenida a través de la experiencia olfativa así como su procesamiento cognitivo o emocional.

Cabe mencionar que “la dimensión tácita”, una paradoja epistemológica planteada por el pensador húngaro–británico Michael Polanyi (1891-1976), se refiere al conocimiento implícito y no articulado que poseemos, el cual no puede expresarse verbalmente pero influye en nuestra percepción y comprensión del mundo. En el contexto específico de la vivencia del "Ser-ahí en el vino" del Dasein, la totalidad de la percepción sensorial olfativa, o conocimiento tácito olfativo, inevitablemente trasciende los límites del lenguaje articulado.

Esto implica que el conocimiento explícito no puede enunciar todo aquello que intuitivamente conocemos. Y es que, al final sabemos más de lo que somos capaces de expresar.

A modo de ejemplo, al degustar un vino, a menudo podemos intuir su origen o la variedad de uva con la que está elaborado, pero nos resulta difícil explicar por qué. Del mismo modo, cuando identificamos una nota de olor a manzana en un vino, nos damos cuenta de que no es exactamente el aroma de una manzana, y nos resulta difícil definirlo con precisión. Describir los aromas del vino puede generar ansiedad, aprensión e inseguridad.

Ante esta disyuntiva, se hace imperativo desarrollar un proceso de alfabetización olfativa alternativo que nos proporcione las herramientas necesarias para procesar y expresar sin temor nuestras experiencias sobre las notas de olor que percibimos en un vino.

Desafortunadamente vivimos en la sociedad de la autocensura, donde las personas se sienten cohibidas de externar opiniones divergentes por temor a ser canceladas o excluidas socialmente. Esto afirmará el pensador esloveno Slavoj Žižek (1949).

Por otro lado, en su obra Tractatus Logico Philosophicus (1916), Ludwig Wittgenstein (1889-1951) afirmó que "sobre aquello de lo que no se puede hablar, se debe callar". Esta premisa cobra especial y nefasta relevancia en el contexto de la expresión de las notas olfativas generadas por la experiencia eno-olfativa, por cuanto a que limita un aspecto esencial del "Ser del vino". Este aspecto se refiere al diálogo, tanto en términos de lo que se menciona como de lo que se calla. Un diálogo que se ve afectado, entre otros, por el temor a expresar opiniones subjetivas sobre unas sombras olfativas que son percibidas e interpretadas con límites indefinidos e imperfectos. Sombras que sin embargo son esenciales, a pesar de desafiar las normas de belleza olfativa promovidas por la estética occidental, como la simetría, el pulido y la perfección superficial observada en el mundo de la perfumería.

Ya Nietzsche planteó que, mientras la perfección es estática y limitada, la imperfección es dinámica y abierta a múltiples interpretaciones y experiencias. "Hasta la belleza cansa" escribió el filósofo en su obra "Así habló Zaratustra". De hecho, la imperfección nos acerca al “Ser” de las cosas y al Dasein.

Sin embargo, en la sociedad de la sobreperfección, una sociedad que es incapaz de adoptar una postura de humildad epistémica frente a la vastedad del mundo fenoménico del vino, pleno de sombras, este acercamiento se ve comprometido. Hablamos de una postura que interfiere con el proceso de desvelamiento del Ser de los aromas del vino, una postura que deviene en una suerte de enfermedad, a la cual denominaremos como “la enfermedad en el desvelamiento del Ser”.

Es una enfermedad que no solamente aboca al Dasein —al ser humano, a un "abandono o incomprensión del Ser" ("Seinsverlassenheit") sino también a la “distorsión” del Ser, tanto al propio "Ser-ahí" como al "ser del vino", abriendo las puertas a la manipulación y al control social en relación a la experiencia eno-olfativa.

Continuará.

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