Durante muchos años fui Chief Scientific Officer, a nivel global, de una compañía farmacéutica multinacional española. Aunque me sentía bien pagado, mi sueldo era el 10% de mi equivalente en una multinacional americana importante. También los beneficios de mi compañía serían el 1 % de la correspondiente en Estados Unidos. Haciendo un paralelismo con otro ámbito profesional, ¿era comparable Manolo Santana con Rod Laver? ¿Y Ricky Rubio con Lebron James? Lo digo porque los nuestros ganaron sus títulos a nivel mundial cuando Laver o Lebron no participaron, el primero porque era ‘profesional’ y el segundo porque no le interesaba jugar en un Mundial. Nada que ver, claro, con Rafa Nadal que ganó sus títulos frente a los mejores.
¿Alguien cree que un equipo puntero de la Premier contrataría a Luis de la Fuente que no ha entrenado nunca a ningún club? Su sueldo, y el de Montse Tomé, deben tomarse como indicativo de la importancia que se le da a nivel profesional a su desempeño. Al fútbol ha llegado lo que aconteció en el baloncesto americano hace muchos años, a los mejores jugadores no les interesaba ir con su selección, aparte de que a los propietarios de sus equipos no les gustaba que fueran. ¿Qué pueden ganar Mbappé o De Bruyne jugando en sus selecciones? A los que les interesa participar es a los jugadores jóvenes en busca de proyección para mejorar su cotización profesional. Llevo tiempo siguiendo a Mikel Merino de la Real Sociedad, un gran jugador sin brillo internacional dado que jugaba en un equipo poco mediático. Su actuación en el Europeo con la selección le ha proyectado a la Premier, lo que ha permitido multiplicar sus ingresos por cinco.
Vivimos en un espejismo, somos seres querulantes que nos creemos víctimas de alguna injusticia. Si no se reconocen nuestros méritos es por la envidia y la ignorancia del prójimo. Estoy encantado de escribir en esta casa que tan bien me ha recibido, pero debería ser consciente de que no estoy escribiendo en el Times.