Este artículo se ha escrito a consecuencia de vivencias reales.
No todo cliente que tiene dinero para comprar propiedades millonarias es, necesariamente, un cliente de lujo. Hay clientes que sólo son ricos, en lo que a dinero se refiere, pero que no son educados y no saben estar o comportarse en sociedad.
Un cliente que no llega a una cita confirmada, y que no avisa, no es un cliente de lujo. Nadie que sea educado y considerado hará perder tiempo a los demás. Un cliente de lujo sabe lo que cuesta el tiempo, lo valora y respeta.
Un cliente que intenta impresionar con el dinero que tiene, tampoco es un cliente de lujo. Cuando la regla general es que todos los clientes con los que uno trata tienen dinero, que venga uno a poner los billetes sobre la mesa no impresionará. Y sí, se hace evidente la intención del cliente presumido y esnob. Queda fatal.
Pero no todas las experiencias son negativas. En su amplia mayoría, los clientes sí son de lujo. Aquellos que muestran signos de inteligencia y generan respeto. Te dejan trabajar y hacer lo que mejor sabes. Agradecen y prestan atención a lo que ocurre a su alrededor. Son claros y directos, no marean y no mienten. Dicen, sí, cuando es sí; y dicen, no, cuando es no. No temen a comprometerse, porque tienen palabra y buenas intenciones. Prestan atención al detalle y valoran las cosas bien hechas, más allá de sus gustos personales. Saben decir por favor y gracias. Avisan que llegarán dos minutos tarde. No te hacen quedar mal frente a los demás, por sus incumplimientos o faltas de respuesta o de cortesía. Como diría mi madre, o son muy gente o muy caballeros.
La hipótesis es retórica: tener dinero no es sinónimo de ser educado. Lo que deben entender los ricos sin educación es que, por sus actitudes, les cobrarán más caro, o bien, perderán negocios u oportunidades, porque un cliente de lujo querrá venderle a alguien en quien se pueda identificar, no a alguien que le genere rechazo. Y no hay peor villano que un rico presumido y sin educación.