Desde su llegada en junio de 2018, Pedro Sánchez ha protagonizado uno de los procesos más preocupantes de erosión institucional que ha vivido España desde la Transición. A base de pactos con fuerzas radicales, concesiones al independentismo, y reformas legales hechas a medida; ha subordinado los grandes organismos del Estado a su supervivencia política. Esto es el sentir generalizado de millones de ciudadanos que observamos con impotencia cómo el poder ejecutivo coloniza al legislativo, neutraliza al judicial y doblega a las instituciones que deberían limitar su autoridad.
Pedro Sánchez llegó al poder gracias a una moción de censura en junio de 2018, tras el caso Gürtel. Pero lo que empezó como una promesa de regeneración institucional acabó derivando en una claudicación sistemática ante fuerzas independentistas y antisistema.
En noviembre de 2019, prometió solemnemente que no pactaría ni con Bildu, ni con Podemos, ni con los independentistas. Un año después, su Gobierno aprobaba los Presupuestos Generales del Estado de 2020 gracias a los votos de EH Bildu, el partido heredero de Batasuna, y de ERC, protagonista del golpe secesionista de 2017.
En 2023, consumó su dependencia política con el acuerdo para la Ley de Amnistía, pactada con Junts per Catalunya y ERC. Esta norma, redactada para borrar los delitos cometidos por dirigentes como Carles Puigdemont, no solo desprecia las sentencias judiciales firmes, sino que socava la independencia judicial y envía un mensaje demoledor: el Estado perdona a quienes quebrantan sus leyes, si con ello se aseguran unos votos.
Los movimientos exteriores de Pedro Sánchez han despertado inquietud incluso entre analistas internacionales. Sus frecuentes viajes a América Latina —Cuba, Colombia, Bolivia, Brasil— y su cercanía ideológica con gobiernos populistas o autoritarios han generado sospechas sobre una posible agenda geoestratégica alternativa, ajena a los intereses históricos de España dentro de la OTAN y la Unión Europea.
A esto se suma el creciente distanciamiento con aliados tradicionales como Argelia, el acercamiento inexplicado a Marruecos, y la ambigüedad frente a los países del BRICS. Algunos ya hablan de una intención velada de desvincular a España del eje atlántico, debilitando su posición en la OTAN y en la UE, con el objetivo de alinearse con los bloques emergentes que desafían el orden liberal democrático occidental.
Aunque de momento no hay ruptura formal, las señales están ahí: aislamiento diplomático, desprecio por los marcos multilaterales europeos y una narrativa interna cada vez más enfrentada a las democracias liberales. ¿Es esta la España que queremos? ¿Una España al margen de Europa, rendida al autoritarismo y controlada por una oligarquía política.
Cuando Pedro Sánchez comenzó su angladura, necesitaba la alianza con todos aquellos partidos que arropasen su permanencia; tanto como ellos a él, para ir consolidando los objetivos de unos y otros.
Se vendían y compraban dadivas, manteniendo un cohecho criminal que la Ley y la Constitución legalizan, para que una dictadura encubierta con mucha más corrupción y odio que la de Franco, pueda mantener un perfil democrático santificado por una UE., que afortunadamente Trump no traga por entenderla como la causante de la deriva que degenera el planeta.
Ahora, ya no es que los partidos terroristas, separatistas y comunistas que odian España y abrazan dictaduras, necesiten a Pedro Sánchez para sus fines. Ahora, es Pedro Sánchez, el que se somete y les necesita a ellos, para que él y los suyos no terminen en los tribunales o huyendo a países sin tratado de extradición. Por eso, la sumisión incondicional del dictador encubierto a cualquier petición que exijan estos partidos, nos conduce irremediablemente a la desesperación de ver como se rinde el gobierno, transitando hacia la salida de la Otan y de la UE., en aras de la consolidación de nación de naciones (repúblicas) y de ésta forma, fuera de ambas Instituciones de defensa internacional, dejar el camino abierto para que en caso de levantamiento civil, Marruecos pueda invadirnos a cambio de Ceuta, Melilla y Canarias, contando con los militares que en forma de menas y pobres migrantes que Pedro Sánchez ha ido paulatina y aceledaramente trayendo como células durmientes, esperen sin saberlo, la llamada a la lucha contra la ciudadanía.
Toda una novela; hoja de ruta, ficción o proyecto, que en manos de Zapatero, Garzón, Pablo Iglesias, Margarita Robles, Marlaska, Conde-Pumpido, García Ortiz, Bolaños, Otegui, Puigdemont, Rufián, etc., capitaneados por el mayor autocrata de la historia de España en los últimos tres siglos, podría quedar como fantasía mía; un sueño; intento fallido; o realidad consumada.