Debo pertenecer a una rara especie a extinguir, debo ser un fenómeno de la naturaleza o un extraño condenado a vivir en un tiempo, un siglo, una sociedad que no puedo entender. Amigos lectores, no acabo de reconocer en mis conciudadanos a aquellos aventureros, guerreros, descubridores y conquistadores que ofrecieron su vida y sus bienes por la patria. Existe un dicho alemán que dice que “cuando la patria está en peligro no hay derechos para nadie, sino sólo deberes”. No me importa que se me acuse de patriotero o iluso que todavía cree en los valores de patria, religión, solidaridad y unidad nacional, ni me importa un rábano que estos nacionalistas, que pugnan para desgarrar España, nuestra nación, me califiquen de anticuado o españolito. Lo cierto es que los recientes acontecimientos que están ocurriendo en España no hacen más que confirmar que los efectos del gobierno socialcomunista han sido y son la expansión de raros ideales, de ataques a la religión católica, del materialismo extremo, la ridiculización de la familia como cédula básica de la sociedad y de las normas morales y éticas por la que se venía rigiendo la sociedad. Estos efectos socialcomunistas han tenido la consecuencia de crear una nueva casta ciudadana en la que el amor a la patria, el sentirse español, el ser defensor de la bandera, de los símbolos nacionales y de los valores que nos legaron nuestros ancestros, han quedado relegados a meros mitos, a fábulas de los viejos y a sentimientos obsoletos que deben ser erradicados a favor del materialismo que pretenden imponernos nuevos idearios. Estos idearios son un compendio de imágenes y textos, de gran contenido erótico, laicista y amoral, con el que se pretende adoctrinar a nuestros jóvenes, en un claro ataque a las mismas raíces de la Constitución.
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