Los colores del prisma

Día Nacional de España: entre la memoria y el presente

España celebra hoy su Fiesta Nacional, con motivo del 12 de octubre, fecha que conmemora la llegada de Cristóbal Colón a América en 1492. Aunque suele asumirse como un día festivo más —una jornada de descanso, desfiles y espectáculos organizados por ayuntamientos, comunidades autónomas y el gobierno central, muchas veces con la participación de los reyes—, pocas veces se aprovecha, en la actualidad, para reflexionar sobre su verdadero sentido histórico.

Recorrer España hoy permite ver lo que muchos españoles no perciben, inmersos como están en una ola consumista que marca el ritmo de su cotidianidad. El país se muestra vital, con clases sociales que disfrutan intensamente del presente, aunque la polarización se infiltre en la conversación pública. Aun así, el país ibérico conserva una identidad sólida, que lo convierte en una joya para quienes lo visitan desde Europa, América, Asia u Oceanía, en busca de una experiencia sensorial sin igual: la de poder decir, con asombro, “por aquí pasé yo”.

Nada enseña tanto como caminar un país. Algunos se destacan por su esencia, por la conciencia de lo que son y de lo que representan en distintos ámbitos. España, con sus poco más de 500 mil kilómetros cuadrados, recibe 94 millones de turistas (cifras de 2024), casi el doble de su población —48 millones de habitantes—. Las cifras lo confirman: el turismo no solo la sostiene económicamente, sino que también reafirma su cultura.

Quien desee conocerla más allá de los recorridos turísticos puede hacerlo a través de sus escritores. Nombres como Enrique Gómez Carrillo, Azorín, César González-Ruano, Francisco Fuster, Josep Pla, Julio Camba, Ernest Hemingway o el propio Rubén Darío enseñaron el arte y oficio de “no hacer nada”; es decir, de andar, callejear, curiosear, oler, beber y probar. Todos ellos retrataron una España viva, de plazas, caminos, castillos, paisajes, cafés, tabernas y conversaciones interminables.

Y si las lecturas se orientan hacia las sorpresas que encontraron los españoles en América —y de manera concreta en Colombia—, sobresalen autores como Juan de Castellanos, Juan Rodríguez Freyle, Luis de Góngora y Argote, Hernando Domínguez Camargo y, más recientemente, Germán Arciniegas, Jorge Orlando Melo, Mariela Vargas Osorno, Álvaro Tirado Mejía y Carl Langebaek. Todos ellos, desde distintas épocas y sensibilidades, han explorado los encuentros, desencuentros y huellas que dejó la llegada europea en estas tierras.

Al fin y al cabo, todos necesitamos creer en algo y conocer relatos para no vivir en el caos. Pero a veces es necesario crear nuestro propio camino y repensar lo que siempre dimos por sentado. En este sentido, España ofrece una lección: su marca está en el mundo a través del idioma castellano, hablado hoy por más de 600 millones de personas. No es solo una lengua; es una herencia compartida que nos une y nos interpela.

Viajar permite comprobar que la verdad nunca es única. Se construye con historias, con atardeceres y amaneceres —si la noche deja—, con nuevas formas de mirar y de contar. España, que ha hecho de su política turística una de las más acogedoras del planeta, invita a sentir, ver y ser en ese pedazo de tiempo que llamamos vida.

Y, sin embargo, el Día Nacional de España —antes llamado Día de la Hispanidad— sigue generando debate. Algunos sostienen que “no hay nada que celebrar”; otros lo defienden como “una oportunidad para la unión cultural, la tradición y el idioma”. También están quienes consideran que “hay cosas más importantes que conmemorar”, o que “España no llevó progreso, sino destrucción, a una América que ya tenía economía, educación y conocimiento de la medicina natural”.

En cualquier caso, el 12 de octubre invita a reflexionar y disfrutar desde el pensamiento. Volver 533 años atrás para leer y entender aquel mundo que se transformó para siempre: una España marcada por los reinos y las ambiciones, y una América sabia, ancestral y diversa, cuyas raíces fueron heridas, pero no borradas.

Hoy, más que una celebración, es un llamado a mirarnos y conocernos en el espejo de la historia, y reconocer que lo que somos —a uno y otro lado del océano— nació de ese encuentro, doloroso y fecundo a la vez. Comentarios a jorsanvar@yahoo.com