LA MIRADA DE ULISAS no sale de su asombro. Ahora a la maldad hay que pedirle permiso para ser denunciada. Ya es el colmo de los colmos que no se entienden y menos se aceptan. En Festival de cine de Toronto en Canadá, este año y en su versión más reciente la junta de censura, (¡creo que así se debe llamar o por lo menos así se tendría que reconocer!!!) rechazó la película israelí sobre los salvajes y condenables acontecimientos del 7 de octubre del 2023. Fue prohibida su exhibición al alegar que Hamás no había autorizado mostrar las secuencias que fueron ostentadas por ellos mismos con alevosía y felicidad durante los hechos ocurridos aquel fatídico 7 de octubre. Sucesos que el mundo recuerda como algo atroz y que en su momento, no tuvieron el menor obstáculo para ser divulgados. Hubo mucho orgullo de parte de los terroristas de Hamás al hacer repercutir los asesinatos, violaciones, depredaciones, secuestros etc en imágenes en vivo y en directo con aclamaciones. Los observadores de tales vídeos no podían creer lo visto y menos que fuera motivo de ufanarse por ello.
La mirada de Ulisas lo revive con urgente dolor y con la ingrata sensación de que a aquellas detestables acciones no se les rinde justicia ni repulsión. Se trata de mermarles la intensidad para confundir o desvirtuar la realidad o en el peor de los casos para hacer presente el antisemitismo o la judeofobia que se han puesto de moda. Sentimiento que resurge cuando el mundo va mal y hay que buscar culpables, así no sean los responsables de tal desequilibrio universal. Se cae en antiguas creencias que calaron hondo durante diversos periodos de la Historia sin responder a ninguna realidad, más bien a poner en evidencia que el judaísmo con sus altas exigencias en conductas y mandamientos no convence a la mayoría.
La mirada de Ulisas se pregunta: ¿cómo es posible que se precise de la anuencia de Hamás para proyectar unas escabrosas escenas que fueron públicas y sin censura alguna en el momento de su difusión? Resultaron de amplia cobertura a nivel mundial sin la menor vergüenza ni reparo por parte de los hacedores de esos males. Al principio, los países llamados civilizados se estremecieron. No podían darle crédito a aquellas espeluznantes escenas, que parecían extraídas del peor manual del sadismo más crudo. Y ahora con un sentimiento que no se comprende se le pide a Hamás que consienta a dar la aprobación de la proyección de imágenes que el mundo no debe olvidar. Es como si a Hitler o a su gobierno nazi se les hubiese exigido la aquiescencia para mostrarle al mundo los horrores que cometieron. ¡En qué mundo vivimos! Ya ni al mal se le puede nombrar por temor a la ofensa o a molestar a aquellos que lo perpetran. Entonces, ¿qué denunciaremos de ahora en adelante? ¡Será las buenas acciones que ni siquiera encuentran mercado ni canales de difusión porque por lo visto a la humanidad la sacia ver el mal y no el bien! Ironías que se plantean. Pero lo curioso e inaceptable es que determinados deterioros de conducta y de humanismo no se pueden señalar ni mostrar, cuando en realidad sería el foco de atisbos para despertar conciencias, que aún duermen seguras de que lo incorrecto o perverso no les va a tocar.
La mirada de Ulisas, bien buceadora de la condición humana, sabe que no hay que bajar la guardia porque uno cree que el ataque será para otros, tarde que temprano el turno también le llegará al inconsciente o al desprevenido que se cree libre de todo ataque. Será que al mal hay que ponerle otro rostro u otras conveniencias. ¿Quién se atreve a darle respuesta a esta pregunta que la mirada de Ulisas trae a la palestra? Su mente curiosa e inquieta, que bien le conocen sus lectores, le plantea esta consulta al festival de cine de Toronto y a otros festivales, que manejen la misma tónica, a ver si dan una acertada y convincente réplica para que el mal no halle su cauce y su causa para desvirtuar la realidad. Y que los escenarios no se nieguen a revelar verdades que puedan importunar o incluso a impedir que las miradas vean claro para que refresquen la memoria. Sin la memoria activa y cierta, los pueblos están destinados a repetir sus errores. Hay que mantenerla vigente y sin sesgos ni amonestaciones para poder analizar los hechos y alejarse del mal. ¡O acaso el mal debe reinar!!!! Sería el colmo de los colmos.