Candela

Carta a Errejón

Señor Errejón:

La verdad es que por dos o tres veces me he visto compelido a cambiar el encabezamiento de esta misiva. Dudé en prologarla con un «estimado».. pero no, «apreciado amigo».. tampoco, o «respetado exdiputado».. menos aún. Ninguna de las tres formulaciones se ajustarían a la sinceridad que intento transmitir y debo a los seguidores de esta «CANDELA» sabatina.

Y lo digo así, por derecho y pleno convencimiento, porque pienso que no es usted una persona «decente» —como con saña le espetó al presidente Rajoy su amigo Pedro Sánchez— y, aunque pueda resultar incómodo, ni siquiera «una buena persona», tal como usted se autocalificó ante el juez que le tomó declaración por el lío personal que le hostiga en estos momentos. Y mire, me he tomado la licencia de decir «su amigo Sánchez», porque usted ha estado, hasta hace dos días, apoyando todas sus políticas. Las feministas también, incluyendo la retahíla del «hermana, yo si te creo»; aunque, visto lo visto, ahora ya no tanto.

Pero espere, vayamos por partes y siga de crédulo:

Como dirigente de Podemos y de la mano de los camaradas Iglesias, Monedero y otros de similar pelaje ideológico, anduvo por Venezuela malmetiendo y engañando con su falsa y hueca intelectualidad, se amamantó a los pechos —alegórico, no piense en obscenidades— del chavismo, alabó aquella dictadura y aún es hoy el día en que se le recuerdan reconocimientos y lisonjas hacia esa oprobiosa y asesina satrapía. Pero claro, tiene lógica, era la mano que le daba de comer.

Dijo usted —y ahí está la hemeroteca— que los venezolanos hacían tres comidas al día, que Maduro respetaba los derechos de la oposición, que la diáspora de tres millones de venezolanos —hoy ya son siete—, era debida simplemente a que esa gente acomodada buscaba una vida mejor y debido a que el régimen no había sabido vender los muchos logros conseguidos. Vamos, que aquello para usted es el paraíso. Pues mire, cuando ahora finalice el asunto de marras con la artista que le ha denunciado, tiene la oportunidad de largarse para allí y disfrutar de tan excelso paraíso, cuna de libertades y ejemplo de pluralismo político. ¡Se va a hinchar a pluralismo!, se lo digo yo que conocí el paño. Pero ojo, no se le ocurra discrepar lo más mínimo porque verá como empieza el «joropo» en cuanto observe cerca de su domicilio un extraño e inusual ir y venir de jóvenes en moto, de aspecto patibulario, franela roja, con seguridad provenientes de la barriada «23 de enero» y como patrullando o vigilando algo. Los colectivos…. ¿Sabe, verdad ..?

Prosigo. Se cambió usted de bando enrolándose en Sumar cuando Podemos y su bicéfala testa —Pablo e Irene, monta tanto… aunque seguramente no—, hacía aguas en el barco encallado en Galapagar, se alineó con «otra que tal baila» —Yolanda, la gallega—, experta en abrazar y besar a todo quisque, saltar la talanquera, travestirse políticamente, traicionar a sus compañeros —pregunte a Irene o a José Manuel Beiras—, repartidora de carnets de buenas o malas personas y arrimarse al sol que más calienta.

Y con esa tropa de oportunistas y resentidos usted comulgó, gobernó y alcanzó un notorio protagonismo y hasta relumbrón —a pesar de ese particular aspecto de infantito empollón cum laude—.

Y, sin pretenderlo, pero habiendo salido a colación la cosa académica, permítame le baje los humos diciéndo que su tesis doctoral es, en principio, un refrito de frases e ideas fusiladas a Gramsci y Laclau fundamentalmente, y luego, un repetir hasta el hartazgo cuatro manidos conceptos y tópicos plagados de lugares comunes y reflexiones sin sustancia. Y así, así …, hasta casi 600 páginas. Dígame con sinceridad, ¿cree que alguien la ha leído entera ..? Yo, a diferencia de Tezanos, le diré la verdad. No, y para mí, que ni Rita o, si acaso, las 11 primeras páginas y porque son los agradecimientos. Eso sí, lo reconozco, ahí es usted muy agradecido, pero muy poquito más.

Luego, en otro orden de cosas y por aquellos avatares de la vida, pues resulta paradójico y coincidente que haga en su tesis tanta alabanza del caudillo cocalero boliviano Evo Morales quien, precisamente en estos momentos, en una extraña semejanza con su situación actual, afronta en su país cinco causas penales por «abuso sexual a menores y trata de personas». ¿Lo sabía, verdad?

Supongo que usted, en línea y coherencia con su ideología y el partido del que hasta hace cinco minutos era portavoz, lo primero que habrá dicho al leer esa escandalosa y funesta noticia sobre menores abusadas —incluso una embarazada y ahora madre— es, “hermanas, yo si os creo”. ¿O me equivoco?

Pues sí, me equivoqué. Porque usted guardó un silencio vergonzoso y cómplice con el poderoso. Y ese actuar, señor Errejon, no es de buenas personas. ¿Me entiende ahora?

Pues bien, hoy, está recibiendo en sus carnes las consecuencias y el fruto de su miserable práctica política. Porque usted, al igual que toda la trama que habita y se regodea en ese lodazal abyecto que es el comunismo y sus organizaciones satélites, ha ejercido una violencia subliminal contra los hombres, comulgando con una ideología feminista radical preñada de odios, frustraciones psicológicas y resentimientos.

Y ahora, ya ve —a veces la vida te la cobra—, le ha tocado probar en sus carnes el regusto amargo de su propia medicina.

Porque ahí está en los periódicos, antes muy afines, una señora diciendo que usted se pasó con ella «unos cuantos pueblos». Que si la empelló sobre la cama, que si se saco el pene, que si le sobo los pechos, que si le introdujo su lengua hasta la campanilla, etc, etc…. Hechos que, evidentemente, no casan con una denuncia interpuesta tres años después del supuesto abuso, ni con el perfil cultural y social de la jóven —ahora más famosa por el affaire—, ni con los mensajes que ella le ha dirigido a usted en tono amigable posteriormente ni, tampoco, con algunas de las circunstancias que concurrieron en la fiesta en la que parece ser se produjeron algunos de los sucesos.

Por todo esto, «señor investigado don Iñigo Errejón» —este título se adecua más a la corrección jurídica—, sepa que a pesar de todo, ¡yo, si le creo!, pero mucho, muchísimo… me alegro del trago que le están haciendo pasar.

Y no estaría mal que, en un gesto de valentía y cuando esta encerrona que le han preparado finalice, salga a la palestra a decir, alto y claro, que el feminismo propugnado por usted y sus ex compañeras —ahora las primeras en destruirlo—, no es feminismo, simplemente comunismo destructor de la sociedad, revestido de morado.

Y mire, ya de puesto y en un arranque de serena contrición y propósito de enmienda —que malició no ocurrirá—, afirme sin ambages que esa ideología radical es una auténtica barbaridad, una gran mentira cargada de mezquindades, odios y que lo mejor sería meter todo ese entramado de leyes contra los hombres y la convivencia en un saco y lanzarlo a lo más hondo del océano.

Ganaríamos todos y, con suerte, algo se dignificaría usted.