La leyenda cuenta que cuando los indios Pijao se trenzaban en sus guerras fratricidas con otras tribus -guazabara, les llamaban los indígenas-, debían permanecer mucho tiempo aislados de sus mujeres. Para tener algún consuelo, muchos decidían dejarse crecer el pelo, como una saudade hacia el sexo femenino.
Esta leyenda que se ha extendido hasta nuestros días, hoy la podemos apreciar en muchos escritores del Tolima, que por lo general, siempre lucen una frondosa cabellera o cola de caballo.
Un escritor del Espinal, Tolima, de cuyo nombre sí quiero acordarme, al preguntarle por qué llevaba “cola de caballo”, me contestó que lo hacía como una forma de reivindicar sus ancestros y sus “ancestras”.
Este, precisamente, no es el caso del maestro Carlos Orlando Pardo, que como yo, no heredamos la moda de los indios Pijao. Por el contrario, durante toda la vida, hemos tenido que convivir con este calvario que llevamos desde jóvenes.
Carlos Orlando es hijo de una familia del Líbano (una población del norte del Tolima), que gira alrededor de su madre, doña Gloria Inés Pardo, la Úrsula Iguarán del gran Tolima.
En los años cincuenta, el Líbano era un escenario de la violencia bipartidista entre conservadores y liberales.
Este fue el contexto que determinó la infancia de los futuros escritores Carlos Orlando y Jorge Eliécer Pardo.
Desde niño, Carlos Orlando y Jorge Eliécer sintieron la pulsión de la escritura como una forma de exorcizar la violencia y volverla literatura. Fue así como en 1972 publicaron su primer libro de relatos escrito al alimón, titulado Las primeras palabras.
Fue su entrada a la literatura colombiana. Carlos Orlando publicó enseguida Los lugares comunes y La muchacha del violín.
En 1985 la Editorial Oveja negra editó su novela Los sueños inútiles, en su colección “100 mejores escritores de la literatura colombiana”.
Al año siguiente, salió a la luz pública Lolita golondrinas, y más tarde, El beso del francés y Verónica resucitada.
Como se puede apreciar, el escritor colombiano siempre ha vivido rodeado de heroínas literarias.
Su labor literaria no sólo se dedicó a la escritura. Con su espíritu altruista y generoso, el autor colombiano creó la Editorial Pijao que lleva más medio siglo de existencia. Realizó los grandes congresos literarios, donde participaron los críticos literarios, Luz Mery Giraldo, Cecilia Caicedo, Seymour Menton y Raymond Williams. Creó la colección “50 novelas colombianas y una pintada”. Y en la ciudad de Ibagué promovió una tertulia literaria, con el escritor huilense, Benhur Sánchez, autor de la recordada novela La solterona. Héctor Sánchez, quien en los años setenta publicaba con las mejores editoriales españolas. Pablo Pardo, fundador de la editorial Caza de libros que ha publicado a cientos de autores colombianos. Y el joven Carlos Pardo Viña, que publicó con Sial Pigmalión de España, la novela Bohemian Rapsody.
Carlos Orlando Pardo es el jefe natural de una dinastía literaria, que a lo largo de de cincuenta años, ha impulsado la literatura de la región y del país, logrando que muchos autores desconocidos irrumpan en la arena literaria internacional.