Caza

Beatriz Rosete: “Antes que cazadora soy mujer, madre y persona; merezco el mismo respeto que los demás”

La creadora de contenido asturiana denuncia las amenazas recibidas en redes sociales por mostrar su vida como cazadora y defiende la caza sostenible como herramienta de conservación y gestión del mundo rural.
Beatriz Rosete
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Beatriz Rosete, asturiana, madre y apasionada del mundo rural, se ha convertido en una de las caras más visibles de la caza en redes sociales. Su historia personal resulta paradójica y significativa: en su infancia se declaraba animalista y llegó a reprochar a su padre su dedicación a la actividad cinegética. Con el tiempo, el conocimiento directo del campo y de la gestión de fauna le llevó a dar un giro radical y abrazar la caza como parte de su vida, primero como afición y más tarde como profesión.

Hoy cuenta con una comunidad de más de 14.000 seguidores en Instagram, donde comparte jornadas, reflexiones y experiencias cinegéticas. Su perfil público le ha granjeado apoyos, pero también un nivel de acoso difícil de soportar: insultos, calumnias e incluso amenazas de muerte, algunas dirigidas a su hijo menor. Beatriz no duda en calificarlas como violencia y delitos de odio, y ha denunciado varios de estos ataques ante las autoridades.

En esta entrevista, concedida a El Diario de Madrid, habla sin rodeos sobre libertad individual, el papel de la caza como herramienta de conservación, el odio en redes sociales y su lucha personal por el respeto.

¿Cómo defines la libertad individual como cazadora, y por qué consideras que practicar la caza entra dentro de esa libertad personal?

Para mí, la libertad individual es poder decidir cómo quiero vivir mi vida, siempre desde el respeto a los demás y por supuesto, a la ley. Por eso, la caza forma parte de esa libertad porque es una actividad legal y regulada. No voy a entrar en los beneficios que tiene a todos los niveles, porque aunque son muchos, la respuesta a esta pregunta se centra en ese aspecto legal.

¿Crees que tu libertad de expresión se vulnera cuando se te critica o se te amenaza por practicar una actividad legal?

Total y absolutamente. No tengo problema con la crítica, que es legítima y hasta beneficiosa cuando es constructiva. El problema es el acoso. Determinadas personas se amparan en la libertad de expresión para vaciar sobre ti su odio, y eso no es libertad de expresión: eso se llama delito de odio.

Contexto: El Ministerio del Interior recogió en su último informe que los delitos de odio en España aumentaron un 21% en 2023, siendo internet y las redes sociales un canal creciente de amenazas y acoso. En este marco, los cazadores denuncian estar entre los colectivos más señalados, aunque poco se hable de ello en el debate público.

¿Qué opinas de quienes intentan imponer su visión moral sobre la caza?

Creo que nadie debería imponer su concepto de moral sobre los demás, y menos cuando hablamos de una actividad legal, regulada y con un papel clave en la gestión del medio natural y del mundo rural. Entiendo que haya personas que no compartan la caza, pero de ahí a vetarla sin escuchar hay un paso enorme hacia la intolerancia. El desconocimiento hacia la cinegética está muy generalizado, pero he visto a personas pasar de ser “anti-caza” a entenderla y respetarla. Eso solo ocurre con quienes tienen capacidad de reflexión; con la cerrazón no se puede dialogar. Además, mucha gente de esta que va dando sus clases de moral come carne, es hipocresía que den esas lecciones cuando ellos comen los animales que nosotros cazamos. 

¿Qué repercusión tiene el odio en redes sociales en el debate sobre la caza y la libertad individual?

Los debates públicos se centran más en cuestiones económicas, medioambientales o culturales de la caza, y no tanto en la problemática del odio y su propagación en redes. Mucha gente ignora lo que sufrimos los cazadores y cazadoras. Quienes lo saben, muchas veces lo dan por sentado, como si “fuera lo que hay”, porque el anonimato parece inatacable. Y no: se confunde libertad de expresión con falta de respeto.

¿Cómo gestionas personalmente esa presión constante?

Con temple y fortaleza. Cuanto más atacan, más me crezco. Creo firmemente que nunca se consiguió ningún avance sin esfuerzo, compromiso y lucha; esta es la mía. A nivel personal, suelo bloquear cuando los comentarios son ataques gratuitos y me esfuerzo en debatir solo cuando considero que merece la pena.

¿Hay una brecha entre el medio rural y la sociedad urbanita en la percepción de la caza?

Absolutamente. Los que venimos del campo lo sabemos bien. Cada vez hay menos arraigo al mundo rural y más desconocimiento. En redes sociales los debates no suelen ser profundos: la gente se limita a criticar lo fácil, es decir, el hecho de que se abaten animales, sin ir más allá. Tampoco les interesa.

Dato: Según la Fundación Artemisan, la actividad cinegética en España aporta más de 6.400 millones de euros al PIB y genera 187.000 empleos, la mayoría en zonas rurales con riesgo de despoblación. Pese a ello, la percepción en entornos urbanos se reduce a menudo a imágenes de animales abatidos, sin atender a su impacto económico o de gestión.

¿Qué diferencia hay entre una opinión crítica y una amenaza?

No es que lo considere, es que es un hecho contrastado. Cuando recibes insultos, calumnias, o amenazas de que van a violarte o a matarte a ti o a tu hijo, eso no tiene interpretación posible: es violencia. No son opiniones, son delitos de odio. Y no son casos aislados: muchos cazadores soportan este acoso cada día. La opinión crítica es lícita y beneficiosa, y la amenaza es una total falta de respeto y un delito. 

¿Qué ejemplos pondrías de caza sostenible y necesaria?

La caza como herramienta de conservación es la que yo defiendo. Ejemplos claros son las plagas de jabalíes o de conejos. Cuando ves jabalíes en la ciudad, provocando accidentes o transmitiendo enfermedades, entiendes que hay un problema de superpoblación. Lo mismo ocurre con el conejo en zonas agrícolas: destrozan cosechas y generan desequilibrios.
Mucha gente cree que la naturaleza se regula sola, pero eso ya no es cierto desde el momento en que construimos carreteras, ciudades e infraestructuras. Hemos modificado los ecosistemas, y si los hemos cambiado para bien, también los hemos cambiado para mal. La caza es, en muchos casos, la única herramienta eficaz de gestión.

En redes sociales también se os acusa de provocar incendios o de actuar contra la conservación. ¿Qué opinas?

Es un disparate. He llegado a escuchar que los cazadores quemamos montes para tener acceso a los terrenos o que los ganaderos prenden fuego para recibir ayudas. Cualquiera que viva en el campo sabe que eso es absurdo: si se quema el monte, los ganaderos se quedan sin pasto, los cazadores sin fauna y los apicultores sin colmenas. En los incendios nunca he visto a colectivos animalistas llevando agua a la fauna, pero sí a agricultores, ganaderos, apicultores, pescadores y cazadores ayudando.

¿Cómo equilibras el derecho a la crítica con tu derecho a no ser acosada?

Reconociendo que la libertad de expresión no es absoluta. Defiendo las opiniones contrarias, siempre dentro del respeto. Pero si se vulneran mis derechos o se produce acoso, denuncio y actúo legalmente. El problema es el anonimato: muchos perfiles que agreden son imposibles de rastrear.

Para terminar, ¿qué mensaje te gustaría transmitir?

Que la caza puede y debe ejercerse con respeto, que la libertad personal merece ser respetada y que los juicios sin fundamento solo generan división. Y, sobre todo, que antes que cazadora soy mujer, soy madre y soy persona. En esta era de la tolerancia y la diversidad, pedimos respeto y derechos para todos los colectivos. Pues yo también soy un ciudadano más, y merezco el mismo respeto que el resto.

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