La cumbre climática de Belém (Brasil) concluyó este sábado con un acuerdo político de mínimos que evita fijar una hoja de ruta para abandonar los combustibles fósiles, pese a ser el asunto central de las negociaciones y una de las mayores urgencias climáticas del planeta. La llamada ‘Decisión Mutirão’, aprobada por los casi 200 países participantes, quedó muy diluida respecto a las primeras propuestas y refleja las profundas discrepancias entre los petroestados, liderados por Arabia Saudí, y los países más ambiciosos, encabezados por la Unión Europea y varias naciones latinoamericanas.
Un acuerdo diluido que evita compromisos directos
Desde el pasado 10 de noviembre, el Parque da Cidade de Belém acogió la COP30 y otras reuniones como la CMA7 del Acuerdo de París. En esta última se negociaba el texto principal del paquete político, originalmente redactado con un lenguaje más contundente sobre el abandono de los combustibles fósiles, que finalmente fue suavizado tras una larga noche de negociaciones.
Pese a que el primer borrador recuperó la ambición que se perdió en 2024 en la COP de Bakú, la versión final del acuerdo omite cualquier mención explícita a un calendario para dejar atrás el petróleo, el gas y el carbón. En su lugar, incluye la creación del “Acelerador Global de la Implementación”, una iniciativa voluntaria que será presentada en 2026 en la COP31 (Turquía) bajo presidencia australiana.
Según la ministra española de Transición Ecológica, Sara Aagesen, no es “el mejor texto posible”, pero la UE lo ha apoyado para mantener el proceso climático dentro del marco de la ONU, especialmente ante la inminente salida de Estados Unidos del Acuerdo de París.
La Presidencia brasileña crea dos hojas de ruta… pero fuera de la ONU
Tras aprobarse el Paquete Político de Belém, el presidente de la COP30, André Correa do Lago, admitió que muchos países esperaban más ambición, pero se comprometió a “no decepcionarlos”. Para ello anunció la elaboración de dos hojas de ruta no vinculantes:
una para detener y revertir la deforestación, y
otra para dejar atrás los combustibles fósiles de forma justa y ordenada.
Ambas se elaborarán al margen de Naciones Unidas y se basarán en “diálogos de alto nivel” con gobiernos, sectores industriales, organizaciones internacionales, trabajadores, intelectuales y sociedad civil. Correa do Lago aseguró que estarán “guiadas por la ciencia” y en sintonía con el espíritu de Mutirão, concepto indígena que alude a la acción colectiva.
Desde Ecologistas en Acción, el coordinador de clima y energía, Javier Andaluz, advirtió a Servimedia que estas iniciativas no serán legalmente vinculantes y están “lejos” de las competencias formales del presidente de la COP.
Además, Correa do Lago anunció que en abril se celebrará en Colombia la primera conferencia internacional para la eliminación gradual de los combustibles fósiles.
Financiación climática: avances limitados y objetivos aplazados
La ‘Decisión Mutirão’ incluye también el impulso de la “Misión de Belém al Objetivo 1,5”, destinada a reforzar la ambición de los planes nacionales de mitigación y adaptación.
El documento insta a los países desarrollados a triplicar la financiación para adaptación antes de 2035, cinco años más tarde que lo planteado inicialmente. También convoca una mesa ministerial para evaluar el avance hacia el objetivo acordado en 2024: que los países ricos aporten 300.000 millones de dólares anuales en 2035 para apoyar a las naciones más vulnerables.
Deforestación: un compromiso sin hoja de ruta
La cumbre “enfatiza” la necesidad de detener y revertir la deforestación para 2030, aunque nuevamente sin un plan concreto para alcanzarlo. Este punto es especialmente sensible para Brasil, anfitrión de la cumbre y poseedor de gran parte del Amazonas.
Un cierre que deja más preguntas que respuestas
La COP30 de Belém concluye con un resultado que muchos consideran insuficiente para encarar la crisis climática en un momento decisivo.
Aunque la Presidencia se compromete a avanzar con sus propias hojas de ruta, la ausencia de compromisos claros dentro del marco de la ONU y la falta de un calendario para abandonar los combustibles fósiles ponen en duda la capacidad global para limitar el calentamiento a 1,5°C.