Una cronología del conflicto
Para entender el enfrentamiento actual entre Israel y Hamás es necesario retroceder a 2005. Ese año, Israel se retiró unilateralmente de Gaza, evacuó asentamientos, retiró incluso a sus muertos de los cementerios y dejó intacta una industria agropecuaria moderna. Todo fue destruido en días.
En 2006 se celebraron las primeras y últimas elecciones en Gaza. Hamás arrasó en las urnas, y poco después asesinó y expulsó a los dirigentes de Fatah, instaurando un régimen islamista radical. Desde entonces, Gaza se convirtió en una base de lanzamiento de decenas de miles de cohetes contra Israel.
La fecha clave más reciente es el 7 de octubre de 2023, cuando comandos armados de Hamás cruzaron la frontera, atacaron comunidades y un festival de música, dejando más de 1.200 muertos y decenas de rehenes. Israel respondió con una ofensiva militar que se prolonga ya casi dos años.
Durante este tiempo, Hamás se ha atrincherado en 500 kilómetros de túneles excavados bajo escuelas, hospitales y mezquitas con financiación internacional. Miles de civiles han quedado atrapados como escudos humanos, mientras la comunidad internacional oscila entre la condena a Hamás, la presión a Israel y el envío de ayuda humanitaria.
En España, el conflicto ha derivado en una fuerte polémica política. El Gobierno envió en septiembre de 2025 una fragata para escoltar a la llamada “flotilla humanitaria” rumbo a Gaza, una decisión que ha generado un intenso debate diplomático y de seguridad.
Quién es Ángel Mas
Ángel Mas es presidente de Acción y Comunicación sobre Oriente Medio (ACOM), una asociación española independiente dedicada a la defensa de los valores democráticos y a la lucha contra el antisemitismo. ACOM no está adscrita a partidos políticos ni a comunidades religiosas: su base son ciudadanos españoles —judíos y no judíos— convencidos de que España e Israel, como democracias liberales y garantistas, comparten intereses estratégicos y principios de convivencia.
Además de su labor al frente de ACOM, Mas se ha convertido en una de las voces más reconocidas en el debate sobre Oriente Medio en España. Sus intervenciones destacan por un tono reivindicativo y directo, que busca combatir lo que denomina “narrativas falsas” sobre Israel y su conflicto con Hamás.
¿Cómo interpreta la situación actual del conflicto y la reacción del Gobierno español?
Lo que vemos es una situación envenenadísima, tóxica, en España. Y parte de dos condicionantes. El primero es que tenemos el Gobierno más radical de la Unión Europea, y de Occidente en general. Un Gobierno en el que participan partidos financiados por la República Islámica de Irán, con una agenda radical. Y no se esconden: es el propio presidente del Gobierno y el Partido Socialista quienes agitan esa radicalidad.
El segundo condicionante es que tratamos con un político sin escrúpulos, un aventurero sin brújula moral, capaz de alentar odio, violencia, intimidación o coacción para sus intereses. Esa combinación es muy peligrosa.
Hoy España vive en una cámara de eco, en un marco de referencia falso, donde incluso sectores que deberían ser neutrales u opositores han aceptado un relato manipulado, típico de un trilero que no dice la verdad ni al médico.
“El Gobierno español ha optado por liderar, dentro de la UE, una campaña cuyo objetivo es que Israel no gane la guerra.”
¿Qué ocurrió realmente el 7 de octubre de 2023?
El 7 de octubre hubo un acto criminal de una brutalidad difícil de comprender. Salvajes entraron en territorio internacionalmente reconocido de Israel y asesinaron a más de 300 jóvenes en un festival de música. Lo grabaron, lo celebraron, violaron mujeres vivas y muertas hasta romperles la pelvis, las quemaron vivas, torturaron a padres delante de hijos y a hijos delante de padres.
Civiles de Gaza participaron activa y entusiastamente en esas masacres. Y cuando los secuestrados fueron llevados a Gaza, los escondieron en casas de periodistas, médicos o profesores, donde siguieron siendo abusados. Algunos cuerpos recuperados apenas pesaban 40 kilos.
Estamos tratando con una sociedad fanatizada que durante quince años se preparó para esto, construyendo 500 km de túneles bajo escuelas, mezquitas y hospitales. Eso lo financió la Unión Europea, Catar y otros actores internacionales. Y no para refugiar a civiles, sino para atacar y usarlos como escudos humanos.
“La guerra no acabará solo con la derrota militar de Hamás, sino con la desradicalización de dos generaciones.”
¿Qué pasa con los rehenes en manos de Hamás?
Quedan 48. No sabemos cuántos siguen vivos. Sabemos que al menos 50 fueron asesinados en cautiverio. Los que hemos recuperado, vivos o muertos, muestran signos aterradores: abusos sexuales, torturas, cuerpos famélicos de apenas 40 kilos.
Si alguien cree que la sociedad israelí no hará lo que tenga que hacer para rescatarlos, está loco. Han enviado a lo mejor de su sociedad, gente que dejó casas, familias y trabajos. Hasta hoy, 900 soldados han muerto y más de 6.000 han quedado heridos o mutilados en ese intento.
“Israel hará lo que tenga que hacer para liberar a los rehenes: nadie debe dudarlo.”
Israel es acusado de crímenes de guerra y genocidio. ¿Qué responde a esas acusaciones?
Es falso. Mentira. No se puede aceptar. En dos años de guerra urbana, en un territorio con 2,2 millones de habitantes, Hamás habla de 60.000 muertos. De ellos, al menos 30.000 son combatientes. ¿Han muerto civiles inocentes? Sí, 30.000. Y es un horror. Pero es atribuible a Hamás, a sus aliados, a quienes financiaron su maquinaria de odio.
Israel podría haber arrasado Gaza en semanas y matar a millones. No lo hizo. Ha pagado un precio altísimo: 900 soldados muertos y 6.000 heridos o mutilados, enviados a intentar rescatar a los rehenes.
¿Quién se atreve a hablar de genocidio cuando Israel avisa antes de bombardear, distribuye folletos, llama por teléfono y pide a la gente que evacúe? ¿Desde cuándo un país que pretende exterminar anuncia dónde va a atacar?
“Hablar de genocidio aplicado a Israel es un insulto a la inteligencia y a la memoria histórica.”
¿Qué responsabilidad atribuye a la comunidad internacional?
Brutal. La comunidad internacional, en lugar de presionar para la liberación inmediata de los rehenes, se fue a Catar a negociar. Canalizó la ayuda humanitaria a través de la ONU y de Hamás, que se quedó con hasta el 90% de los insumos.
En Gaza han entrado 1.600 millones de toneladas de ayuda, 650 kilos de alimentos por persona, más que en Irak o Afganistán. Sin embargo, Hamás robaba y revendía esa ayuda mientras la propaganda hablaba de hambruna.
Y quiero subrayar esto: en Darfur, Sudán, murieron medio millón de niños de hambre el año pasado. En el Tigray, Eritrea, más de 300.000. En Haití, sin guerra alguna, 6.000 personas. ¿Dónde estaban entonces las portadas y las manifestaciones? Y en Gaza, según Hamás, hablan de 100 fallecidos por hambre.
“La comunidad internacional ha dado oxígeno a Hamás e impedido evacuar a civiles, convirtiéndose en corresponsable de la tragedia.”
Ha mencionado también a la oposición española. ¿Por qué la responsabiliza?
Porque han aceptado el marco falso del Gobierno. Y eso es aún más grave. La oposición sabe lo que hay y, aun así, prefiere mantenerse en la ambigüedad.
En el PP hay algunas honrosas excepciones, y en Vox se ha mostrado coraje. Pero muchos dirigentes han comprado el relato del Ejecutivo. Y lo mismo ha ocurrido en medios de comunicación que en otros asuntos critican al Gobierno, pero en este tema repiten su narrativa.
“El problema no es solo un Gobierno radical, sino una oposición dispuesta a aceptar sus mentiras en este tema.”
Usted ha denunciado un aumento de la violencia política en España. ¿A qué se refiere?
Mira lo que pasó en la Vuelta Ciclista: la policía nos dijo que no podía garantizar la seguridad. Estamos en una situación peligrosísima, donde se justifica la agresividad física contra quienes apoyamos a Israel.
Si se normaliza la violencia y la intimidación como acción política legítima, es el final del Estado de derecho. Y eso es lo que se está incubando en España: un clima tóxico en el que los judíos y quienes defendemos la verdad sobre Israel quedamos en la diana.
¿Qué opina de la participación española en la llamada “flotilla humanitaria”?
Es un montaje burdo. Un postureo financiado incluso por el Ayuntamiento de Barcelona. Barcos que cruzan el Mediterráneo con “cuatro bolsas de comida”, parando en fiestas y puertos turísticos. Y con vínculos abiertos con Hamás.
Lo más grave es que el propio Ejecutivo ha dado orden a la Armada de proteger a esos barcos. Se ha mandado una fragata con mandato expreso de escoltarlos hasta Gaza, como si fueran una misión de Estado. Y todo esto sin pasar por el Parlamento, cuando enviar tropas o buques a una zona de guerra requiere por ley autorización de las Cortes.
España, al apoyar esa iniciativa, se arriesga a cooperar con una organización terrorista. Y además con una contradicción grotesca: esa fragata española que acompaña la flotilla va armada con cañones fabricados en Israel, mientras el Gobierno rompe contratos militares con la industria israelí.
“El Ejecutivo ha dado orden expresa a la Armada de proteger a la flotilla: es ilegal y convierte a España en cómplice de Hamás.”
¿Y qué consecuencias tiene todo esto para España y Europa?
España se ha aislado. Alemania, Italia o Polonia respaldan el derecho de Israel a defenderse. Pero aquí hemos aceptado el relato de Hamás.
Eso tiene consecuencias: la ruptura de contratos militares con Israel dejará a nuestro Ejército desabastecido y más vulnerable en el Estrecho. No hablamos de teorías: España ha perdido la cooperación en sistemas de defensa clave, como los misiles anticarro Spike, los aviones con láser Rafael o los lanzacohetes SILAM, que iban a fabricarse en joint venture con la española Escribano. Una transferencia tecnológica de más de 500 millones que ya no llegará.
Israel venderá esos sistemas a otros países —quizá a Marruecos—, mientras España paga indemnizaciones por contratos rotos y se queda sin tecnología estratégica.
“España ha perdido tecnología militar clave con Israel y se queda desprotegida en el Estrecho, mientras otros países compran lo que nosotros rechazamos.”
¿Cuál es, en su opinión, la única salida posible al conflicto de Gaza?
La única salida es la derrota de Hamás, su rendición, la liberación de rehenes y un proceso de desradicalización profundo en Gaza, administrada por una coalición de países árabes moderados.
Los propios países árabes lo saben: Arabia Saudí, Emiratos, Bahréin o Egipto no permiten banderas palestinas en estadios porque son símbolo de Hamás. Han pedido a Israel que derrote decisivamente a Hamás.
Trump ya propuso en su momento trasladar a la población de Gaza para protegerla y poder reeducarla lejos de Hamás. La comunidad internacional lo rechazó, y hoy esa negativa pesa como una oportunidad perdida.
“La paz solo será posible si Hamás es derrotado y Gaza se desnazifica, como ocurrió en Alemania tras la Segunda Guerra Mundial.”
¿Cómo valora el aislamiento internacional de España?
Nos creemos que lideramos una causa justa, pero la realidad es otra. Alemania, Italia o Polonia apoyan el derecho de Israel a defenderse. Incluso los países árabes moderados piden su derrota decisiva.
En España, sin embargo, hemos aceptado el relato de Hamás. Y eso nos aísla de Europa, nos enfrenta a nuestros socios y nos deja como un país irrelevante que juega a Eurovisión o al postureo diplomático mientras sacrifica su seguridad estratégica.
“España se cree líder internacional, pero se ha convertido en un país irrelevante y aislado, desconectado de Europa y de sus propios aliados.”