Inés Sagrario, CEO de Ekonoke: “Nunca le digas ‘imposible’ a un emprendedor”

Una startup española desafía al cambio climático cultivando lúpulo en interior con tecnología propia, más de tres cosechas al año y cero pesticidas.

Inés Sagrario, CEO de Ekonoke - Carmina Prieto
photo_camera Inés Sagrario, CEO de Ekonoke - Carmina Prieto

El lúpulo, ingrediente que define el sabor y el aroma de la cerveza, está en riesgo por el cambio climático. Con veranos cada vez más extremos en Alemania y Estados Unidos —donde se produce hasta el 85 % del suministro mundial— su disponibilidad y calidad empiezan a ser una incógnita. Frente a ese escenario, una empresa española, Ekonoke, ha logrado cultivar lúpulo en interior, con energía renovable, sin pesticidas y con un rendimiento anual jamás visto. Inés Sagrario, fundadora del proyecto junto a Ana Sáez, Antonio Rojas y Javier Ramiro, reconstruye para El Diario de Madrid una historia que nadie vio venir: cómo un cultivo que parecía imposible de cultivar en un entorno controlado acabó creciendo bajo LEDs en naves industriales españolas.

Un problema global que empieza en el campo

Cuando Inés Sagrario explica por qué Ekonoke existe, empieza siempre explicando esta amenaza latente pero no tan conocida. “Nuestra misión es muy sencilla de resumir: queremos salvar la cerveza del planeta”, dice con humor, pero sin exageración. El lúpulo —el ingrediente que aporta el amargor y el aroma— depende de un equilibrio climático cada vez más frágil.

“El 80 u 85% del lúpulo mundial se produce entre el sur de Alemania y el noroeste de Estados Unidos. Y los años en los que encadenan dos o más eventos climáticos extremos, empieza el problema”, explica. Esos eventos extremos pueden ser prácticamente cualquier cosa: un pico de calor en mayo que confunde a la planta y la hace florecer antes de tiempo; tres semanas por encima de 35 grados en verano, como ya ha ocurrido en Alemania; heladas cuando el cultivo aún está en crecimiento; o largas sequías que impiden su desarrollo.

Pero la amenaza no es solo el rendimiento. Es la calidad, algo crítico para las cerveceras. “Los cerveceros no quieren kilos de lúpulo. Quieren gramos concretos de alfa-ácidos y aceites esenciales. Si el clima altera ese equilibrio, la cerveza cambia. Y eso no se lo puede permitir ninguna marca”.

Cuando la pandemia obligó a replantearlo todo

Ekonoke no nació dedicada al lúpulo. De hecho, antes de 2020 cultivaba hortalizas de hoja, microgreens, aromáticas y flores comestibles para restaurantes. Era un negocio delicado, estable… y completamente incompatible con un confinamiento. “Todos nuestros clientes cerraron a la vez. Tuvimos que reaccionar”.

En ese momento de incertidumbre, el equipo empezó a estudiar cultivos en riesgo climático. “Queríamos ver qué cultivos tenía sentido intentar en un entorno 100 % controlado, en una nave industrial”. El lúpulo apareció enseguida como un candidato.

Pero no recibió aplausos. “Un experto del mundo cervecero nos dijo directamente que era imposible cultivar lúpulo indoor. Y claro… no le digas imposible a un emprendedor”, recuerda entre risas.

El primer ciclo fue, como ella misma lo describe, “de supervivencia pura”. No tenían la altura necesaria —el lúpulo necesita crecer 6-7 metros— y tuvieron que cultivar en diagonal, en zigzag, como fuera. “Aquellas plantas fueron unas supervivientes”. Pero resistieron. Y produjeron sus primeros conos.

Con ese pequeño puñado de flores se presentaron ante las grandes cerveceras españolas.

La llamada decisiva desde Galicia y el apoyo de Enisa

Entre las conversaciones que mantuvieron, hubo una clave: Hijos de Rivera, fabricante de Estrella Galicia. A través de su empresa agrícola, Cosecha de Galicia, decidieron apostar por Ekonoke. Y no solo con financiación.

“Su responsable de innovación lleva veinte años cultivando lúpulo. Su apoyo técnico fue fundamental. Sin ellos, no hubiéramos podido avanzar tan rápido”, reconoce Sagrario.

Con ese impulso, Ekonoke pudo montar instalaciones con la altura necesaria y empezar a experimentar de forma rigurosa.

Además, Ekonoke recibió el apoyo financiero de Enisa, empresa pública dependiente del Ministerio de Industria, que fue absolutamente clave. “Cuando conseguimos el préstamo de Enisa no nos financiaba nadie. Ha sido un instrumento muy importante para Ekonoke”. Recientemente, acaba de cerrarse un nuevo préstamo por parte de Enisa.

Cómo se cultiva un lúpulo que nunca ve el sol

Cultivar lúpulo en interior no consiste en encender unas luces. Es un ecosistema completo, diseñado desde cero.

Sagrario lo explica así: “Nuestra fórmula tiene tres partes. La ambiental —temperatura, humedad, CO₂—; la nutritiva —macro y micronutrientes ajustados según la fase—; y la lumínica —luces LED que replican el sol—”.

Ese control total permite algo inaudito: “En campo tienes un ciclo al año, de marzo o abril a finales de agosto. Nosotros, en interior, podemos replicar el solsticio, San Juan, todas las veces que queramos. Ya estamos en tres cosechas y media al año por planta, y queremos llegar a cuatro”.

La empresa ha trabajado durante años para automatizar todas las variables de ese ecosistema. Y, por primera vez, la información acumulada permite dar un paso más: “Ya llevamos 22 cosechas en diferentes salas. Ahora sí tenemos suficientes datos para introducir inteligencia artificial, análisis de imagen y crear incluso un gemelo digital del cultivo”.

Equipo Ekonoke - Carmina Prieto
Equipo Ekonoke - Carmina Prieto

En otras palabras, un sistema capaz de simular el crecimiento del lúpulo sin esperar meses entre ciclos reales.

La cerveza que lo cambió todo

La pregunta esencial era si el lúpulo indoor sería realmente comparable al de campo. La respuesta llegó en forma de cerveza. Literalmente.

Hijos de Rivera elaboró una IPA con lúpulo 100 % Ekonoke: la IPA Ekonoke, disponible en sus cervecerías de La Tita Rivera, incluida la de la calle Pérez Galdós en Madrid. El resultado sorprendió incluso a los expertos.

Y después llegó la prueba definitiva: AB InBev, la cervecera más grande del mundo, elaboró dos lotes idénticos de una de sus Goose Island IPA. La única diferencia era el origen del lúpulo: uno de campo americano, otro indoor español.

La cata a ciegas en Bélgica no dejó dudas.

“No pudieron distinguir cuál era cuál”, recuerda Sagrario. “Y además, a nuestra cerveza le dieron más puntos”.

También cerveceras japonesas han validado su calidad. La hipótesis estaba demostrada: el lúpulo indoor no solo funciona, sino que puede ser indistinguible —o incluso superior— al cultivado en campo.

La sostenibilidad como columna vertebral

Si algo diferencia a Ekonoke no es solo la calidad, sino el modelo ambiental que hay detrás.
“No usamos pesticidas, ni herbicidas, ni fungicidas. Funcionamos solo con energía renovable. Usamos mucha menos agua. Y nuestras instalaciones son sumideros de carbono”.

A eso se suma un rendimiento potencial abrumador: cuando la tecnología llegue a escala industrial, podrá ofrecer hasta treinta veces más rendimiento por hectárea que el cultivo tradicional.

Para un sector sometido a presión climática y regulatoria, esa ventaja puede cambiarlo todo.

Tres Cantos, Lugo y el salto industrial

Ekonoke opera hoy en dos puntos clave de España: un laboratorio en Tres Cantos, donde investigan las respuestas de la planta, y unas instalaciones piloto en Chantada (Lugo), justo enfrente de la cervecería experimental de Hijos de Rivera.

Allí producen el lúpulo que se emplea en la IPA Ekonoke.

“Estamos en fase preindustrial. En los próximos seis o nueve meses queremos validar todos los KPIs técnicos y económicos. Si todo encaja, el siguiente paso es montar una instalación industrial junto a la nueva fábrica de Hijos de Rivera en Arteixo”.

Y añade, convencida: “Dentro de dos o tres años, Arteixo no será solo Inditex. Será también el lugar donde se está salvando la cerveza del planeta”.

Una empresa española con socios globales

Además de Hijos de Rivera, la compañía cuenta con dos aliados clave:

AB InBev, que continúa colaborando técnicamente, y Sumitomo Corporation, que ha invertido en la empresa tras realizar un estudio propio sobre el mercado asiático.

Ambos ven en el modelo de Ekonoke un camino hacia la seguridad de suministro en un entorno climático incierto.

El lúpulo más allá de la cerveza

Hay una parte de la historia que aún no se ha desplegado del todo: las aplicaciones no cerveceras del lúpulo.

“Se empezó a poner en la cerveza por sus propiedades antibacterianas. Pero ahora sabemos que también es antiinflamatorio, antitumoral, antiestresante… Incluso se está usando en ensayos para Crohn, Alzheimer o tuberculosis”.

Hay nutracéuticos en el mercado basados en 8-PN, un fitoestrógeno del lúpulo especialmente eficaz para reducir síntomas de la menopausia.

También tiene aplicaciones cosméticas y en bebidas funcionales.

“Lo que ocurre es que el mercado no puede crecer porque no hay suficiente lúpulo de alta calidad. Si resolvemos ese cuello de botella, se abre un mundo nuevo”.

Del “imposible” a la nueva era del lúpulo

Lo que empezó como un acto de supervivencia empresarial se ha convertido en uno de los proyectos agrícolas más innovadores de España. Un equipo de catorce personas —agrónomos, biólogos, químicos, ingenieros, analistas de datos— está logrando lo que nadie había intentado: dotar de resiliencia climática a un cultivo históricamente dependiente del clima, en un entorno 100% controlado, y hacerlo reproducible en cualquier lugar del mundo.

No es casualidad que Ekonoke haya llamado la atención de las mayores cerveceras del planeta. Ni que grandes corporaciones japonesas estén apoyando su expansión. Tampoco es casual que un laboratorio en Tres Cantos y una planta piloto en Lugo estén redefiniendo el futuro de un ingrediente tan antiguo como la cerveza.

Quizá dentro de unos años parezca normal. Entonces diremos que el lúpulo ya no depende del cielo, sino de la ciencia. Y que aquella empresa a la que dijeron que era imposible lo consiguió porque, como recuerda su fundadora, hay frases que nunca deben pronunciarse ante un emprendedor.