Maruja Mallo (Ana María Gómez González) había nacido en Vivero en 1902 y en 1922 llegó a Madrid, porque destinaron a su padre. Ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando donde cursó estudios hasta 1926. Allí conoció al escultor Emilio Aladrén - guapo como un efebo griego, que decía la pintora - y fueron amantes hasta que la dejó por Federico García Lorca. Aladrén era heterosexual, pero siempre aseguraba Vicente Aleixandre que había sido el gran amor de Federico y tanto fue así que llegó a dedicarle el poema titulado “Romance del emplazado” en su “Romancero gitano”. Dos años más tarde rompió la relación, cuando se enamoró de la inglesa Eleanor Dove y Federico se deprimió de tal modo que puso tierra de por medio y se fue a Nueva York (1929), donde escribió “Poeta en Nueva York” (libro que nunca llegó a ver publicado). Después, Maruja Mallo mantuvo una intensa relación con Rafael Alberti, a pesar de que Alberti, mientras vivió María Teresa, siempre negase la relación sentimental. Alberti y Mallo participaron en la “Escuela de Vallecas” con Benjamín Palencia y con otros pintores como Díaz Caneja o Luis Castellanos, con poetas como Miguel Hernández y Federico García Lorca y escultores como Alberto Sánchez.
Miguel Hernández había llegado a Madrid desde Orihuela - con 21 años - en diciembre de 1931 trabajó como corrector y redactor para la editorial Espasa Calpe, en la “Enciclopedia de Toros” de José María de Cosío y, al mismo tiempo colaboró en las “Misiones Pedagógicas” y en algunas revistas donde publicaba poemas. Vivió en pensiones modestas, una de ellas estaba en el número 96 de la calle Vallehermoso, donde una placa conmemorativa lo recuerda.
La relación entre Maruja Mallo y Miguel Hernández surgió en Madrid, a través de la amistad de ambos con Pablo Neruda, que entonces era cónsul en la Embajada de Chile, y esa relación entre la pintora y poeta fue ahondando y llegó a ser tan íntima que Miguel Hernández y Maruja Mallo llegaron a mantener un idilio tan frecuente y pasional que incluso en una ocasión les llegó a pillar la guardia civil fornicando debajo de un puente del río Henares y a Miguel lo llevaron detenido a pesar de que su compañera rogara a los agentes. Al día siguiente tuvo que intervenir Neruda, acudiendo desde la embajada de Chile para que lo liberaran. Miguel estaba tan enamorado que se ha llegado a decir que “El rayo que no cesa” está realmente inspirado en la pintora gallega, e incluso algunos poemas de ese libro de la poeta murciana María Cegarra… Miguel se había enamorado en Madrid, pero la falta de compromiso de Maruja Mallo contribuyó a que el poeta de Orihuela, que durante ese tiempo se había distanciado de Josefina Manresa, tuviera que pedir de nuevo su mano. Miguel murió en el año 1942 y Maruja Mallo pasó un tiempo en Galicia con el sindicalista Alberto Fernández Mezquita. Se fue a Portugal cuando estalló la guerra y de ahí a Buenos Aires. En los años de América expuso en la galería “Bonino” de Buenos Aires y en la galería “Carroll Carstairs” de Nueva York y en algunos hoteles, en comercios y en el “Club Deportivo las Heras”. Ejerció como profesora, decoradora y diseñadora de tejidos en la importante “Casa Comte” y colaboró con las editoriales “Losada” y “Atlántida”. Su obra americana ha dado lugar al conflicto que aún mantiene el galerista madrileño Guillermo de Osma, ya que ha llegado a presentar, con cierto oscurantismo, un muy controvertido “Catálogo razonado” que ha sido parcial y limitado por falta de justificación y por un marcado sectarismo, que quizás se deba a intereses espurios o de índole económico ¡Quien lo sabe! Maruja Mallo regresó del exilio en 1962 y se estableció en Madrid donde continuó pintando. Murió en 1996 a los 93 años.
Dalí había coincidido con Maruja Mallo en la “Residencia de Estudiantes”. Había dicho que era “Mitad ángel, mitad marisco”.
Durante el tiempo de la “Movida Madrileña” fue nuevamente protagonista, la manejaron a su antojo quienes pasaban por amigos y ya sin darse mucha cuenta regresó durante ese tiempo a la vida excéntrica y desordenada.