El 18 de agosto se cumplieron 89 años de la muerte de Federico García Lorca, uno de los más grandes poetas y dramaturgos del siglo XX. Su producción literaria, intensa e innovadora, logró amplio reconocimiento también en países de América con los que mantuvo un valioso intercambio cultural. Su trágica muerte, asesinado a inicios de la guerra civil española, agrega a su figura la condición de mito, que coexiste con su enorme importancia como artista.
Nació Federico en Fuente Vaqueros, un pueblo de Granada cercano a la hacienda de su padre, en el que pasó su infancia en contacto con la naturaleza y la sociedad campesina de la época.
La música fue su primera vocación, persistente hasta sus tiempos de estudiante en la Universidad de Granada. Los viajes por España en compañía de profesores y colegas le inspiraron “Impresiones y Paisajes”, su primer libro en prosa, publicado en 1918. En 1920 se estrenó en Madrid “El maleficio de la mariposa”, primera de las muchas obras de teatro que iría a escribir en su corta vida.
Federico se traslada a Madrid, a la famosa Residencia de Estudiantes, en donde se vincula con Luis Buñuel, Salvador Dalí y otros artistas de la época. Escribe poesía, y Juan Ramón Jiménez le ayuda a publicar sus primeros libros de poemas, entre los que está “Romancero gitano”. Manuel de Falla, a quien conoce en Granada, es otro gran artista con quien Federico comparte proyectos en los que buscan proyectar hacia lo universal expresiones populares locales
Dado lo temprano e inesperado de su trágica muerte, varias obras de García Lorca fueron publicadas años después, como es el caso de su “Poeta en Nueva York” editado en 1940, los “Sonetos del amor oscuro” publicados en 1983, y las series “Poemas en prosa” y “Suites”, que aparecen en 1986 en una antología que contiene “Cancioncilla del niño que no nació” y “Degollación de los inocentes”, claras alusiones al drama del aborto.
En junio de 1929 Federico viaja a Nueva York, en donde vive varios meses inmerso en una sociedad que le sorprende por su tamaño y diversidad racial y religiosa. Desde Miami emprende el viaje a Cuba y regresará a España con varios proyectos culturales como “La Barraca”, compañía itinerante que iría por los pueblos representando obras clásicas del teatro universal.
En 1933 Lola Membrives estrenó en Buenos Aires “Bodas de sangre” cuyo éxito fue tal que llegó a completar más de 150 representaciones. El autor tuvo una larga estancia en la capital argentina, en donde dictó conferencias y sedujo a todos con su carácter alegre y comunicativo. Allí dirigió sus obras “Mariana Pineda”, “La zapatera prodigiosa” y “El Retablillo de Don Cristóbal”.
A su regreso a España, en abril de 1934, continuó con la promoción de clubes de teatro, y en agosto del mismo año, la muerte del torero le inspiró el célebre poema “Llanto por Ignacio Sánchez Mejía”. Pese a su intensa actividad como divulgador, logró terminar en un bienio “Doña Rosita la soltera” y sus dramas; “Yerma”, y “La casa de Bernarda Alba”.
En julio de 1936 el poeta se encontraba en Madrid. Un día antes había sido asesinado el principal líder de la oposición, y se preveía un alzamiento militar inminente. El clima de tensión es tremendo, lo que permite atropellos o venganzas personales perpetradas por cualquiera de los bandos en pugna.
Federico no cree necesario protegerse ya que no es un activista político y tiene buenos amigos de las ideologías más diversas. Nadie supone que su vida corra peligro, pero en previsión de malos ratos, cuando viaja a Granada se le aconseja quedar en casa del poeta Luis Rosales, donde la tarde del 16 de agosto fue detenido por las milicias sublevadas y fusilado dos días después.
Una muerte trágica en plena juventud de alguien que haya merecido adhesión popular es ingrediente fundamental para la construcción de un mito. Si a eso le sumamos belleza, y que la muerte haya sido provocada por una injusticia atroz, el mito está asegurado, aunque en este caso esté superado con creces por el genio.