Gladys Mendía (Venezuela, 1975) Escritora y editora residente en Chile. Traductora de portugués, formando parte del equipo de traducción del Atlas Lírico da América Hispânica (Brasil). Fue becaria de la Fundación Neruda (2003 y 2017). Sus libros más recientes son El cantar de los manglares (2018) y Luces altas luces de peligro (2022). Es editora fundadora de la Revista de Literatura y Artes LP5.cl y LP5 Editora (desde el año 2004). Como editora ha desarrollado más de veinticinco colecciones entre poesía, narrativa, ensayo y audiovisuales, publicando a más de 500 autores. Acaba de recibir el PREMIO INTERNAZIONALE D’ECCELLENZA “DIVINAMENTE DONNA 2025” en la categoría Libro de autora extranjera con su obra Apuntes de obsidiana. Antología personal.
¿Cómo describirías tu espíritu creativo?
Beatriz, permíteme ante todo subrayar que mi espíritu creativo es una entidad cambiante, sujeta a los ciclos y a la luminosidad —o penumbra— de cada jornada. Hoy, por ejemplo, lo siento como un jaguar salvaje, un latido indomable que a la vez expande y cohesiona mi imaginario. En ocasiones, es un volcán que, en su erupción, libera una corriente ardiente e informe que se adentra por diversos territorios poéticos y vitales, sin reconocer fronteras ni cronologías fijas: trasciende el presente, el pasado y el porvenir en un mismo fluido creador.
Esta fuerza que nombro “jaguar” se nutre de la fertilidad selvática, un ecosistema multicolor donde conviven criaturas insospechadas, desde lo más microscópico hasta lo cósmico. Ese hábitat, en esencia, es mi espíritu creativo: una selva interior rebosante de vida y, al mismo tiempo, el jaguar que recorre su propia geografía espiritual. Me gusta imaginarlo como un jaguar de obsidiana que custodia la memoria y la conciencia, un doble oscuro que arde sin humo ni ceniza, abriéndose paso por túneles o laberintos hacia una claridad donde lo individual se vuelve colectivo.
Como te comentaba, la respuesta depende del día y de la metamorfosis que me atraviese en ese instante. Mis procesos creativos se asemejan a una danza perpetua en la que, a veces, predomina la quietud reflexiva y otras, el impulso volcánico. Sin embargo, la constante en ellos es esa fuerza primigenia, salvaje y luminosa, que no deja de evolucionar y de reconstituir su forma para fundirse con la experiencia poética.
¿Qué mensaje esperas transmitir a través de tu palabra?
Aspiro, ante todo, a estimular la expansión de la conciencia, a invitar a reconocer que muchos de los fenómenos que percibimos como absolutos y tangibles no son sino apariencias transitorias. Mi deseo es derribar los dogmas y límites que nos han sido impuestos —ya sea por la tradición o por nuestros propios condicionamientos— para abrir horizontes más vastos, como una espiral infinita. Del mismo modo, anhelo celebrar la diversidad de lenguas y lenguajes, la multiplicidad de formas de habitar el mundo, sin jerarquías ni exclusiones, subrayando la importancia de la presencia en el instante: al estar aquí y ahora, la percepción de la realidad se transforma, revelando su carácter dinámico y en continua metamorfosis.
¿Qué papel juega la emoción en tu proceso creativo?
Las emociones, si bien son efímeras y se desvanecen con la misma rapidez con la que surgen, pueden encender la chispa inicial que da vida a un poema o a un proyecto literario. Observo ese surgir y ese declinar con asombro, con la conciencia de que no es la emoción en sí lo que perdura, sino el acto creativo que ella inspira. El poema se convierte en el refugio y la transmutación de esa energía primigenia: es allí donde la emoción, transfigurada por el lenguaje, se hace sabiduría y belleza. Esa alquimia literaria, a mi juicio, constituye la verdadera magia del proceso creativo.
¿Cómo ha evolucionado tu estilo a lo largo de los años?
A lo largo de los años, mi escritura ha experimentado una transición que podría compararse con los distintos estados del agua, siempre mutable y en constante movimiento. Inicié mi trayectoria adscribiéndome a esquemas más tradicionales —herederos de la retórica de siglos pasados—. Sin embargo, a medida que fui explorando territorios estéticos más amplios, mi voz se hizo progresivamente más versátil y permeable, acogiendo múltiples manifestaciones literarias y destellos de artes hermanas, como la video poesía o la plástica.
Este proceso me llevó a una escritura que combina un sentido de lo fragmentario y lo experimental, capaz de integrar desde el lirismo hasta recursos contemporáneos más disruptivos. En esa búsqueda, la musicalidad y la belleza del verso —entendidas como ritmo interior y resonancia emocional— se han mantenido como hilos conductores, incluso cuando el poema deviene intertexto, audiovisual o ejercicio ensayístico. Mi afán radica en no clausurar la posibilidad de metamorfosis, sino en abrirme a los diferentes registros que la palabra poética puede encarnar, sin perder la cadencia vital que impulsa mi trabajo.
¿Qué influencias han marcado tu trabajo?
Mi universo de influencias atraviesa diversos territorios creativos, filosóficos y sensoriales. Desde la infancia, Don Quijote de la Mancha de Cervantes me ha acompañado. De igual modo, la tradición poética venezolana con inclinaciones místicas —pienso en Juan Liscano, Ida Gramcko, Luis Gerardo Mármol Bosch, Carmen Verde Arocha, Armando Rojas Guardia, entre otros— nutre mi capacidad de asombro y mi percepción de la realidad trascendida por lo espiritual. A esto se suma la mística española, con San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila, quienes me mostraron la profundidad interior que puede alcanzar el verso.
Me han influenciado voces tan diversas como Belén Ojeda, Juan Calzadilla, José Manuel Briceño Guerrero, Blanca Varela, Édouard Glissant, Derek Walcott, Raúl Zurita, Vicente Huidobro, García Lorca, José Antonio Ramos Sucre, Roberto Piva, César Vallejo, César Moro, Tomas Tranströmer, T. S. Eliot y Emily Dickinson. En la narrativa encuentro sintonía con Mario Levrero y Juan Carlos Onetti. En cuanto al cine, la obra completa del director sueco Ingmar Bergman, quien me ha proporcionado un caleidoscopio de la condición humana absolutamente conmovedor.
La confluencia entre filosofía, ciencia y espiritualidad también es fundamental en mi camino creativo, desde la filosofía del Shivaísmo de Cachemira y las enseñanzas de Buda, hasta la perspectiva neurocientífica de la española Nazareth Castellanos y los descubrimientos y reflexiones del biólogo chileno Francisco Varela. En el ámbito de la pintura, la intensidad y sensibilidad de Van Gogh y la luminosidad mediterránea de Joaquín Sorolla acompañan mi búsqueda de nuevas texturas verbales. Y no podría omitir la música universal, la sinfonía que va desde las grandes composiciones hasta el canto de los pájaros y el rugido del Océano Pacífico, pues todos estos registros del sonido —naturales y humanos— armonizan un tejido que evoca y expande mi experiencia.
Cada uno, desde su visión, ha nutrido mi necesidad vital de alimentos afectivos e intelectuales, ofreciéndome múltiples visiones sobre lo humano. Así, mis lecturas y mis escuchas se transforman en impulsos de escritura y la urgencia de expresar lo inefable.