Nació en La Spezia, Italia, donde vivió hasta los 13 años, edad en la que se mudó a la Ciudad de México y aprendió español. Es arquitecta desde 1992, año en que fundó su despacho. En 2002 deja su profesión y comienza a escribir. Desde entonces ha publicado 7 libros: la recopilación de cuentos ¡Lotería! Historias de rifas diarias, las novelas Los Inválidos, Heridas de agua, Donde termina el mar y Fuego que no muere, así como sus Apuntes de viaje y De lecturas y vidas, 80 entrevistas sobre el poder de los libros, este último derivado de su programa en TVAZTECA Cambio Literal. Colabora con diversos medios de comunicación en los que se dedica a la promoción de la lectura. Lleva la sección literaria del noticiero Siempre conmigo de ADN40 y escribe la columna De lecturas y vidas en el diario EXCÉLSIOR.
¿Cómo describirías tu espíritu creador?
Bien arguendero y bastante pusilánime. Es broma… aunque hay un poco de verdad en ello. Me cuesta trabajo definirlo y también definirme. De hecho no me gustan demasiado las auto definiciones. Como sea estoy en constante búsqueda en mi creación y ni yo sé de qué. Es como si la semilla de inconformidad estuviera plantada en todo lo que planto. Por otro lado también me divierten mucho mis incoherencias, creo que son muy humanas. Todos las tenemos pero no todos tenemos la capacidad de reconocerlas y de apreciarlas.
¿Qué mensaje esperas transmitir a través de tu palabra?
No creo que haya un mensaje ímplicito en mi literatura, por lo menos no lo hay de forma consciente. Me parece que lo que escribo sí se impregna, inevitablemente, de quien soy. Y soy una gran entusiasta de la vida, de la pasión, de la sorpresa, de nuestra especie, de la condición humana. Soy irreverente, confrontativa, curiosa, dramática, aventurera y me gusta mucho la capacidad que tenemos de reírnos, en especial modo de nosotros mismos. La risa y el llanto son nuestros grandes alivios e intento provocarlos en mi literatura.
¿Qué papel juega la emoción en tu proceso creativo?
Es vital. El verbo más imporatane en mi vida –al igual que lo fue para mi maestra de filosofía Ruth Troeller, quien murió creando a las 101 años de edad– es crear. Cada libro nace primero de una emoción, mucho antes de que tenga una intención o siquiera de que comience a plasmar un texto, incluso en mi mente.
¿Cómo ha evolucionado tu estilo a lo largo de los años?
Estoy ahora mismo trabajando en un ensayo que comencé en 2007 y no veo una gran evolución en mi estilo. A veces me siento estancada en mi forma de expresarme, debo admitir que me gustaría cambiar más rápida y profundamente (y por supuesto positivamente) pero no sucede así. Aunque hay evolución, porque si leo mi primer libro de cuentos “¡Lotería!” me parece que di un salto cuántico comparado con lo que estoy escribiendo ahora, así que supongo he avanzado, si bien no tan notoriamente como quisiera.
¿Qué influencias han marcado tu trabajo?
El texto que mencionaba en la respuesta anterior es precisamente una especie de biografía literaria, es decir hablo de una veintena de libros que me cambiaron la perspectiva de vida; me hicieron hacer algo que no hubiera hecho de no haberlos leídos. No son mis libros favoritos ni los más admirados, pero sí los que me marcaron. Van desde “Un hombre” de Oriana Fallaci hasta “Las memorias de Adriano “de Marguerite Yourcenar, pasando por “A puerta cerrada” de Jean Paul Sartre o “Amores de segunda mano” de Enrique Serna. Me han constituido como persona y algunos también han sido influencias en mi trabajo literario. Creo que Oriana Fallaci se mantiene como mi referente en la escritura, pero de todas mis lecturas aprendo algo distinto y así me gusta que sea. Influencias plurales, pero elásticas y moldeables, que me permitan mantener mi propia personalidad y mis propios modos. ¡Al final la literatura es un muy personal grito de libertad!