No voy a intentar aquí hacer una teorización sobre la vida después de la muerte, las creencias religiosas o místicas desde el inicio de la humanidad, ni convencer a nadie de que crea en nada que no quiera creer, siempre he pensado que se dice más con los hechos que con las palabras, salvo aquellas palabras de personas sabias de todos los tiempos que por lo general, siempre están acompañadas de una coherencia de vida, no soy sabio ni de lejos.
Mi intención a partir de este enunciado es reflejar un año en el que la muerte tiene más vida que nunca, y pondré dos casos como ejemplo, el fallecimiento del Papa Francisco y la muerte de Don Pepe Mujica, dos mandatarios muy diferentes en sus vidas personales, que tomaron diversos caminos, sin embargo al final de sus vidas los unieron algunos detalles que me gustaría destacar: la sencillez en su estilo de vida, la simpleza en las palabras. Y una mirada puesta en las cosas esenciales de la vida. Ambos hablaron de caerse y levantarse, ambos hablaron de los pobres, y la necesidad de una equidad y una justicia que no llega en el mundo. No voy a hablar hoy de las diferencias, claro que las hay y muchas, sino de las coincidencias.
Hablo de la vida después de la muerte, porque gracias a las nuevas formas de comunicación podemos saber más de ambos, ahora en el momento de sus muertes, que cuando estaban vivos. Se multiplican los videos de frases y mensajes por millones, los malos entendidos anteriores, ahora quedan aclarados, todos aquellos acérrimos enemigos hacen loas de los fallecidos pero 24 hs antes los acusaban de herejía o de asesinos, no sé si será la muerte o la hipocresía (peste que abunda en este tiempo). Hoy todos son Católicos entendidos en materia de Iglesia, ya saben lo que el nuevo Papa León XIV dirá o hará, tratan de ver entre líneas cambios profundos en la Iglesia, por otra parte en estos días desfilarán los cientos de políticos llorando a Pepe Mujica, pero ninguno de ellos renunciará a sus privilegios ni a su estilo millonario de vida. Hipocresía, ignorancia, manipulación, y como una marea de pensamientos vamos yendo de aquí para allá sin saber muy bien el rumbo, ni saber en qué creer.
Encendamos los cinco sentidos, volvamos a levantar nuestra humanidad caída, multipliquemos los mensajes de paz, de justicia, de defensa de la vida, dejemos de normalizar situaciones en el mundo que no deben ser así.
El mundo corre, compara, compra…pero el alma, de manera silenciosa se sigue preguntando siempre:
¿Para qué estoy acá?
¿Quién me abraza cuando todo duele?
¿Quién me ve sin juzgarme?
Tal vez estas dos muertes nos hayan enseñado a que creer no es gritar, sino vivir la fe con humildad de quien se reconoce pequeño y al servicio de los demás.