Disquisiciones

Viaje a Valladolid

Unas bellas mentiras como historias inventadas nacieron del recorrido por la morada del recaudador de impuestos Miguel de Cervantes en el “Rastro Nuevo de los Carneros”, de pasos por el patio romántico de la vivienda ubicada en la “antigua calle de la ceniza” donde solía escribir José Zorrilla autor de Don Tenorio, del camino por la historia en la Academia de Caballería con su imponente edificio de portada renacentista, las vías  hacia la Universidad y su construcción ejemplo del barroco castellano, la estación del norte de fachada neoclásica francesa, la iglesia gótica de San Pablo y su historia del siglo XV, el Palacio Real de los reyes españoles a comienzos del siglo XVII, el museo nacional de esculturas con su edificio gótico, y por el museo de Colón en la “calle real de Burgos y avenida de Ramón y Cajal”. Así es la hermosa Valladolid de sitios medievales, donde igualmente resulta encantadora la travesía por el rio Pisuerga.   

En la memoria queda el secreto del café bombón en el Berlín frente a la catedral, las figuras de esculturas de arena en la Plaza Mayor, la esquina adoquinada frente a Santa María de la Antigua “reina de las románticas de Castilla” símbolo de la ciudad, y también, la calle de la pasión No. 7 con su arquitectura local en pastillaje y chocolate, un verdadero arte de repostería, que transmite sentido de pertenencia, sentimiento, gusto y vida.

Quien construye renglones se vale de ocurrencias que son el borrador de lo que pretende. En ese ejercicio, con seguridad encuentra insatisfacción en lo consignado. Entonces, borra y reescribe hasta que halla el faro borroso de la idea, que entre la bruma, vislumbra la costa de letras de su ruta.

En esas evocaciones florece el pensamiento, y el arquitecto de la palabra pule sus renglones cuando lo combina y detiene en el océano que con su oleaje quiere besar la playa, e imagina a la amada, como un navío frente al mar azul, donde las orillas son los bordados delicados de sus bragas, las olas son miradas al paso de su tacto, mientras la brisa arrulla un canto de amor al cuerpo que abraza en las profundidades del deseo.  

El mundo de la creación literaria permite contemplar la belleza, plasmar emociones e inventar personajes para vestir historias. Construir páginas con el dibujo de momentos, mientras degusta un café con el aroma cargado de recuerdos. Así es el sol de las palabras del caminante que ilumina el cielo estrellado de la poesía, un orfebre y forjador de sueños que con sus renglones forma un nudo marinero de versos y rimas que lleva a puerto seguro amores, desencantos e ilusiones. Un creador de esperanzas que vive plenamente la confección de letras, y con ellas, resulta aún más importante en tiempos de conflicto, si al pulir sus grafos, se acerca a la paz y acierta con el lenguaje para llegar al alma sensible que lo lee.