Crónicas de nuestro tiempo

A veces , la verdad duele...

Jesús dijo:
"Si permanecéis en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:31-32).
Hoy, hablar de la verdad duele más que nunca. Y más aún cuando esa verdad apunta a quienes, bajo símbolos de fe, han acumulado inmensas riquezas, ajenas al espíritu evangélico que dicen predicar.

En el corazón del Vaticano reposa la mayor reserva de oro del mundo, en franca contradicción con el mandato apostólico:
"Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: Nunca te dejaré; jamás te abandonaré" (Hebreos 13:5).

La Iglesia Católica Romana es el mayor tenedor de lingotes de oro del planeta. Controla, según estimaciones, alrededor de 60.350 toneladas, más del doble de todas las reservas oficiales de los bancos centrales del mundo. Se calcula que este tesoro representa aproximadamente el 30,2% de todo el oro extraído en la historia de la humanidad, valorado hoy en más de 1,245 billones de dólares, a sabiendas de muchos de los orígenes de ese oro robado.

Durante los últimos mil años, la Iglesia ha mantenido una posición hegemónica, controlando en algunos periodos más del 60% de todo el oro existente —particularmente entre los siglos XIV y XVII—, manipulando así mercados y políticas a su conveniencia.

Este inmenso tesoro se encuentra repartido entre reservas declaradas y otras no declaradas, escondidas a través de bancos, financieras privadas y fondos en Europa y América. Sólo un 20% de ese oro está custodiado en reservas oficiales como la Reserva Federal de EE. UU., Italia, Suiza, Alemania y Francia. Del resto poco se sabe, salvo que se vincula al control del Vaticano y a entidades bancarias ultrasecretas.

A esta fortuna habría que añadir los depósitos de líderes corruptos que han encontrado refugio en el Instituto para las Obras de Religión (IOR), más conocido como el Banco Vaticano. El periodista peruano Jaime Bayly denunció que:

Nicolás Maduro mantiene en el Vaticano 859 millones de dólares.
María Gabriela Chávez, hija del dictador venezolano, habría depositado 851 millones de dólares.
Diosdado Cabello, número dos del régimen chavista, tendría 50 millones de dólares en cuentas similares.

Todo ello sin que jamás el Papa Francisco como tal, o Bergolio como ciudadano justo y honrado, haya elevado una sola crítica contra esos regímenes, en abierto contraste con su constante censura hacia los sistemas democráticos de Occidente.
¿Dónde queda la vergüenza cristiana? ¿Cómo puede una institución que predica la humildad, la caridad y la pobreza ser la mayor acumuladora de riquezas en la historia humana, salvaguardando las sus clientes más criminales?

Ni una crítica del Papa Francisco a los dictadores comunistas como los Kirchner; Chaves; Maduro, o Daniel Ortega entre otros, el cuál,  persigue, encarcela y asesina clérigos que no son comunistas y terroristas como él.

En cambio, elogios para los palestinos; el grupo de Puebla; degenerados de lgtbiq+, y condena contra Netanyahu, y quienes osen oponer resistencia al imperio reformista Woke. Ningún mensaje para los católicos aniquilados constantemente en África.

La Biblia es clara: en ningún momento Jesús estableció una figura papal como representante supremo en la Tierra. Todo lo contrario: a Pedro, a quien la Iglesia aduce como su primer Papa, Jesús le dijo:
"¡Apártate de mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo, porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres" (Mateo 16:23). Y quizá, la piedra de tropiezo fuesen los depósitos de esa acumulación de riquezas, poder y envenenamientos en el Vaticano
Más allá de credos y sentimientos de fe, la realidad es brutal:
Con tan solo una fracción de su oro, el Vaticano podría erradicar el hambre de varias naciones, levantar hospitales, escuelas y viviendas para millones de personas. Podría combatir la miseria que hoy otros grupos religiosos —algunos bien intencionados, otros no tanto— aprovechan para captar almas desesperadas, mientras eligen atesorar en sus bóvedas, predicando lo contrario de lo que hacen y exigiendo despojarse de los bienes materiales.

¿Es esto evangélico?
¿Es esto cristiano?

La reflexión final, ha de ser, deducir e imaginar el costo humano; egolatría y codicia de la procedencia y origen de todo ese oro y riquezas escandalosamente acumulado.
"Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción" (1 Timoteo 6:9).

La verdad duele, sí. Pero mirar hacia otro lado por manipulación bíblica, oro, poder y dinero, es todavía más doloroso.

Más en Opinión