Díes irae

Tiradme piedras

No existe ya polémica sobre la valía y protagonismo de la mujer. Se da por hecho, es una evidencia en el mundo civilizado. Si bien es pertinente recordar que no siempre fue así, y que hasta bien entrado el S.XX carecieron de derechos esenciales, como el de voto. Y ello en países europeos de vitola avanzada, tal que Francia. España les concedió antes ese derecho, a pesar de estar más atrasados en muchos otros ámbitos.

 Se ha argumentado, largamente y más en estas fechas del día de la mujer, acerca de su falta de posibilidades, de su marginación social para la educación, las ciencias y las artes, y de las mil cortapisas que han encontrado para poder alcanzar el nivel de los hombres en cualquier campo de lo social. Que hasta 1872 no ingresó ninguna mujer en la universidad (María Elena Maseras, en la facultad de medicina de Barcelona, fue la primera);  que para acceder a la universidad, a comienzos de ese mismo siglo, Concepción Arenal tuvo que disfrazarse de hombre…y muchas situaciones más, todas despreciativas o limitativas hacia las mujeres.

Pero yo sostengo una teoría diferente. O parcialmente diferente. Hay espacios del intelecto en el que las mujeres, independientemente de que sean o no sean postergadas, no alcanzan ni de lejos las capacidades masculinas. Imaginemos un área de la cultura en la que, en los últimos dos siglos, hayan estudiado diez mil mujeres y solo quinientos hombres. Porque hay que decir que las mujeres, en determinadas disciplinas, han recibido una educación preferente. Y comprobemos cómo, de entre esos pocos hombres, ha brotado todo el talento, contra toda probabilidad estadística.

Me estoy refiriendo a la música. En mi familia, ya muy declinantemente burguesa, conozco al menos a cuatro mujeres con la carrera de piano. Y a ningún hombre. Digamos que para el hombre, los estudios musicales eran una extravagancia, una decisión arriesgada (porque no daba dinero) y casi excéntrica. Mientras que a lo largo de los siglos XVIII y XIX la educación de toda mujer de clase acomodada pasaba inexcusablemente por estudios profundos de música, ya con la carrera de piano, ya de flauta, arpa o de cualquier otro instrumento.

Tal vez se les vetase el acceso a la ciencia, a la pintura o a la literatura (aunque haya formidables pintoras y escritoras ya en siglos muy anteriores) pero nunca a la música, que formaba parte de su educación. Pues bien, de entre esos pocos hombres que accedían a ese camino, que es difícil y complejo en extremo, podemos contar a Beethoven, Chopin, Liszt, Mozart, Schuman, Brahams, Wagner y un centenar más de primerísimo nivel. Imagino a Schubert dando clase de piano a diferentes damas, en sus palacios,  para ganarse la vida; y componiendo en su buhardilla, por la noche, cualquiera de las incontables cumbres que nos legó (por ejemplo, el quinteto en do mayor, que es inconmensurable)

Ciertamente ha habido mujeres que compusieron, porque de tan vasto campo alguna tenía forzosamente que destacar. Radio clásica “la que amas” (como dice su eslogan)  impagable en su divulgación de la cultura musical, ha escrutado durante estos últimos tiempos, al calor del feminismo reivindicativo que nos acompaña, a un puñado de mujeres compositoras. Pero fueron tan pocas… A mi la que más me gusta es Fanny Mendelssohn, hermana de Félix Mendelssohn. Eran hermanos, y aunque no recibieron la misma educación musical porque el padre quería otra carrera para Félix, cuando con 17 años compuso “El sueño de una noche de verano”, con la famosísima marcha nupcial que llega hasta hoy, quedó claro para el padre que su hijo había nacido para la música. Fanny escribió obras apreciables, de muy correcta factura y grata audición…pero nada que ver con el talento del  hermano.

Así que podéis tirarme piedras. Pero existe, al menos, un campo cultural en el que la mujer no ha sido postergada sino educada. Con miles de practicantes. Y en el que sus frutos, comparados con los de los hombres, han sido mucho más escasos, poniendo en evidencia la superioridad aplastante del varón sobre la mujer. ¿Configuración del cerebro? ¿Capacidad de creación? ¿Disciplina? ¿Inspiración? Sea lo que fuere, esa superioridad se ha prolongado a lo largo de los siglos y llega hasta nosotros. Hoy día en todas las orquestas hay muchísimas mujeres. Son excelentes instrumentistas. Y en solistas, las hay magníficas en todos los instrumentos. Empiezan a aparecer directoras de orquesta notables (otras, remedos de nínfula al calorcillo de la moda)

Pero ya en el siglo XX, con problemas, sin problemas, con persecuciones, incomprensiones, obstáculos o facilidades, tenemos a Igor Stravisky, a Serguei Prokofiev, a Richard Strauss, a Aaron Copland, a Leonard Bernstein,  a Serguei Rachmaninoff, a George Gershwin; a Dimitri Shostakovich… absurdo compararlo con ninguna creación femenina. Y voy más allá. Los rusos y los alemanes están más dotados para la música que otros pueblos, le pese a quien le pese. Un amigo de Bilbao me contó que quienes enseñaron a cantar a los vascos (que cantan maravillosamente) fueron los marineros rusos que atracaban en los muelles del “bocho”.

Amigos de Stalin, como Kachaturian, o rozando el gulag, como Shostakovich, Rusia ofrece en el siglo XX un fresco de compositores inigualables (en el siglo XX Rusia se distancia claramente de Alemania) Por eso reivindico a Valery Gergiev, un directorazo sudoroso pero excelso, que ha sido vetado porque al parecer era amigo de Putin. Estoy deseando que acabe esta guerra. Si ya Wagner se interpreta en Israel, que el bueno de Valery pueda volver a tocar en todos los países.