Dos años después de la mayor matanza de judíos desde el Holocausto -1319 muertos y miles de heridos- y el regreso de la flotilla de la muerte, no se ven luces al final del túnel. Los rehenes que quedan vivos, evaluados en menos de una veintena de los supuestamente cincuenta que todavía debían quedar en manos de Hamás, siguen siendo objeto de controversia, división y tristeza en la sociedad israelí. Hamás, que todavía no ha dado un sí definitivo al plan de veinte puntos presentado por el presidente norteamericano, Donald Trump, sigue negociando contrarreloj en El Cairo indirectamente con Israel.
Pero pasan los días y los días y no hay noticias de los rehenes, mientras las armas no han parado de sonar en Gaza, y los medios israelíes son muy escépticos con respecto a que el plan de paz vaya a ser la salida al atolladero en que el país se encuentra desde el 7 de octubre. La respuesta de Benjamín Netayanhu, lógica ante el brutal ataque de Hamás, ha provocado, sin duda, un notable desgaste en términos de opinión pública internacional para Israel. En este contexto tan adverso, caracterizado por la reproducción sistemática de una sarta de mentiras y prejuicios antisemitas en boca de una jauría de periodistas, políticos y académicos que han copiado el relato de Hamás, Israel necesita una salida política que sea capaz de conciliar la paz y el final de la amenaza terrorista desde Gaza, concretamente la procedente de Hamás.
El plan, además, no prevé la creación de un Estado palestino y significará en la práctica, de ser aceptado, el final del omnímodo poder de Hamás en la Franja de Gaza, una condición irrenunciable por parte de Israel. Muy significativo ha sido el apoyo a este plan de Rusia, Australia, Egipto, la Unión Europea (UE) y otros países al plan de Trump, aunque todavía falta un apoyo claro al mismo por parte del mundo árabe, que como Qatar examinan el mismo con reticencia.
El antisemitismo, elemento colateral a la guerra de Gaza
Paralelamente a este proceso político para avanzar en las negociaciones sobre la aceptación del plan de paz, el antisemitismo se ha incrementado en todo el mundo, incluyendo a España, tal como revela el Observatorio sobre el Antisemitismo (https://observatorioantisemitismo.fcje.org/), y ha denunciado el canciller alemán, Friedrich Merz. Se han producido en todo el mundo agresiones físicas a judíos, ataques a sinagogas e instituciones judías, proliferación en los medios de caricaturas insultantes con el pueblo judío, quema de banderas israelíes y norteamericanas y miles más de acciones antisemitas en todo el planeta cuya lista sería interminable.
Luego, aunque el plan de paz de Trump avance, las amenazas contra Israel no cesarán, tal como ha ocurrido casi a diario en estos dos años, donde han sido lanzados contra este país miles de misiles, drones y cohetes caseros procedentes de Yemen, Irán, Líbano y Gaza. Irán, además, seguirá con su programa nuclear y sus planes para borrar de la faz de la tierra al Estado hebreo.
Por otra parte, hay muchas dudas con respecto al plan de paz, como el futuro de Hamás, que supuestamente será desarmado y dejará el poder, ¿pero dónde serán ubicados sus miles de miembros armados hasta los dientes? Tampoco queda muy claro quién va a gobernar Gaza a partir del momento en que Hamás acepte el plan de paz, ya que el mismo solamente deja abierta la puerta a “el programa de reforma de la Autoridad Palestina” y que, si en un futuro se dan las condiciones, podría considerarse el autogobierno palestino de este territorio.
No olvidemos que el plan de desconexión de Israel de Gaza, que incluyó el desmantelamiento de 21 colonias judías pobladas por 8.000 personas, ha terminado en un fracaso absoluto, tanto para el Estado hebreo como para los dos millones de palestinos que quedaron atrapados en esa gran ergástula construida a sangre y fuego por los terroristas de Hamás. Tener ahora alguna esperanza de este grupo de criminales y desalmados, capaces de matar niños, violar mujeres, asesinar ancianos y disparar a civiles indefensos inocentes, parece una vacua demanda que puede estar condenada al fracaso. Por ahora, habrá que esperar; la guerra continúa.