A Volapié

El suicidio de Europa

En mi último artículo hablé acerca del pensamiento único o corrección política woke, corriente postmarxista que promueve la destrucción de la sociedad occidental, según ellos la deconstrucción. Una de las herramientas que la izquierda en general fomenta para este propósito es la inmigración ilegal masiva, en particular la de origen africano de religión musulmana. Al decir izquierda hay que incluir al PP, por extraño que parezca.

Parto de la base de que necesitamos inmigración dado el invierno demográfico que sufrimos, aunque creo que ha de estar controlada cuantitativa y cualitativamente ya que puede tener consecuencias muy serias, tanto positivas como negativas. Creo que sólo deberíamos acoger a los más capacitados para integrarse en nuestra sociedad tanto desde un punto de vista sociocultural como productivo. 

En España recibimos un notable flujo de inmigrantes de origen iberoamericano, además de uno cuantiosísimo de origen africano. Los primeros se integran mejor que los segundos dado que son mucho más afines a nosotros desde un punto vista cultural, idiomático, histórico, y religioso. Además, las evidencias muestran que su aportación económica neta es superior y por lo tanto lo lógico sería apostar principalmente por nuestros hermanos iberoamericanos.

En el resto de países europeos, el flujo de inmigrantes es en su mayoría de origen africano, de Oriente Medio y asiático. Tienen una cultura muy diferente a la occidental ya que vienen de países generalmente islámicos, y por lo tanto su encaje en las sociedades europeas liberales y de raíz cristiana es con frecuencia difícil, y a veces imposible en el caso de los colectivos islámicos más integristas y rigoristas. A esto hay que sumarle que tienen muchos más hijos y por lo tanto dentro de 2 o 3 generaciones dominarán Europa demográficamente, lo que significa que se impondrán política y culturalmente, sin duda alguna.

Nuestra forma de vida occidental corre el riesgo de convertirse en minoritaria antes de finales de siglo. Es lo ocurrido en las tierras cristianas del antiguo imperio Bizantino (norte de áfrica, oriente medio, Turquía), conquistadas por el islam a partir del siglo VII. A lo largo del siglo XX y XXI las poblaciones cristianas de gran parte de estos territorios han seguido menguando, y no es por casualidad.

El mito interesado de las tres culturas viviendo en paz en Al Ándalus debe ser matizado pues tanto judíos como cristianos eran ciudadanos de segunda. Gozaban de menos derechos, eran discriminados y pagaban mayores impuestos, cuando no eran objeto de violencia física en épocas de crisis.

Según los datos que maneja el conocido periodista inglés Douglas Murray, 23 de los 33 distritos de Londres son actualmente de mayoría musulmana, y lo mismo sucede en ciertos barrios de bastantes ciudades europeas (Bélgica, Holanda, Suecia, Alemania, Austria). En algunos de estos barrios la policía no se atreve a entrar y en ellos impera la ley islámica, lo cual es a todas luces un problema muy grave. Imaginen lo que sucederá cuando pasen de ser una minoría a representar más del 40 o 50% de la población.

Según Gallup, en 2017 el 31% de los africanos subsaharianos querían emigrar, obviamente a Europa en su gran mayoría. Esto suma entre 370 y 400 millones de personas, es decir algo más de la mitad de la población europea actual. A estos hay que sumar los muchos millones que ya viven aquí. Y esta cifra no incluye a los inmigrantes magrebíes, ni a los de Oriente Medio, ni Asia. A lo largo del último cuarto del siglo XXI los europeos seremos probablemente una minoría en nuestros propios países, lo cual tendrá graves consecuencias en materia cultural, religiosa, socioeconómica y política.

Hay muchos datos preocupantes que ilustran muy bien el problema y los riesgos que entraña la inmigración masiva musulmana en Europa. Por ejemplo, en 2015 había más ingleses luchando a favor del ISIS que enrolados en el ejército británico. Curiosa forma es esta de integrarse en la sociedad británica. Podemos afirmar sin duda alguna que estos musulmanes de pasaporte inglés que han asesinado en nombre de un grupo terrorista integrista no van a respetar jamás ni las leyes ni la cultura inglesa, y llegado el caso, no dudan en usar la violencia letal por motivos políticos o religiosos.

También es interesante saber que en 2016 el nombre de chico más frecuente en Inglaterra y Gales era Mohammed. En Austria se estima que para 2050 más de la mitad de los niños de menos de 15 años serán musulmanes, y no podemos olvidar los atentados islamistas recurrentes que padece el continente europeo desde hace años.

Probablemente, en el largo plazo la corriente progresista woke que apoya la “deconstrucción” (sic) de las sociedades occidentales se va a llevar una sorpresa muy desagradable cuando vean como el islam se los lleva por delante. El postmarxismo cree que podrá cabalgar el tigre islámico y domeñarlo, pero me temo que se equivocan.

Cuando el Islam domine demográficamente Europa, la democracia y las libertades que conocemos se deterioraran notablemente, especialmente para las mujeres. La involución en materia económica será también inevitable. Es fácil comprobar que no hay ni un solo país musulmán con una democracia de calidad similar a las europeas, y ninguno tiene nuestro nivel de prosperidad, salvo los petroleros, y esto solo porque el azar puso los hidrocarburos en el subsuelo de estos países.

Me parece de gran importancia analizar esta cuestión objetivamente y racionalmente de manera a establecer la mejor política de inmigración posible, en primer lugar para España y en segundo para los inmigrantes. Esta política debería establecer parámetros cualitativos y cuantitativos y los medios de control necesarios. Los inmigrantes, sea cual sea su origen y religión, que ya están en Europa deben quedarse siempre que sean pacíficos, productivos y se integren correctamente. Los que no lo sean deberían ser expulsados, y desde luego en ningún caso se puede ni debe permitir la invasión descontrolada que sufren el sur de España y las islas Canarias.

Tenemos que tener claro que el crecimiento exponencial del colectivo islámico debe limitarse si no queremos poner en peligro nuestra forma de vida y nuestra cultura. No todas las ramas del islam son iguales, algunas son teocráticas e incompatibles con nuestra sociedad, y esto debe tenerse en cuenta.

Si deseamos preservar nuestra sociedad, forma de vida y libertades para nuestros descendientes, especialmente para nuestras hijas, conviene que meditemos acerca de esta cuestión. La política actual de puertas abiertas a la inmigración ilegal masiva es suicida a largo plazo. Aún estamos a tiempo de impedir convertirnos en una minoría en nuestros propios países con todo lo que esto implica, pero esto requiere tomar conciencia y tener determinación para enfrentarnos a los agentes del pensamiento único progresista y woke.