Dos judíos neoyorquinos fundaron a principios de los 70 una banda llamada Steely Dan, tomando el nombre de una novela de William S. Burroughs. Se llamaban Walter Becker y Donald Fagen, dos músicos de jazz de un gusto musical exquisito que decidieron dar el salto al ‘pop’. Para entender quiénes eran baste decir que cuando les preguntaron a Paul McCartney y Mick Jagger cuál era su banda favorita, no lo dudaron: «Steely Dan, of course». Nadie hasta hoy discute que fueron los mejores.
Becker y Fagen no eran unos chicos bien parecidos y pronto se dieron cuenta que el directo no era lo suyo. Fagen, cuando cantaba, hacía una extraña mueca que exacerbaba sus rasgos semitas y resultaba un tanto desagradable. Becker por su parte se parecía a Santiago Segura haciendo de heavy en ‘El día de la bestia’. Se concentraron en las grabaciones de estudio y produjeron media docena de álbumes que han pasado a la historia. Llegaron a gastarse hasta un millón de euros en la grabación de un disco, dada su obsesión para la perfección. Su compañía discográfica, ABC, arriesgó con ellos y les resultaron rentables porque llegaron a vender millones de discos.
En 1981 se cansaron de grabar juntos, habían vivido de lleno la época dorada de los vinilos en la que se cuidaba con mimo el diseño de la portada. Consecuencia de ello es que sus álbumes históricos se cotizan hoy entre los coleccionistas. ‘ája’ y ‘Gaucho’ son los legendarios, pero cualquiera de los que grabaron es una joya. En 2000 reaparecieron con ‘Two against nature’, un nuevo prodigio, pero ya era la época de los CDs y se había perdido la magia de los añorados 70.