Hincar el diente

Somos lo peor

Paciente en el dentista - Getty Images
photo_camera Paciente en el dentista - Getty Images

“Os odio” “Os tengo manía”  “No sé como os podéis dedicar a esto” “Prefiero ir al ginecólogo antes que venir aquí” estas son algunas de las lindezas con las que los odontólogos convivimos a diario, y no se le da mayor importancia, porque como somos dentistas y somos “de lo peor” nos merecemos esto y más. Pero paraos a pensar, ¿a cuántos de vosotros en vuestro trabajo “los clientes/pacientes” os bombardean con estos halagos? Es duro y aunque lo manejamos estoicamente, hay que vivirlo.

Los niños, otro tema peliagudo, en concreto los  que no se cepillan, me comentan sus papás que no lo hacen porque lloran, se enfadan, siempre acaba en conflicto el tener que cepillarse los dientes antes de irse a dormir o después de cada comida… ¡Claro que es latoso! No niego lo contrario, pero luego el niño tiene caries, le duele la muela y la culpa siempre es del dentista que le hizo el empaste y el niño se quedó traumatizado, irónico, ¿verdad?

Los odontólogos somos muy perfeccionistas, y “nos llevamos al paciente a casa” no de una forma literal, eso está claro, pero está en nuestra cabeza, no desconectamos. Si hacemos una extracción un poco complicada, pasamos días pensando en el paciente, que ojalá no le moleste y que con la medicación prescrita el dolor sea lo más llevadero posible. Si un paciente se enfada porque le hemos pasado tarde, justificando que el tratamiento del  paciente anterior se ha complicado y tenemos que resolverlo, también se va “a casa con nosotros” porque no queremos que nadie se disguste. Incluso pacientes que les damos unas indicaciones, no las llevan a cabo y el tratamiento no funciona porque el paciente ha ignorado todo lo que le hemos pautado. Nos lo tomamos como un fracaso personal y también se va con nosotros “a casa” y claro que sí, que hay tratamientos que finalizamos mejor que otros, y pesan en nuestra conciencia y por ende en nuestra ética profesional, pero, no debemos olvidar que los conocimientos están adquiridos y que hay que añadir la experiencia que poco a poco nos va dando el paso del tiempo y que la combinación de ambos es la clave del éxito. Como muy bien decía el poeta Antonio Machado “Caminante, no hay camino, se hace el camino al andar”.

Niño en el dentista - Getty Images
Niño en el dentista - Getty Images

Y aprovecho para citar a Beatriz de Vicente de Castro (Abogada Penalista y Doctorada en Criminología)  relató algo que personalmente me encantó y quiero compartir con vosotros: “Un amigo de su padre enfermó estando en China, y  le recomendaron que fuera a una aldea a buscar un médico, y que los identificará  porque en sus puertas hay una vela encendida por cada paciente que se le ha muerto. Y llega a una aldea y ve en una puerta 200 velas, en otra 100, otra 50… hasta que encuentra una casa con una única vela, entra y le atiende, y le dice estoy agradecidísimo porque me atendió el mejor médico de la aldea y le contesta, yo empecé ayer, el mejor médico es al que se le han muerto 300 pacientes, ha metido la pata 300 veces y sabes que esos 300 errores no los cometerá contigo. Lo importante es que cuando se encienda una vela, no la vuelvas a apagar, ese también es el camino del guerrero”.

Y me atrevo hacer una recomendación cuando acudas al dentista, recuerda que estamos para ayudarte y entendemos perfectamente el miedo  a lo desconocido. Si necesitas que te expliquemos de nuevo el tratamiento, lo hacemos encantados, nuestro objetivo es que estés a gusto y que no se transforme en una visita traumática. Si necesitas parar, siempre te daremos un código o una señal como levantar el brazo izquierdo y paramos, eso os da mucha confianza. Y siempre que sea necesario, o incluso si el paciente lo solicita, no tenemos ningún inconveniente en colocar  anestesia, queremos que tu visita al dentista sea lo más agradable posible.

Y para finalizar siempre recordaré una conversación que tuve con mi padre en la que me decía, “Maider, cuando un paciente acuda a tu consulta, trátalo como si de un invitado se tratase”. Él no era odontólogo, pero sabía perfectamente que había que hacer las cosas bien y con mimo.

 

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