La Mirada de Ulisas

¿Será que el mundo quiere seguir viendo al judío?

Bella Clara Ventura
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LA MIRADA DE ULISAS regresa a ustedes, queridos lectores, no sólo con los acontecimientos que la han marcado, sino también con personajes dignos de ser destacados. Es el caso de Einat Wilf, una mujer consciente de la verdadera causa del conflicto palestino- israelí. Escribió un libro sobre el tema con un sonado éxito. Vive  enterada de la historia del conflicto por ser una abanderada de la paz y curiosa, como soy yo, la mirada de Ulisas, que investigo y no detengo mi atisbo en lo superficial. Me gusta ahondar en los temas que aporto al Diario de Madrid con conocimiento de causa y con el entusiasmo de compartir ideas y sentimientos, como lo he venido haciendo con alegría y entrega.

Einat Wilf es una profesional preparada con altos títulos universitarios, que le permiten una buena comprensión de la situación. Además de conocer de cerca los diversos procesos sobre los momentos históricos cuando se consideró la posible firma para la creación de dos estados: Israel y Palestina al tratar de solucionar la situación tensa que vive el Medio Oriente. Lamentablemente, sin haber obtenido un resultado positivo. Meticulosa en sus posiciones conoce el ¿por qué? y puede dar su palabra autorizada sobre un conflicto que no siempre se comprende y tantas veces se mira de manera errada o sesgada.  Ella tiene un alma que ama la paz y se ha dedicado a pregonarla desde sus ideales de demócrata consumada y perteneciente al partido Laborista durante varios años con una visión del mundo amplia y anhelante de la sana convivencia en la región. Luego de hurgar durante años los orígenes de la problemática, ella centra su concepto en una realidad que se observa, pero no se ventila lo suficiente para lograr captar cuál es el meollo del asunto y divulgarlo como  cuestión indispensable. Se hace creer con una excelente propaganda, manejada durante años por los palestinos extremistas y ciertos árabes unidos a su causa, que el conflicto es netamente territorial y no de civilizaciones, como se comprueba ya en Europa, escenario que trascendió fronteras. Se sostiene de manera terca y caprichosa que la disputa se centra en recuperar lo que se suele llamar una invasión o colonización de Israel en Palestina.  Inclusive como dato curioso, los judíos decían voy a Palestina para referirse al arribo a la Tierra Prometida antes de ser fundado el nuevo Estado de Israel. Palestina siempre fue un concepto judío según los textos de la Antigüedad. Convivían judíos y árabes en la región sin problema hasta que el Mandato Británico hizo una partición para otorgarle nuevamente el país a Israel, como tanto lo anheló el pueblo judío desde sus tiempos bíblicos. Lo implora en una permanente plegaria desde que el pueblo judío sufrió el exilio en el año 70 y de ello hace varios siglos: “el año entrante en Jerusalén”, donde se encuentra el destruido Templo de Jerusalén, y El Muro de los lamentos con sus cimientos que dan fe de su existencia. Sorprendentemente, el Corán nunca menciona la palabra Jerusalén en sus textos. Hace alusión a La Meca, lugar de nacimiento de Mahoma, donde se dan cita cada año más de tres millones de musulmanes para rendirle peregrinación a su profeta y acudir a la celebración del sacrificio Eid Al Adha en la famosa piedra Kaaba, que los feligreses deben contornear siete veces en sentido contrario de las manecillas del reloj, mientras en la Biblia o la Torá aparece seiscientas veces indicado el lugar santo. Representado por Jerusalén como la capital de Israel y bajo el deseo inquebrantable para los judíos del mundo del retorno a la tierra que les fue prometida y donde siempre hicieron acto de presencia. Hay que referirse a los escritos para lograr una comprensión del problema, que ha degenerado en guerras permanentes y estallidos de violencia en la zona como “intifadas”. Pero, el verdadero y doloroso motivo no es la partición del territorio, como tantas veces se ha querido presentar el problema. El asunto es más de fondo. No radica solamente en creer en la creación de dos estados en la región con sus respectivas independencias y logros. ¡No!, la traba se arraiga en el hecho de que los llamados palestinos en la actualidad no quieren tener de vecinos a los judíos ni a los israelís, como tampoco a una tierra llamada Israel. Los terroristas de Hamás pregonan con odio que todos los judíos deben terminar ahogados en el mar y que Palestina debe existir desde el Mediterráneo hasta el Río Jordán, o sea la no existencia de Israel. Además, fomentan el asesinato de judíos con la idea de hacer un bien a su religión y a su Dios. Grandes personajes han planteado la solución de dos estados independientes que alcancen cada uno su autonomía y con un sesgo positivo que se hagan a una convivencia de vecinos que, si bien no se quieren, se toleren y respeten. Pero, cada vez que se ha llegado al punto de la posible firma de dos estados independientes, no sucede. Israel en ciertas ocasiones ha estado en buena disposición para firmar, más de parte de los palestinos no lo logra, debido al riesgo de ser asesinados ya que la aceptación al firmar los obligaría a reconocer el Estado de Israel. Y claramente se rehúsan a aceptar la realidad del Estado Judío. Prefieren dedicarse a batallar, en vez de haber hecho de Gaza un paraíso turístico con desarrollo y bienestar para su gente con tantas ayudas internacionales recibidas. El plan de los gobernantes de Hamás es fomentar el odio, ese odio irracional inculcado desde la más tierna infancia en los niños palestinos. Sentimiento negativo que repercute en actos de terrorismo y conlleva a las peores masacres, como fue el caso del 7 de octubre o a declaraciones de Guerra, como las generadas durante tantos años de existencia de Israel con miles de misiles que muestran que no desean la paz de ninguna manera. La Tierra Santa, como también se le llama, es un país próspero con gente trabajadora que ha hecho del desierto un oasis. Sus habitantes ambicionan la paz con el deseo de poder vivir con sus vecinos en una saludable coexistencia, como la lograda con sus connacionales árabes. El saludo en idioma hebreo significa paz, ese “Shalom” que se nombra con certeza y empeño de hacerlo realidad. 

No ha sido fácil para Israel tener que enfrentar en permanencia la resistencia del pueblo palestino, la de los dirigentes del Hamás, que son terroristas y la de ciertos vecinos árabes para el reconocimiento de su existencia. Afortunadamente, ya desde hace algunos años y luego de luchas y muertes, se han sellado convenios de paz y lazos comerciales con Egipto, Jordania, Emiratos Árabes. Estaba a punto de darse un nuevo acuerdo con Arabia Saudita cuando sucedió la masacre del 7 de octubre, que abortó el proyecto. Ahí radica la raíz de la problemática, el odio al semejante, “al infiel” de parte de los fundamentalistas.

Mientras a los niños se les eduque en el odio a los judíos y a todo lo relacionado con la cultura occidental, no habrá posibilidad de paz. Existe una minoría de árabes cristianos que también se ve amenazada por no comulgar con la fe musulmana. Según los fanáticos caen en la categoría de infieles, como se les apoda a todos aquellos que no creen en el Corán como la única verdad a seguir y defender. Mientras se diabolice la civilización occidental, comenzando por Israel, es evidente que estamos lejos de resolver la problemática. Sólo un cambio sideral en la educación de los palestinos puede llevar a la paz o por lo menos a un cierto entendimiento de los dos pueblos, que bien podrían convivir en paz y ser solidarios en vez de ser enemigos. Hay que empezar por romper viejos esquemas y tratar de educar la cultura del respeto, la tolerancia y hasta el concepto del amor al semejante, como lo pregonan las democracias. Sin estos ideales puestos en práctica es evidente que el entendimiento jamás culminará. 

Resulta muy triste para mi mirada, que sigue siendo inquieta y trata de ser justa y amorosa, no poder llegar a acuerdos que motiven el vivir en paz y en cierta cordialidad, lo que traería sin la menor duda beneficios para ambas naciones. Pero el odio, sentimiento tan abyecto, no autoriza a sus seguidores a deponer sus armas y a buscar fórmulas o situaciones más humanas, donde la mujer no sea maltratada o vista como un simple objeto y los disidentes u homosexuales puedan tener derecho a la vida, como cualquier ser humano.

Y me pregunto: ¿será que el mundo quiere seguir viendo al judío? Como el desvalido, el vapuleado, el incinerado y el perseguido por actos que no ha cometido, con la censura a su vida y su quehacer. Tal vez al verlo fortalecido moleste, sin embargo, es uno de los pueblos más antiguos de la humanidad que aún permanece gracias a su resistencia y por querer ser un pueblo que lleve luz a la Humanidad con sus numerosos premios Nobel y los valiosos aportes a la ciencia, a la medicina, a la cibernética y a todo adelanto que conduzca al hombre a un mejor porvenir. El judío como numerosos espíritus libres y pensantes anhelan ese mañana despojado de odios, que tanto mi mirada que sigue siendo la de Ulisas, y corroborado por el análisis de Einat Wilf claman para permitir la evolución y el bienestar de la Humanidad exenta de prisiones, donde el derecho a existir y ser sean el menú diario: ser personas cuya chispa divina ilumine al prójimo, su par.

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