Susurros de libertad

Ser mujer venezolana

Ser mujer en esta lucha por la libertad de Venezuela es mucho más que resistir. Es reconstruirse cada día en medio del dolor, la distancia y la incertidumbre. Es seguir adelante cuando intentan imponernos la creencia de que todo parece perdido, buscando arrastrarnos a la desesperanza.

Ser mujer y liderar en esta lucha no es solo un desafío político, es una entrega de vida. Nos ha tocado compaginar nuestro rol de migrantes, profesionales, madres, hijas y amigas con la responsabilidad de no rendirnos por Venezuela, aunque estemos lejos.

María Corina Machado logró darle un giro al país desde un liderazgo profundamente humano, femenino y materno. Su fuerza no viene del poder por el poder, sino de su compromiso con la verdad, los valores y el coraje, características que definen a tantas mujeres venezolanas. Su ejemplo de vida y lucha es una inspiración para nosotras.

Ser mujer en Venezuela no es solo vivir, es sobrevivir. No enfrentamos una sola lucha, sino muchas a la vez: la batalla por la libertad, la lucha diaria por la subsistencia, la pelea contra la pobreza, los salarios de hambre, la falta de agua, los racionamientos de luz. Vemos a niños sentados en el suelo porque no hay pupitres, escuelas sin docentes, madres que han tenido que enterrar el sueño de ver a sus hijos estudiar porque la prioridad es salir a trabajar y comer. Madres que lloran a sus hijos que murieron por desnutrición o por falta de atención médica. Mujeres que cada día visibilizan a los presos políticos, venciendo el miedo, a pesar de tener de frente el rostro del horror.

En el exilio siento esa realidad como si la viviera a diario, y la carga se hace más pesada porque el compromiso moral es mayor. Batallamos con el tiempo, la realidad de ser migrantes y nuestra propia existencia. Pero no hay espacio para rendirse, porque nos recuerdan cada día que la libertad no se mendiga, se conquista.

Hoy, muchas mujeres están presas o en la clandestinidad, otras resisten dentro de Venezuela. Algunas tienen rostro y nombre para mí, otras no, porque son tantas las víctimas que es imposible mantener una lista actualizada. Pero cada una de ellas es un testimonio de lucha y esperanza.

Porque, como se adjudica a Eleanor Roosevelt: “Las mujeres son como las bolsas de té: no sabes lo fuertes que son hasta que las metes en agua caliente.” Y las mujeres venezolanas llevamos años en agua hirviendo, pero seguimos de pie.