Desde hace unos años es frecuente leer acerca del salvajismo del hombre, entendido como varón, característica que parece ser que no tendría la mujer.
En mi opinión, el mal es intrínseco al ser humano, y por lo tanto es cosa de hombres y de mujeres. En la famosa polémica entre Hobbes y Rousseau acerca de la maldad, yo me sitúo del lado del primero. El ser humano se caracteriza por su capacidad para hacer el mal desde el nacimiento y solo mediante la educación y la civilización se atempera. Basta con ver cómo se comportan los niños y los adolescentes si se les deja hacer su voluntad y no se les domeña. Me parece que nunca ha habido más violencia en los colegios como actualmente y lamentablemente, las chicas también son protagonistas de este fenómeno.
El ser humano lleva tanto el bien como el mal dentro de sí. Aquellos en los que predomina el mal son así de nacimiento y no me parece que sea la sociedad la causante de esto, al menos no una sociedad democrática liberal avanzada. Otra cosa son las sociedades tribales o totalitarias en las que es imperativo por motivos culturales o políticos ser violento de una forma u otra.
Recomiendo el interesantísimo artículo de Daniel Arjona publicado en 2020 en El Confidencial cuyo título es “¿Somos el lobo de Hobbes o el buen salvaje de Rousseau?, una solución inesperada”.
En todo caso, la cuestión que quiero comentar no es si nacemos o nos hacemos malvados sino tratar de ver si solo el varón es un animal salvaje.
Como punto de partida creo que se puede afirmar objetivamente que el ser humano es potencialmente violento, ya sea hombre o mujer. El hombre suele ser más fuerte y por lo tanto su manera de hacer el mal es más directa, más bruta, tal como sucede en la naturaleza donde generalmente esta se impone.
La mujer es violenta de otra manera, más sutil, más psicológica, aunque no conviene olvidar a aquellas que asesinan a sus descendientes o ascendientes, a las que se unen a bandas terroristas y/o narcotraficantes y comenten todo tipo de crímenes, o a las que colaboran en la trata de mujeres. Muchas han sido instrumento opresor del nazismo y del comunismo, ya sea en posiciones ejecutivas, o como simples guardianas en los campos de concentración en los que millones fueron torturados y asesinados. La mujer ha demostrado ser capaz de las mayores violencias igual que el varón.
Siendo esto una evidencia, podemos afirmar que el porcentaje es menor. Es cierto, y esto quizá se debe a que tienen menos testosterona, lo que las hace menos agresivas, o quizá porque su naturaleza es dar la vida y por lo tanto su tendencia a quitarla es menor. En todo caso no es una cuestión de números o porcentajes porque nadie diría que el nazismo no es criminal solo porque asesinó a menos personas que el comunismo, o que el mismo comunismo soviético no es criminal porque mató menos que el maoísmo.
Objetivamente hay un mayor porcentaje de varones que ejerce violencia sobre otros seres humanos, pero también es cierto que las mujeres ejercen violencia, tanto sobre el hombre como sobre las propias mujeres. Por lo tanto, tanto el varón como la mujer pueden comportarse como animales salvajes.
Si repasamos la historia desde la antigüedad encontraremos muchos ejemplos de mujeres que fueron crueles, violentas y criminales, ya sea mandando, o desde un segundo plano cercano al poder.
Sin ánimo de ser exhaustivo me vienen a la mente Mesalina, Popea Sabina, Agripina, María I Tudor, Isabel I de Inglaterra, Catalina la Grande, La Pasionaria, la mujer de Mao, Chiang Ch´ing, y muchas más. Todas ellas usaron directa o indirectamente la violencia, incluida la letal, para conseguir sus propósitos y satisfacer sus ambiciones. Cuando se trata de poder, de política o ideología, han demostrado poder ser igual de violentas que los hombres.
En el marco de la vida privada no son pocas las que hacen uso de la violencia, más psicológica y emocional que física, muchas veces contra otras mujeres, adultas y niñas. Hay sin embargo una esfera en la que el varón predomina absolutamente, la de la violencia sexual, principalmente por motivos biológicos.
Desde mi punto de vista, y en base a los hechos, creo que el salvajismo es una característica del ser humano, y por lo tanto, afecta tanto a los hombres como a las mujeres, aunque cada género tiene sus particularidades a la hora de ejercerla.